OPINIÓN

La luz mortecina

Los desequilibrios de la economía española se reducen, pero son aun reversibles

Josep Oliver, centro, entre Antoni Castells y Emilio Ontiveros, en mayo.

Josep Oliver, centro, entre Antoni Castells y Emilio Ontiveros, en mayo.

JOSEP-MARIA URETA

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En un ambiente de que todo lo que se previó para este año se cumple, quedan un par de anécdotas menores para repasar algunas de las proyecciones que se han elaborado para el 2015. La primera, cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció que la crisis es cosa del pasado y estas Navidades ya serán normales, todos a consumir. Tuvo que rectificar a los pocos días, presionado por la realidad de que los primeros que no se enteran de ello son los mismos españoles.

Aquella primera extemporánea afirmación del Presidente se atribuyó a los efectos de su reciente estadía en la cumbre Iberoamericana en Veracruz. Quizá ahí se gestó  el  viejo aforismo del periodista paraguayo Cristian Cantero: «Las estadísticas son al mundo lo que el poste al borracho. Sirven para sostenerlo, no para mejorarlo».

La segunda sorpresa, relativa, ha sido que el presidente del BCE, Mario Draghi, sigue sin responder a las expectativas (o sea, exigencias) del poderoso lobi financiero mundial. Esta semana ha habido dinero barato disponible para la banca privada europea, que debe andar saciada porque no ha agotado la oferta. Otra vez el discutido modelo de que el BCE  ha de poder sorprender a los mercados  frente a quienes le exigen  que sea previsible (forward guidance) en favor de sus intereses.

Ambos hechos pueden revisarse a la luz de los dos documentos más recientes del grupo de opinión de economía política europeG (www.europeg.com), impulsado por los catedráticos Antoni Castells, Josep Oliver, Emilio Ontiveros y Martí Parellada, y coordinado por la profesora Gemma García.

Primero, la principal novedad del 2015, el BCE se estrena como supervisor de la banca privada de la eurozona. No como se aspiraba en el control de supervisión (MUS) de toda la eurozona, y aún menos en la potestad suprema de liquidar bancos inviables (MUR). El mensaje de los académicos se merece ser leído con atención: la eurozona presenta un cuadro de dependencia del crédito bancario que no tiene parangón con los modelos de éxito del dólar y la libra, partidarios de la financiación directa en el mercado de capitales. Así  nos va en las bolsas.

La otra advertencia de este documento es  inquietante desde su título: el bucle diabólico. Los estados apoyan a sus bancos nacionales para eviar su insolvencia, estos se endeudan con el BCE y con ese dinero barato compran la  deuda de los estados. ¿Hasta cuándo?

Esa es la segunda parte. La profusa aportación que Josep Oliver puso a discusión entre un grupo de directivos de empresa y profesores de universidad sobre la solidez de la recuperación.  ¿Ya se ve la luz, como pretende el discurso oficial? No, aunque matizado. Hay luz pero mortecina (somorta, en catalán)  sobre los indicadores más fiables de la recuperación.

La clave sigue estando en la balanza de pagos, la que mide la solidez de una economía frente a sus competidoras. Hay 35 gráficos que lo ponen en duda. El principal, un año más, es el desorbitado endeudamiento público y privado de los españoles. Vale que se deba a la construcción («sin ella no habríamos crecido», admitió Oliver) pero esos excesos llevan a predecir  que el equilibrio de las cuentas públicas españolas no se alcanzará hasta dentro de 15 años.

¿Celebramos que la Navidad activará el consumo? Sí, pero recordemos que la balanza por cuenta corriente, la que salvaban exportaciones y turismo, vuelve a estar pintada de rojo. Quiere decir, simplificando, que la virtud de la precaución  que nos trajo la crisis -de la que los españoles no tienen ninguna culpa- puede revertir en  vicio en cuanto alguien confunda la luz mortecina  este año  con el sol radiante.

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