Desarrollo económico y ciudad

Hay margen para las políticas locales que tenga impacto en términos de desarrollo económico y social. Estas deben responder y ser coherentes con una apuesta política valiente hacia el modelo de ciudad que cada gobierno local defina con sus ciudadanos.

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¿Existe un espacio real para las políticas de desarrollo y promoción económica a escala local? Sin duda, las variables que influyen en el desarrollo económico de un territorio son muchas y gran parte de ellas, por su carácter global, escapan al control de los gobiernos locales e incluso de los estatales. Aun así, hay margen para una política local que pueda tener impacto en términos de desarrollo económico y social, una política que pueda reforzar las potencialidades endógenas del territorio y que sea capaz de generar incentivos para el desarrollo.

El punto de partida debe ser una apuesta política: el proyecto o modelo de ciudad que se quiera construir. Pero definir este modelo no es nada fácil: para los actores políticos y sociales presentes en la arena local, existirán diferentes modelos de ciudad alternativos e incluso contrapuestos, que en constante competencia y defendidos por sus respectivas coaliciones intentarán imponerse sobre los demás. Uno de los retos más difíciles para un gobierno local es articular un consenso social suficiente para que su proyecto de ciudad, aquel que defendió en su propuesta electoral, pueda desarrollarse. No es tarea fácil, pero de ello depende sentar las bases de una acción municipal estratégicamente coherente. Por otro lado, tener claro cuál debe ser el proyecto de ciudad es la forma de alinear los programas de actuación de las distintas concejalías, de forma que persigan unos mismos objetivos a través de unos mismos valores.

Los tres principios

Utilizar los principios de lo que se ha venido a llamar Gobierno abierto puede ser una buena forma de favorecer la generación del consenso necesario para articular una propuesta compartida de lo que debería ser el proyecto de ciudad. Tres son los principios que inspiran este modelo de gobernanza: en primer lugar, supone el fomento real de la participación activa (no solo retórica) de la ciudadanía en los procesos de definición e implementación de las propuestas políticas. En segundo lugar, implica una la disposición del gobierno local para colaborar también con empresas, asociaciones y demás agentes sociales, en la gestión de los asuntos públicos, comprometiéndolos así en lo común. Por último, supone la voluntad política real de ser transparentes y de rendir cuentas sobre lo que se quiere hacer, sobre cómo se hace y sobre el resultado real que se consigue.

También la planificación estratégica, por lo que supone de proceso de generación de debate, consenso y compromisos, es útil como instrumento para articular una visión sobre el modelo de ciudad. Aquí, se consensúan un conjunto de prioridades estratégicas, que se concretan en líneas de acción y estas a su vez en programas operativos de los que se responsabilizan tanto el gobierno local, como el resto de actores que participan en el proceso.

En cualquier caso, definida la apuesta por un modelo de ciudad, las políticas de desarrollo que se articulen, deben ser coherentes con esta. Su objetivo es incidir, en una misma dirección estratégica, en factores que determinan el desarrollo territorial, como los son las infraestructuras físicas y sociales, el capital humano o el entorno medioambiental. Potenciar las fortalezas del territorio o de disminuir sus debilidades en estos factores, son los objetivos básicos de las políticas de promoción económica y desarrollo local. Como conjunto de instrumentos de política pública, podemos mencionar algunos ejemplos de este tipo de políticas:

Intervención en infraestructuras físicas: el desarrollo de servicios de transporte que tengan como objetivo la vertebración de la cohesión interna del territorio y la facilitación de su conexión exterior; la articulación de redes de equipamientos municipales que actúen de forma coordinada; el fomento de la implantación de tecnologías de la información mediante el uso por parte del gobierno local de sistemas Smart City; la utilización de la planificación urbanística como eje potenciador del desarrollo de estas infraestructuras tecnológicas.

Programas medioambientales: una buena planificación infraestructural debe considerar en especial la sostenibilidad medioambiental del entorno, conjugando el crecimiento con la preservación de los medios naturales, y apostando por el uso de las tecnologías de la información como forma de disminución de los costes energéticos.

El fomento del capital humano: este puede articularse a través de políticas clásicas de formación, de dinamización empresarial, de asesoramiento o de promoción de la ocupación, u también a través de programas más novedosos como el apoyo a infraestructuras y redes sociales o fomento de iniciativas de innovación social  y generación de entornos de inclusión.

Volviendo al principio: ¿existe un espacio real para las políticas de desarrollo y promoción económica a escala local? La respuesta es afirmativa y además creemos que este tipo de políticas deben responder y ser coherentes con una apuesta política valiente hacia el modelo de ciudad que cada gobierno local defina con sus ciudadanos.