Las mujeres no quieren ser la 'Barbie' empresaria

OLGA GRAU

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La multinacional juguetera Mattel acaba de lanzar al mercado la Barbie Emprendedora con la que pretende estimular a las niñas a convertirse en empresarias, mujeres de negocios o emprendedoras de éxito en Silicon Valley. La muñeca/empresaria, que ya ha cumplido 55 años desde su nacimiento, mantiene sus característicos rasgos caucásicos e irreales: pelo largo rubio, cintura hiperestrecha, largas piernas y pechos prominentes. Viene pertrechada de un smartphone, una tablet y una maletín, anda con unos tacones de aguja imposibles, un vestido tubo color rosa chicle y un lujoso collar dorado.

Ya es de agradecer que Mattel haya ido evolucionando los prototipos de la Barbie para que, además de ser una princesa o una balarina ligera de ropa, haya desarrollado a lo largo de la historia 150 profesiones como doctora, buceadora o astronauta.

Sin embargo, la Barbie perfecta vestida de rosa, siempre peinada y maquillada, con uñas impecables y bisutería dorada no promueve la idea de esfuerzo y educación ni ninguna de las características asociadas al universo del emprendimiento, en el que las jornadas son maratonianas y las mujeres pagan un precio elevado por la dificultad de conciliar familia y trabajo y por las muy arraigadas actitudes machistas, especialmente en el mundo tecnológico.

La imagen irreal que se proyecta de la mujer triunfadora siempre encierra la misma trampa: da igual lo que haga mientras vaya arreglada y luzca preciosa. Y eso, precisamente, se vende como ventaja para después derivar en lo contrario. Un buen ejemplo es la historia de Sheri Atwood, una emprendora de Silicon Valley que fundó el negocio de nutrición infantil SupportPay. Madre soltera de 30 años, cuando empezó a buscar inversores tuvo que soportar todo tipo de recelos y preguntas personales por parte de los financieros, incluida la de si sería capaz de cuidar a su hijo y tirar adelante la empresa con éxito a la vez.

Finalmente, un inversor le recomendó que se tiñera su pelo, que era rubio, y se lo pusiera más oscuro para que la tomaran más en serio en las firmas de capital riesgo, según relató ella misma en el Wall Street Journal. Para Atwood, que al final logró financiación, su anécdota refleja hasta qué punto las mujeres son consideradas emprendedoras de segunda clase en Silicon Valley.

Los estereotipos de la Barbie han hecho mucho daño a la mujer, como también infinidad de martilleantes mensajes de la publicidad, el cine y los medios de comunicación. La caja de la Barbie Emprendedora luce el eslógan: «Las mujeres emprendedoras son líderes con grandes sueños». Sí, el sueño de ser una mujer a la que se le permita ser real, de carne y hueso, y tener éxito.