Tribuna

Eurobonos e 'hispabonos'

Las banderas de los países de la Unión Europea en una cumbre celebrada en Barcelona.

Las banderas de los países de la Unión Europea en una cumbre celebrada en Barcelona.

Andreu Mas-Colell
'Conseller' de economia i coneixement

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Vivimos un verano complejo para la economía europea y mundial. Los ataques a la deuda soberana han reaparecido con relación al Reino de España y han abierto un nuevo frente de intensidad inesperada en Italia. Incluso Francia se ha empezado a situar en la primera línea de defensa de la eurozona. Si añadimos que las manifestaciones de debilidad de las economías americana y europea han impulsado ha la baja sus bolsas, concluiremos que la prudencia aconseja actuar como si esto no fuera una nube de verano y como si nos viéramos abocados a un otoño difícil.

Hay entre los expertos bastante consenso en que una resolución efectiva de la crisis de deuda soberana europea pasa por una mayor integración fiscal de la eurozona y, en particular, por alguna forma de eurobono. Este es un término genérico que se refiere a instrumentos de crédito que disfruten de alguna garantía colectiva de los estados.

A corto plazo ya estamos en camino de aplicar versiones parciales, aunque imperfectas, del eurobono. En efecto, la ampliación de competencias que, en la cumbre del 21 de julio, recibió el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF) lo convierten en la práctica en un mecanismo de responsabilización colectiva afín al eurobono. Por eso es vital que los parlamentos de los diferentes estados de la eurozona aprueben las decisiones de la cumbre antes de finales de septiembre. Y, como es vital y urgente, es previsible que así sea: Europa avanza a golpe de crisis y siempre acaba reaccionando, con poca contundencia, in extremis, pero lo acaba haciendo.

El temor alemán

Ahora bien, la EFSF no tendrá la envergadura óptima y el avance hacia una implantación potente del eurobono choca con la oposición alemana (de hecho, franco-alemana) y de otros países del norte de Europa. Alemania piensa que acabaría pagando más por su deuda, aunque hay que decir que su oposición ha evolucionado desde la radicalidad («nunca») a una posición más suave («solo al final del camino y solo después de que todos tengan la casa en orden»), y también que su opinión pública no es unánime en este tema. En contraste, los países que están pagando primas de riesgo significativas, entre ellos España, son favorables al eurobono. Es cierto que el eurobono encarecería el coste de la deuda de los ciudadanos alemanes. Al fin y al cabo, la garantía colectiva del eurobono constituiría una transferencia de reputación desde Alemania (simplifico) a otros países. No es evidente, sin embargo, que este efecto no se pudiera compensar. Lo que realmente importa para la política europea de superación de la crisis es el coste agregado de la deuda total que Europa debe emitir. Una garantía colectiva no encarecería, al contrario. Y, por tanto, debería haber margen para que todos ganásemos. Alemania también teme que la disponibilidad de crédito a tipos más favorables de lo que tocaría relajaría la disciplina fiscal de los países receptores (es lo que se llama efecto de riesgo moral). Esta es una preocupación legítima, pero abordable vía acuerdos multilaterales que incluyan mecanismos de sanción. En Berlín también inquietan los efectos inflacionistas, pero esta no debería ser una preocupación principal en estos momentos.

Una pregunta de interés es si los países beneficiarios de la existencia de un eurobono lo podrían reclamar como un derecho de sus ciudadanos. Sin entrar en una discusión jurídica, parece claro que no lo podrían hacer con mucha fuerza. Los ciudadanos de estos países pueden argumentar, con razón, que su participación voluntaria en la eurozona representa para Alemania una garantía de que las industrias de sus países no competirán devaluando la moneda. Pero el hecho de que el concepto de contribuyente europeo sea prácticamente inexistente debilita mucho cualquier reclamación basada en derechos de ciudadanía. El ciudadano de la UE no paga impuestos europeos (o solo lo hace residualmente).

Unidades fiscales

También nosotros, el Reino de España, tenemos varias unidades fiscales, la administración central y las autonomías, que emiten deuda. El diferencial de tipos entre la deuda autonómica y la deuda estatal es significativo, y eso, claro, es un coste que pagan los contribuyentes. En paralelo a la situación europea, tampoco ahora la Administración central es partidaria de la emisión dehispabonoso, lo que sería lo mismo, que haya un margen de garantía estatal para los bonos autonómicos. Las razones son idénticas a las que defiende Alemania: encarecería su deuda. Pero, de hecho, la posición de las autonomías es peor que la de los estados en Europa, ya que, como he indicado antes, una forma de eurobonos ya ha surgido en forma de EFSF y este solo lo pueden utilizar los estados. Las unidades fiscales subestatales quedamos a la intemperie y, relativamente hablando, lo estamos más que antes. Es una distorsión que habrá que reconducir. Porque, además, hay una diferencia importante entre el caso europeo y el del Estado español. Aquí sí que podemos argumentar, con fuerza y convicción, que elhispabonoes un derecho, ya que aquí sí que los ciudadanos de las autonomías contribuimos a las finanzas del conjunto. Con la falta de avales nos estamos penalizando a nosotros mismos. Con la falta de avales, la Administración central está penalizando a sus propios contribuyentes.

Sería una paradoja que ahora que en la eurozona empieza a abrirse la perspectiva de establecer mecanismos de seguro mutuo entre los estados miembros, hubiera estados que los rechazaran para su estructura fiscal interna.