OPINIÓN

Las nuevas 'Madame Bovary' del siglo XXI

OLGA GRAU

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El adulterio, sobre todo el femenino, ha dado lugar a grandes obras maestras de la literatura. La adúltera por excelencia, Emma Bovary, coleccionó en la novela de Gustave Flaubert (1857) una ristra de infidelidades hastiada de una vida tediosa y un marido aburrido que nada tenía que ver con los ideales románticos de los folletines que devoraba sola en casa. El escritor ruso León Tolstói retrató otra de las grandes infieles de la historia, Anna Karenina (1877), que no solo fue adúltera en la clandestinidad, si no que dejó a su marido por el Conde Vronsky para convertirse en una paria social de la alta aristocracia rusa. Y ya en el siglo XX, uno de los sonoros escándalos lo provocó la novela de David Herbert Lawrence El Amante de Lady Chatterley en el que la protagonista, Constanza, inicia una tórrida aventura con el guardabosques de la finca con el consentimiento tácito de su marido condenado a una silla de ruedas. Los detalles eróticos explícitos provocaron incluso su prohibición. Albert Cohen en el año 1968 escribió una historia magna que trasciende la de un simple adulterio, en la que relata la gran pasión vivida en la Europa antisemita entre Ariane, una aristócrata aria suiza, y Solal, un judío alto funcionario de la Sociedad de Naciones.

Todos estos relatos y muchos más han alimentado la imaginación de millones de lectores y han dejado claro que la infidelidad no solo existe y existirá, si no que, además, vende. Así que era solo cuestión de tiempo que estas oscuras pasiones dieran el salto al mundo virtual para convertirse en un suculento negocio.

Noel Biderman fue quien en el 2002 vio el filón en facilitar el contacto via web de usuarios que buscan engañar a sus parejas «en la nueva era de la infidelidad femenina». ¡Qué poco había leído a Flaubert o a Tólstoi!. Y bajo el eslógan «La vida es corta, tenga un affaire», fundó Ashley Madison, un espacio virtual de citas para ser infieles en el que los interesados pueden darse de alta y crear sus perfiles discretamente. Pero Biderman no contaba con que unos hackers informáticos, denominados The Impact Team, atacarían a la web dejando al descubierto la identidad de sus 37 millones de usuarios, lo que ha provocado un escándalo planetario, demandas de divorcio y dos suicidios de usuarios avergonzados. De paso, se ha sabido que la mayoría de los clientes de la web eran hombres y que la empresa se inventaba perfiles de mujeres para generar tráfico. No ha trascendido si estos piratas han dejado en el aire a los adúlteros por una motivación moral, cual nuevos baluartes de la decencia del siglo XXI. O si lo han hecho para tocar las narices. En todo caso, la infidelidad cuando se convierte en negocio no solo pierde glamour, si no que entraña peligros.