INTANGIBLES

«Encima de madres, apaleadas»

ESTHER SÁNCHEZ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Me pregunto cómo puede haber alguien que considere razonable que en una entrevista de trabajo, la candidata acabe confesando que se ha ligado las trompas y que la empresa puede estar tranquila porque no puede tener más hijos. ¿Conocemos de algún caso en que un varón haya hecho lo propio y haya informado detalladamente a su reclutador, en la fase final de su proceso de selección, que se ha sometido a una vasectomía?

Deberíamos sonrojarnos por el hecho de que la mayor parte de mujeres que se enfrentan a procesos de selección deban responder a preguntas tales como «¿tiene pareja o está casada?» o «¿le gustan los niños?», «¿qué planes familiares tiene?» o «¿si tuviera que escoger entre trabajo o familia, qué escogería?». Más aún, es escandaloso que esas mismas preguntas no se realicen a los candidatos varones. Y definitivamente, es de un cinismo inaceptable que se argumente que es natural que sea así, porque son las mujeres las que asumen normalmente el cuidado de familiares y ello impacta en su dedicación y productividad.

En este contexto, es importante que no olvidemos algunos básicos. Y más, después de que recientemente una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias haya condenado a una empresa por incluir en su proceso de selección este tipo de preguntas y de que no haya contratado a una candidata que, aún siendo competente, era madre de dos hijas, un defecto profesional que no tenía, pese a ser peor, la candidata que finalmente resultó elegida.

Una sociedad sólida se forja desde el respeto absoluto a las personas que la integran y desde la asunción consciente de que las tareas y funciones que redundan en su beneficio deben compartirse. Nuestra intimidad no puede claudicar ante un proceso de selección, porque la situación familiar y personal de cada uno es ajena a los conocimientos y competencias que requieren la mayor parte de trabajos que se ofertan.

El peso de los estereotipos que discriminan a las mujeres por su potencial de gestantes y cuidadoras es indecente, mezquino y miope. Porque relega a un segundo plano las emociones y la calidad de las relaciones interpersonales, porque alimenta espacios desde los que el poder se lucra a costa de la dependencia y porque dilapida talentos.

Frente a ello, nos queda la educación, el cambio cultural, la resistencia y el poder de la ley, cada uno con sus tempos y su dispar impacto. Me detengo hoy en este último, con un ánimo claro de denuncia. La condena que falló el Tribunal en el caso de Canarias fue el de una indemnización de 3000 euros. ¿Esto es lo que vale la igualdad? En cualquier caso, este es el coste empresarial por discriminar. ¿Dónde queda el papel coercitivo y disuasorio de la ley?