La diferencia entre Jordi Pujol y Rita Barberá

SALVADOR SABRIÀ

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Mientras el círculo de las investigaciones sobre presuntos casos de corrupción se hace cada vez más pequeño en torno a la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá,Rita Barberá los casos judiciales que pesan sobre el expresidente de la Generalitat de Catalunya Jordi Pujol y toda su familia avanzan inexorablemente. Esta semana pasada se ha visto una imagen que muchos catalanes nunca pensaban que verían: el 'expresident' más votado de la democracia declarando ante la Audiencia Nacional acusado de blanqueo de capitales y además, realizado, según las pesquisas del juez, mediante una organización criminal de la que formaría parte toda la familia. Lo que se inició como una causa muy politizada se está convirtiendo en un escándalo económico en el que cada día que pasa aparecen nuevas pruebas contra los acusados.  Podría ser el argumento de una película de serie negra, pero es la realidad.

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Cuando se aclare todo, si es que algún día se logra, se podrá saber con más o menos exactitud el importe del dinero defraudado al fisco –sería la parte menor de todos los procesos que hay en marcha contra el clan Pujol- y, quizá, si se cobraron a empresas comisiones ilegales que acabaron encareciendo obras públicas. En todo caso, a pesar de las abultadas cifras que han ido saliendo en los medios de comunicación, las que se han incluido en los escritos de la fiscalía o de los jueces instructores son bastante menores que las de otros casos de corrupción destapados en estos últimos años. El problema de Pujol es que el reconocimiento del mantenimiento durante más de 30 años de una cuenta secreta de la familia en Andorra –sea o no toda la verdad- se ha cargado su pátina de político que hacía prevalecer los valores positivos de la sociedad por encima de todo, que se sentía con el poder y la necesidad de dar lecciones al pueblo y a los otros políticos, o que no dudó en atribuir las investigaciones sobre su patrimonio a “Madrid” o a los que solo pensaban en destruirle para frenar el avance de una Catalunya menos dependiente.

De nuevo, como en una buena novela negra, en la última página del libro un detalle convierte al que había sido el bueno de la trama, el incorrupto, el guardián de la ley, en el auténtico villano. Y esas frases obligan al lector a rehacer mentalmente toda la trama leída hasta aquella página y a resituar a todos los personajes en un nuevo papel. Eso es lo que ha sucedido con Pujol. Mucha gente mayor que lo admiraba incluso lloró al ver los efectos de su autoconfesión de defraudador. Difícilmente pasará lo mismo si un día acaban imputando a Rita Barberá. Es esta gran diferencia entre el Pujol moralista y otros políticos, precisamente, la que convierte en más grave e indignante el comportamiento real del 'expresident'.