El desplome de los precios en España anima la venta de barcos de segunda mano a extranjeros

La crisis obliga a malvender embarcaciones y fomenta los abandonos en los puertos deportivos

EDUARDO LÓPEZ ALONSO / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No hay sonda capaz de detectar el fondo de la crisis más profunda del sector náutico español. La matriculación de embarcaciones cayó en el primer trimestre más de un 33% en España, más de un 62% en Barcelona, y solo el mercado de ocasión es capaz de mantener los ingresos de los comerciales dedicados a la venta de embarcaciones. Por cada barco nuevo que se vende, se compran cinco de ocasión o usados.

Nunca los tópicos se ajustan tanto a la realidad como en el sector náutico, donde vender un barco es un reto, y ser propietario es asumir un serio problemón en tiempos de crisis. El día más feliz del afortunado propietario de un barco es aquel en el que lo compra... y el día que lo vende. No por sabida, la frase es menos fidedigna en estos momentos. Al socorro de la situación aparecen los salvavidas exteriores, en forma de compradores extranjeros que están aprovechando la depauperada situación económica española para preparar un agosto embarcados en gangas flotantes. Y es que los precios han caído y los diferenciales con el resto de Europa superan el 30% en la mayoría de los casos. Compradores franceses, rusos y sobre todo alemanes han descubierto las mieles de la crisis española en la costa y, si tienen sueldos europeos, pueden navegar en nuestras aguas turbulentas a precio africano.

Según la Asociación Nacional de Empresas Náuticas (ANEN), la situación del sector en España es "delicada" con matriculaciones tan escasas que las variaciones mensuales no muestran en realidad lo que sucede en el mercado. Los picos de ventas son constantes e impredecibles, "como así ha ocurrido en los últimos cinco años", al alza y a la baja. La industria náutica, los puertos deportivos y la industria y el comercio auxiliares facturan unos 18.000 millones de euros y dan trabajo directo e indirecto a unas 100.000 personas, pero la inestabilidad y un régimen fiscal duro limitan las posibilidades de recuperación.

La salida de la crisis actual es complicada. Pasado el boom económico, en el que se quiso impulsar la patraña de que tener un barco no era tan caro, la realidad es que la esperanza se centra en las ventas a esos extranjeros y los servicios de mantenimiento. Por otro lado, la esperada revisión de las titulaciones, en la línea de que no sea necesaria matemática avanzada para hacerse con el timón de un barco, podría animar la náutica piramidal española con la llegada al pantalán de nuevos aficionados. Siempre queda la posibilidad de comprar un anexo, un kayak o un inflable (por supuesto made in China), que para el caso sirve lo mismo en el mundo de la náutica simbólica.

El lastre fiscal

Los megayates siguen a su ritmo, con la autonomía de siempre, mientras el grueso de la flota (menos de ocho metros de eslora de flotación, el 80% del mercado) necesita una dotación extra de medidas de seguridad y apoyo para no encallar. En el capítulo fiscal no se encuentran grandes refuerzos y la barrera de los ocho metros de eslora implica todavía superar el 21% impositivo con otro suplementario 12% que hace que comprar un barco nuevo suponga pagar una tercera parte a Hacienda. En el Mediterráneo navegan unas 5.000 embarcaciones de más de 25 metros de eslora y en torno a media docena se venden en España al año. Pese a ello hay un gran negocio en torno a ellas.

Pese a la crisis, los barcos nuevos no son mucho más baratos, ya que cuesta lo mismo su construcción. Pero las embarcaciones de la década pasada necesitan arreglos para seguir a flote con garantías, y ese es el negocio. Se calcula que los costes de mantenimiento de una embarcación equivalen al 10% de su precio de adquisición al año. Y que por cada millón de euros de barco construido se generan seis millones para la economía durante su vida útil (megayates). Ese es el negocio que queda. Y el del bricolage. Se diría que los patrones de embarcaciones asumen cada día más el de grumetes y mecánicos.

Abandonos en los puertos

Como consecuencia de la crisis, empieza a haber más abandonos de los soportables en las marinas españolas. Ya no es solo la falta de antifouling (la pintura especial para el casco que permite evitar el verdín y la fijación de moluscos), es que aseguran que ya no se pagan ni los pupilajes del amarre en puertos deportivos. Una venta a tiempo a un ruso o un alemán soluciona el asunto a cualquier precio. Mientras tanto, los barcos parecen más segundas residencias flotantes que sueños de regatistas o pescadores contumaces, y están más amarrados que en ceñida.

El mercado existe

Pese a la drámatica situación, el navegante de sillón y los otros siguen atentos a lo que pasa. La revista 'Náutica y Yates' es un ejemplo de ello, con más de un centenar de páginas, publicidad generosa y lectores, pese a haber aparecido en los quioscos en plena crisis. El editor de la revista, Luis Bosch, destaca la importancia de las ferias de ocasión en el mercado actual y la venta de embarcaciones a extranjeros. El mercado interior existe, pero está agazapado ante los terrores de una realidad que deja los lujos y los sueños arrinconados hasta la llegada de vientos portantes, esos que llegan por la popa y permiten relajar el control del timón y mirar al horizonte con tranquilidad.