OPINIÓN

Decisiones que son de recibo

La factura eléctrica carga al usuario los errores de gestión o de regulación

Vista general de la central nuclear de Ascó II, junto al rio Ebro, durante una de sus paradas en el 2007.

Vista general de la central nuclear de Ascó II, junto al rio Ebro, durante una de sus paradas en el 2007.

JOSEP-MARIA URETA

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Es una lástima que depositar diarios del día junto a las primeras piedra de edificios, que hacen la delicia de los políticos de turno, caiga en desuso. En el 2044 habría auténtica curiosidad, entre quienes escarbaran en los cimientos de una construcción del 2014, por descifrar el BOE del 4 de octubre de ese año, según el cual los usuarios del gas (si todavía lo usan los hogares dentro de 30 años)  pagarían en su recibo mensual un experimento extraño y disparatado frente a Alcanar (Catalunya) pero dependiente de Vinaròs (Comunidad Valenciana) llamado Castor.

Si un  descubridor de esas curiosas hojas de papel impresas indagara en la prensa de aquellos mismos días, se encontrará la documentada crónica de Carles Cols publicada por EL PERIÓDICO el pasado domingo, día 19, sobre el 25 aniversario (1989) del accidente nuclear de Vandellós I. Aquella magna improvisación (jamás contada en sus riesgos reales) acabó con un modelo de centrales nucleares de construcción francesa y rectificó levemente el modelo de suministro energético español. Pero siguió incólume, hasta hoy, la estructura del poderoso lobi empresarial del sector.

Por completar, falta la crónica no escrita de la relación entre el presidente de Fecsa, Luis Magaña,    y el de Enher, Alfred Pastor, aquella noche  de octubre de 1989. Ambas compañías compartían la propiedad de Vandellós I (Hifrensa), y alternaban la presidencia semestral. El relevo era el 18 de octubre. Repartir culpas para ocultar el desastre alimentó el desconcierto.

Enher y Fecsa hoy son Endesa, propiedad del estado italiano a través de Enel, que pagó 40.000 millones de euros por la energética española. Esta semana ha recuperado buena parte de la inversión con la operación de compra de los activos de Endesa en Suramérica. Que aquellas inversiones se hicieran con lo que los españoles abonaban en su tarifa no ha motivado ninguna preocupación gubernamental.

Veinticuatro años después de  Vandellós I, el 24 de septiembre del 2013, sucedió algo similar frente a la desembocadura del Ebro. ¿Qué se dijeron aquella noche el ingeniero jefe del Castor, Recaredo del Potro y el alcalde Vinaròs, Juan Bautista Juan? Los nombres y la hora son menos importantes que la percepción que quedó. Alguien estaba haciendo stress test en la sima marina y se le fue la mano, cuentan. Lo sabremos el 2044. Los efectos ecológicos, en Vandellós o en Vinarós, serán los que sean, pero lo relevante es que todos esos desaguisados tienen un único pagano, los consumidores a través del recibo de la luz.

Que no sea desconocido es a lo que han contribuido, hace unos días, la Associació d'Amics de l'Autònoma (UAB) y el colectivo Economistas frente a la crisis en un  coloquio celebrado en el Col·legi de Periodistes (www.amicsuab.cat). Joan Batalla, Jorge Fabra y Francesc Trilla, tres de los mejores especialistas en política energética española desmenuzaron la paradójica situación del sistema eléctrico español. El más caro de Europa  para el consumidor, el más endeudado pese al progreso de los beneficios y el que dispone sin embargo de una buena diversificación de la fuentes de producción.

«Si alguien lo ha entendido es que lo ha explicado mal», ironizó Fabra. «Hay pobreza energética cuando la factura sube más del 10% de los ingresos de los hogares; vamos por el 7%», alertó Batalla. «No se tiene en cuenta la diferencia entre costes fijos y variables de inversión según la tecnología», sintentizó Fabra como principal defecto del modelo. «La tarifa es un problema político», remató Trilla.     Ya lo advirtió el catedrático de Política y moderador del coloquio, Joan Botella: ««El cálculo nos hace pasar de las tinieblas a la luz». Seguimos a oscuras.

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