TURBULENCIAS BURSÁTILES

Más que bolsa, un casino

La falta de inversores profesionales llena de volatilidad el 'parquet' de China, que se desplomó un 30% en junio

Fiebre inversora 8 Sala llea de pequeños inversores en una oficina de bolsa de Pekín.

Fiebre inversora 8 Sala llea de pequeños inversores en una oficina de bolsa de Pekín.

AFRIÁN FONCILLAS / PEKÍN

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Fang Zhiliang arrastraba esta semana su alpaca para subastarla en el mercado con un cartel: «Jugué en bolsa y perdí. Ahora vendo un animal mitológico». Había hipotecado su casa y coches para invertir en bolsa y la alpaca, por la que pedía el equivalente a 20.000 euros, era su único recurso para pagar los estudios de su hija.

La foto compendia el drama del derrumbe de los mercados chinos. Las bolsas occidentales están dirigidas por gestores de fondos a quienes los inversores particulares confían su dinero al entender que dominan los entresijos del mercado. En China la dirigen 90 millones de pequeños ahorradores con conocimientos gaseosos y la certeza de que es una vía rápida y segura de multiplicar los ingresos.

Tradicionalmente así fue, especialmente en el último año: hasta el apocalíptico junio, cuando se evaporó casi la tercera parte de la capitalización, había crecido un 150%. El alza había atraído a estudiantes, amas de casa o jubilados, muchos de ellos jugándose la pensión o la hipoteca. El 80% de los hogares urbanos han invertido en bolsa, según Credit Suisse, que asegura que destinan el 30% de sus ingresos.

Sin profesionales

Zhang Qian, pequinesa de 28 años y empleada de IBM, sacó un 50% de beneficio en apenas dos meses a los 20.000 yuanes (casi 3.000 euros) que invirtió en septiembre. Reinvirtió las ganancias y hoy apenas le quedan 5.000 yuanes (733 euros). «Empecé a invertir porque todos mis amigos lo hacían, ganaban dinero muy rápido. Intenté estudiar el mercado, pero no hay reglas en China. También recibía noticias de colegas», afirma Zhang Qian por teléfono.

La opacidad del mercado chino agrava el cuadro. Aún en el caso de que un inversor quiera estudiarlo, los informes contables de muchas compañías carecen de credibilidad. Los rumores, los consejos en las redes sociales o de amigos y familiares acaban dirigiendo los parquets. Eso desemboca en la volatilidad extrema de la bolsa china, desdeñada como «un casino» por algunos analistas. La mayoría de inversores busca el beneficio rápido y carece de una estrategia. Los ataques generalizados de pánico y las ventas en bloque son habituales en tiempos convulsos como los presentes.

Muchos de los ahorradores privados han pedido créditos para comprar acciones, así que la caída de la bolsa empuja a los prestamistas a pedir más dinero en metálico para cubrir pérdidas. Los inversores tienen entonces que vender y el mercado acaba desplomándose.

La mayoría de pequeños ahorradores abrigaba la certeza de que Pekín detendría cualquier caída pronunciada para preservar la sacrosanta estabilidad social y hoy muchos le acusan de haberlos desprotegido. La incógnita es cuántos de esos ahorradores que ya saben que la bolsa también baja regresarán en el futuro.

Scott Kennedy,  experto en economía china del Centro de Estudios Internacionales Estratégicos, asegura que volverán porque los chinos siempre buscan oportunidades de inversión. «El error del Gobierno fue sugerirles que sus inversiones estaban seguras y no lo estaban. Debería rectificar ese principio y salirse del camino, entonces los inversores no podrán culpar a nadie más que a sí mismos», dice Scott Kennedy.