El llanto anónimo de Carmen de Vallecas

OLGA GRAU

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Carmen Martínez Ayuso lloraba angustiada en su casa del madrileño barrio de Vallecas el pasado viernes mientras aguardaba el desahucio. A sus 85 años, viuda, con una pensión de 630 euros al mes, se veía obligada a dejar su hogar de los últimos 50 años tras avalar un préstamo de su hijo Luis con un particular por 40.000 euros.

Con el rostro abotargado por las lágrimas, su enjuto cuerpo retorcido por la pena, vestida con una sencilla bata raída de ir por casa, agarró con las manos ajadas de tanto limpiar su bastón de madera y se fue renqueando con lo puesto a casa de la novia de su hijo en la que viven ocho personas.

El drama de Carmen logró congregar a un centenar de activistas de la PAH de Vallecas, pero no evitó el desahucio ni logró una alternativa donde realojar a la anciana. Eso sí, conmovió a la ciudadanía hasta tal punto que el entrenador del Rayo Vallecano, Paco Jémez, declaró ayer que su equipo, junta directiva, cuerpo técnico y jugadores ayudarán a Carmen en su drama.

La repercusión mediática debió de llegar al Gobierno via redes sociales. Porque casi a las ocho de la tarde, el ministerio de Economía emitía un breve comunicado en el que se comprometía a ayudar a la anciana a través del banco malo o del Fondo Social de Vivienda. ¡Menos mal!

Pero la calamidad de Carmen no es singular. En el primer semestre del año, todavía 19.075 familias perdieron su hogar en España, en su mayoría por hipotecas constituidas entre los años 2004 y 2008, en pleno boom de la vivienda, pero también por alquileres impagados. En España, el derecho a la propiedad está recogido por la Constitución. También lo está el derecho a una vivienda digna, lo que emana de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Son las administraciones públicas, y no la solidaridad de clubes de fútbol y particulares, las que deben hacer frente a esta lacra, a la vez que hacen compatible propiedad privada con derecho a la vivienda.

Y para ello, el Gobierno debería haber aprovechado la crisis para crear un gran parque de vivienda pública en el que realojar a todas las personas golpeadas por la crisis. La oportunidad de la reestructuración financiera se ha desaprovechado completamente. Los bancos han recibido millonarias inyecciones de capital a cambio de nada.

Un banquero reconocía en privado su sorpresa por el hecho de que el Estado no pusiera como condición innegociable, a la hora de adjudicar una caja quebrada, el entregar una parte de los pisos al FROB. El agujero del rescate hubiero sido un poco más grande. Pero ya que de todas maneras vamos a pagarlo entre todos, Carmen bien se lo merece.