ESCÁNDALO EN EL AUTOMÓVIL

Motores trucados de serie

La investigación de California destapa un dispositivo para burlar las pruebas de emisiones de gases

Un operario de Volkswagen examina un motor diésel en la planta de la firma en Salzgitter (Alemania).

Un operario de Volkswagen examina un motor diésel en la planta de la firma en Salzgitter (Alemania). / jst fdt kre jak UW

ANTONI FUENTES / BARCELONA

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La investigación que ha puesto a Volkswagen en el ojo del huracán se remonta al 2014. Los inspectores de la autoridad medioaambiental de California (CARB en sus siglas en inglés) pusieron en marcha pruebas para buscar la causa de los altos niveles de contaminación por óxido y dióxido de nitrógeno que apuntaban a Volkswagen por unas emisiones que superaban lo declarado entre 10 y 40 veces en sus motores diésel de dos litros.

Inicialmente, el fabricante alemán atribuyó la desviación a un problema del sistema informático de control del motor y llamó a revisión a casi medio millón de vehículos afectados que fueron vendidos en Estados Unidos y fabricados desde el 2009. Pero los controles posteriores llevados a cabo por el CARB detectaron que las emisiones de gases contaminantes habían mejorado ligeramente, pero continuaban muy por encima del máximo permitido. Ante la advertencia de la autoridad ambiental de bloquear las ventas de la marca, los directivos de Volkswagen acabaron confesando el secreto que guardaban: los coches iban equipados de serie con un motor trucado con un programa informático capaz de engañar a los inspectores en las pruebas habituales de laboratorio.

Se trata de una sofisticada evolución de los «dispositivos de desactivación» que el Gobierno de Estados Unidos ya prevé en su normativa medioambiental. «El dispositivo detecta si el vehículo está siendo probado o no en función de diversos factores, incluyendo la posición del volante, la velocidad del vehículo, la duración de la operación y la presión barométrica del motor», indicó la autoridad. Al detectar que el coche estaba siendo sometido a un test, el software reducía el rendimiento del motor desconectando el máximo de funciones para lograr unas emisiones mucho más bajas que las reales.

Pero las pruebas de Estados Unidos se llevaron a cabo con medidores portátiles aplicados en una situación de tráfico real, por lo que el dispositivo para burlar los controles no se activó y la trampa quedó al descubierto con unas emisiones de gases sin maquillar.