EL OFICIO DEL ECONOMISTA

La humildad del erizo

El profesor Alfredo Pastor reúne en un libro sus escritos sobre las causas y desarrollo de la gran recesión iniciada el 2007 Más que recetas, el autor propone cambios de mentalidad

Coloquio 8 Alfredo Pastor, entre Perico Pastor y Xavier Vidal-Folch.

Coloquio 8 Alfredo Pastor, entre Perico Pastor y Xavier Vidal-Folch.

J.-M. URETA
BARCELONA

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En octubre del 2008 preguntaron a Alfredo Pastor en Tribuna Barcelona cuándo se acabaría la crisis. La respuesta fue tan sencilla como ilustrativa: «Cuando sepamos lo que vale un piso». Habían pasado pocas semanas de la quiebra de Lehman Brothers y con una simple frase el profesor del IESE concretó que en el origen estaba la burbuja inmobiliaria y la mala praxis de los bancos -también los españoles- en la financiación de las hipotecas. Seis años después, el precio de la vivienda sigue inestable.

Creer así que el oficio del economista es anticipar acontecimientos con poco margen de error sería desconocer el contenido del texto, ya clásico, de Pastor publicado un año antes, el 2007, La ciencia humilde (Ares y Mares). Una obra donde el autor describe con precisión y términos asequibles los principios básicos de cómo funciona la economía de los países occidentales y los instrumentos de medición.

Con estos mimbres teóricos, Alfredo Pastor ha escrito centenares de textos en los principales diarios catalanes y de economía. Ahí están las lecciones del día a día y las explicaciones que puede dar economista atento. Ayer se presentó La hora del erizo (Elba), cuyo título parece un guiño de la editora Clara Pastor a su padre. Es una un aforismo del poeta Arquíloco de Paros siglo VII A.C.: «El zorro sabe muchas cosas, el erizo solo una, pero importante». Se puede sucumbir ante las explicaciones pomposas de las causas de la crisis y cómo salir de ellas, pero entonces se negaría la humildad de las prestaciones de la ciencia económica. Es el ilustrador Perico Pastor, hermano del autor, quien se confiesa «impermeable a la economía» pero que ante el esfuerzo por la claridad de estos textos «sientes que lo entiendes». Una veintena de dibujos a tinta china componen una obra singular: uno contempla el mundo sin prejuicios, lo razona y expone, el otro, deja unos trazos que lo completan.

Xavier Vidal-Folch firma el prólogo con mano exégeta y prosa cuidada. «Distancia, ironía y sencillez» atribuyó a Pastor. El análisis de cómo ha respondido la Unión Europea al reto de compartir soberanía de los estados es, para Vidal-Folch, una contribución destacada.

En una sala abarrotada de Casa del Llibre, Alfredo Pastor siguió ceñido a su discurso siempre afable e impregnado de sensatez (sabiduría, mal que le pese). Habló de la ars combinatoria de los empresarios, de las pocas certezas de los economistas: «Sirven para poner orden, pero los modelos solo son un punto de partida. No se ha de imponer nada». El libro es una invitación «a aprender economía para que no nos enreden». Es lo que deben saber los erizos desde hace siglos.