Piel
Contento estaba el ministro Cristobal Montoro en su cuarto año de mandato en las cuentas públicas al poder anunciar que su misión casi ha terminado: llegó en el 2012 para domesticar un déficit público alarmante y lo ha domesticado al gusto de las autoridades europeas. A martillazos, pero con aquel martillo de juguete que por un lado es un fuelle de plástico con bocina jocosa y por el otro de material duro. Montoro ha zurrado a las autonomías con guante de hierro y a los allegados a su ideología y su antiguo despacho con guante de seda.
¿Lo ha cuadrado al gusto de Bruselas? Sí, entre otras cosas porque en la capital europea ya están, desde hace tiempo, con otras varas de medir que no son el déficit, porque cuando sí lo era ya se encargó Eurostat, la respetada oficina de la ortodoxia estadística, de sacar los colores a las trampas de maquillaje de fin de año que aplicaron los empleados del ministerio en el 2012 y 2013. Pero en el 2015 electoral, con el PP en aprietos y sus estrategas de ocsión pidiendo a los ministros que se pongan en la piel de los ciudadanos, Montoro ha regalado el exabrupto de que él está para dar datos de crecimiento, no dar cariño. ¿Crecimiento? ¿Del paro y de la deuda pública desde el 2012? El elefante también tiene piel.
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