La espera del día siguiente

El debate es tan antiguo como la humanidad, probablemente. ¿Es mejor no esperar nada para no verse frustrado? Hay ilustres partidarios de esta tesis, como el cordobés latino Séneca: «Quien no tiene que esperar, de nada debe desesperarse». Pero, ¿no resulta triste e insulsa la vida sin esperanzas? «Es necesario esperar, aunque la esperanza haya de verse siempre frustrada, pues la esperanza misma constituye una dicha, y sus fracasos, por frecuentes que sean, son menos horribles que su extinción», aseguró el gran pensador inglés del XVII Samuel Johnson.

Los inversores son partidarios de lo segundo. Pero, ¿qué sucede cuando algo largamente ansiado se consigue? Pues se corre el riesgo de sentir una sensación de vacío, aunque esta se puede combatir generando nuevas esperanzas o disfrutando de los efectos de la ya cumplida.

En ese punto nos encontramos esta mañana, después de que ayer el Banco Central Europeo (BCE) cumpliese ampliamente e incluso superase en algunos aspectos la expectativa creada en el mercado sobre su programa de compra de deuda pública. La perspectiva de ese plan es la que ha inflado de vientos compradores las velas de los inversores en las últimas sesiones y ahora toca ver qué pasará.

Por lo visto ayer, la recepción no pudo ser mejor: el Ibex 35 -apoyado también por los datos de empleo-subió el 1,7%, hasta los 10.510,6 puntos, mientras que la prima de riesgo se desinfló hasta los 94 puntos básicos y el euro, a 1,14 dólares, niveles de octubre del 2003. Veremos si sigue la racha o no.