RALENTIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

Europa sigue malherida

MONTSE MARTÍNEZ / BRUSELAS

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Si algún día se atisbó, la recuperación económica en los 18 países que comparten el euro peligra seriamente. La eurozona continúa malherida y el pronóstico no es nada halagüeño, a juzgar por los indicadores y las decisiones tomadas por los timoneles de la economía europea en las últimas semanas.

El fantasma de una tercera recesión -el término anglosajón triple dip ya empieza a ser cada vez más familiar entre los expertos- planea sobre una zona euro que no crece, tiene una inflación peligrosamente baja -0,3%- y unos índices de paro, sobre todo juvenil, que quitan el aliento.

Solo unos pocos datos son suficientes para ilustrar una realidad con muchos nubarrones en el horizonte. El producto interior bruto (PIB) de la eurozona se estancó en el segundo trimestre después de crecer un leve 0,2% entre enero y marzo y, lo que es más preocupante, Alemania, motor por excelencia de la economía europea, se contrajo un 0,2%, fruto del debilitamiento de las exportaciones. De ahí, la necesidad de bajar la cotización del euro -demasiado alto con respecto al dólar-.

Junto a Alemania, Italia y Francia también contribuyeron al estancamiento. Datos que ilustran que el corazón económico de Europa late más lento y sin demasiada fuerza. Cierto es que países como España y Holanda, que han crecido, abren la puerta al optimismo pero son un pequeñísimo grano de arena en un desierto muy árido.

En este contexto, se impone la reflexión de si la austeridad ha valido la pena o hay que revisar la fórmula que tanto coste social ha tenido para la ciudadanía.

La cuestión no es baladí y los expertos están en ello. Es el debate económico que ahora recorre Europa: si ha llegado la hora de finiquitar la concepción de la austeridad a rajatabla, con la cancillera alemana Angela Merkel como máxima exponente, para buscar fórmulas de inversión que activen el crecimiento y el empleo pero que, a la vez, no acrecienten desmesuradamente la deuda de los países. Han sido dos de los grandes de Europa, Francia e Italia, los que han dado un puñetazo en la mesa para dejar claro que así no se puede continuar.

Especialmente ellos, que no cumplirán, ni de lejos, las obligaciones en cuanto al déficit se refiere previstas por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento a los que están sometidos los Estados miembros de la UE .

Bajada histórica de los tipos

Un reflejo de la gravedad de la situación fueron las decisiones adoptadas por el Banco Central Europeo (BCE) a principios de mes. Su presidente, el italiano Mario Draghi, sorprendió al anunciar una bajada de tipos de interés hasta el 0,05%, cuando parecía que ya se habían agotado todos los adjetivos cuando, previamente, se fijó en el 0,15%. Pero las medidas del banco guardián de la estabilidad del euro fueron más allá y cruzaron una línea hasta ahora infranqueable. Siguiendo la senda de la Reserva Federal de EEUU (Fed), de la que Alemania no quiere ni oír hablar, Draghi anunció que el BCE comprará deuda -titulizaciones respaldadas por créditos (ABS)- con el objetivo de reactivar el crédito.

Pero el presidente del BCE hizo especial hincapié en lo que constituye el segundo pilar del mismo debate. "La política monetaria y fiscal no tiene el mismo efecto si no va acompañada de reformas estructurales", abundó Draghi para hacer un llamamiento a cada uno de los países de la zona euro a emprenderlas.

Fue el asunto central de la  reunión informal del Eurogrupo -ministros de Economía de la zona euro- y del Ecofin -titulares de Economía de toda la UE- celebrada hace poco más de una semana en Milán, donde también se abordó cómo abrir el grifo de la inversión.

Valls y Renzi, en apuros

Francia e Italia arrancaron el compromiso de flexibilizar los plazos de cumplimiento del déficit con el compromiso de acometer reformas profundas. La cuestión no es nada fácil. Solo hace falta ver las tremendas dificultades del primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, para tirar adelante su plan de reformas, incluso dentro de su propio partido, y las de su homólogo italiano Matteo Renzi, que ha topado con enormes resistencias una vez ha pasado de las reformas cosméticas a las de calado.