¿Hablamos en serio de desigualdad?

La desigualdad, con datos realmente inquietantes en España, es un problema político y económico, pero fundamentalmente social. Sus causas son múltiples y multidimensionales, de ahí que las respuestas, las soluciones, no puedan ser simples o frívolas.

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ELISABET GARRIGA

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Los recortes que han sufrido recientemente los presupuestos de la mayoría de fundaciones y oenegés del tercer sector no tan solo parecen haber afectado a los índices de la pobreza sino también a los de la desigualdad. Esta va más allá del análisis de la renta y comporta importantes aspectos de justicia, democracia y paz social. El fenómeno de la desigualdad preocupa -además de a la opinión pública- a dirigentes y organizaciones internacionales como el FMI o la OCDE, que ven crecer desajustes macroeconómicos estructurales globales.

La desigualdad es un problema político, económico pero fundamentalmente social; es un riesgo para la convivencia y para la democracia. A mayor disparidad de ingresos menos movilidad social y menor convivencia entre generaciones, entre clases sociales. Y, tal como sugiere el profesor de Harvard, Michael J. Sandel, «si la brecha entre ricos y pobres se hace muy grande empieza la separación en distintos barrios, medios de transporte, espacios públicos… No es bueno para la democracia, que no exige una igualdad perfecta, pero sí una cierta convivencia en espacios comunes entre los ricos y pobres, un sentido de ciudadanía y de bien común».

En España los datos sobre la desigualdad son inquietantes. Según Eurostat, el coeficiente Gini -uno de los índices generalmente aceptados que mide la distribución de la renta disponible de los hogares- ha aumentado en España, pasando del 0,319 en el 2007 al 0,337 en el 2013 (el coeficiente Gini posee un intervalo de 0 a 1, siendo 0 que todas las personas tienen la misma renta disponible, y 1 que una sola persona detenta toda la renta disponible (Corrado Gini, 1912). España es, en comparación a los países de la eurozona, el segundo más desigual, tras Letonia (0,357) y por delante de Portugal (0,345), Grecia (0,343) e Irlanda (0,330), países intervenidos por la troika, y lejos de Alemania (0,283), y del más igualitario Noruega, con un 0,227. Es más, mientras que en Portugal, Grecia e Italia durante la crisis disminuyó la desigualdad, en España aumentó.

¿Cuáles son las causas de la desigualdad? No existe una sola. La mayoría de estudios se centran en las económicas. El desempleo es un factor determinante y aquellos países con una tasa de paro elevada son más desiguales. España lo cumple a rajatabla, con la segunda tasa de paro más alta de la UE (22,7%) y con una crisis centrada en sectores de baja calificación como la construcción. No hay que insistir en que tenemos un nivel de desempleo juvenil realmente alarmante y con una tasa del 49,6% entre los jóvenes de 18 a 25 años.

Otro aspecto determinante es el que se establece entre la desigualdad de la renta y la retribución salarial. En la UE, el 75% de la renta de los hogares proviene de los salarios. Según el último estudio de ICSA grupo y EADA Business School basado en más de 80.000 salarios de muestra, durante los siete años de la crisis (2007-2014), los directivos españoles han visto aumentar su poder adquisitivo en 1,64%, mientras que cuadros y trabajadores han perdido el 7,83% y el 2,03%, respectivamente. Y lo más preocupante del informe es que parece consolidarse la tendencia a una progresiva dualidad entre directivos y el resto.

Un tercer aspecto relaciona la desigualdad con la corrupción que en España se ha incrementado. Thomas Piketty, señala que las sociedades donde c>h la desigualdad seguirá aumentando: siendo el número de funcionarios públicos, líderes políticos y empresarios corruptos y h, el número de funcionarios y políticos honrados. La desigualdad florece en sociedades donde no hay sistema de incentivos, reglas e instituciones que hacen que la corrupción no dependa solamente de tener gente honesta en el gobierno, sino que también cuenten con procesos y sistemas de detección y castigo de conductas corruptas.

Ahora bien, ¿estas causas son las únicas? Parece que hay muchas más, no tan solo de tipo económico sino también de tipo cultural y social; parece que son múltiples, multidimensionales e interrelacionadas.

Ligada a la respuesta de las causas de la desigualdad aparece la pregunta de las soluciones. ¿Cuáles podrían ser? La lucha contra la desigualdad debe ser compleja y multidimensional, hay que poner todo nuestro ingenio, conocimiento y saber para pelear contra ella. No puede ser una solución simple o frívola basada en un análisis de las causas con soluciones duales, o de una sola causa, de la misma manera que la lucha contra la pobreza tampoco lo puede ser. Ni los pobres son emprendedores natos ni unos vagos que no quieren trabajar. Hay que combatir ciertos tópicos y clichés. Hay que luchar contra las soluciones simples tanto desde la izquierda como desde posiciones más conservadoras.

Necesitamos una comprensión más rica, más sofisticada de la vida económica y social de las personas (y en especial de los pobres) y de las intervenciones tanto de política pública como del tercer sector en el tema de la desigualdad y también de la pobreza. En la línea de lo que propone Esther Duflo, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2015, hay que acercar herramientas de investigación experimental rigurosas y científicas, para ver qué intervenciones funcionan y cuáles no a la hora de reducir tanto la desigualdad como la pobreza.

Para ello hay que dejar de lado la fijación en las grandes preguntas abstractas, como ¿cuál es la causa principal de la desigualdad?, ¿cuál es el papel de la ayuda al desarrollo?, y descomponerla en preguntas específicas y concretas en ámbitos claves como la educación, nutrición y salud para poder testear los programas y políticas, midiendo el impacto social y económico tanto en desigualdad como en pobreza. Y sobre todo destinar recursos al estudio y al conocimiento para comprobar con rigor qué funciona en nuestra sociedad. En esta lucha deben estar representados no tan solo fundaciones y oenegés sino más grupos de interés -empresas, gobierno, instituciones académicas- para que la solución sea global y tenga en cuenta de facto esta complejidad de factores.