INTANGIBLES

La externalización y las grietas

JORDI ALBERICH

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Hace pocos días, al abonar mi consumición en un vagón cafetería del AVE, observé que dicho servicio de restauración no era prestado por empleados de RENFE, sino que lo era por personal de una compañía de servicios. Un ejemplo de externalización, esa práctica cada vez más habitual en el mundo empresarial y en la Administración, y que favorece la conformación de grandes grupos empresariales en el ámbito de lo que se conoce como  'facility services'. Curiosamente observaba esta circunstancia mientras leía acerca  de la constitución de la  asociación de limpiadoras de hotel, las autodenominadas 'kellys', con el fin primordial de protestar contra una externalización que va en aumento en su sector y que, señalan, conduce al deterioro y precariedad laboral. Pensando, iba recordando muchos casos cercanos de prácticas de externalización.

Entiendo que ésta adquiere su sentido cuando se da al menos una de las tres circunstancias siguientes: la existencia de un mercado laboral muy rígido; la temporalidad del servicio que se externaliza; o la elevada especialización que exige la prestación de dicho servicio. ¿Se da alguna de estas circunstancias en los casos señalados?  Yo no detecto ninguna. Y  lo mismo, a buen seguro, sucede en una parte no residual de los ejemplos que podamos recordar. Sin duda, hay razones objetivas de diversa índole que justifican el recurso a esta alternativa, plenamente legal. Pero, en cualquier caso, me permito dos consideraciones.

De una parte, el uso excesivo de esta práctica no resulta ni justo ni rentable a medio plazo. En un mercado laboral flexible y en un mundo en que la gran empresa detenta mucho poder, a ésta le corresponde ir más allá de cumplir la ley y adornar su actuación con unas notas de responsabilidad social corporativa. Su cometido es fomentar la creación de empleo estable, vinculando  al empleado con aquella empresa para la que realmente trabaja. Ese vínculo resulta fundamental, pues sin él una persona ni acabará de encontrar su sitio ni se sentirá parte del sistema y, además, tampoco podrá contribuir a que la maquinaria del modelo en su conjunto funcione.

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De otra, en muchos casos, políticos y directivos son influenciados en exceso por corrientes de opinión dominantes en 'business schools' y universidades de prestigio que, por un lado, hablan de ética y responsabilidad y, por otro, loan como valor en si mismo la externalización.

La base legitimadora del buen capitalismo es ofrecer estabilidad y dignidad en el empleo, lo cual es perfectamente compatible con elevadas ganancias para quien sea capaz de generarlas. Pero, de manera lenta y a menudo imperceptible, determinadas prácticas van agrietando ese  modelo. El abuso innecesario de la externalización es un ejemplo paradigmático. Reparar esas grietas no será tan sencillo.