LA RECUPERACIÓN ECONÓMICA

La cumbre del FMI deja serios avisos sobre una nueva crisis

Lagarde habla con el primer vicepresidente del FMI David Lipton, junto a otros asistentes a la reunión del Fondo y el Banco Mundial, en Lima.

Lagarde habla con el primer vicepresidente del FMI David Lipton, junto a otros asistentes a la reunión del Fondo y el Banco Mundial, en Lima.

RICARDO MIR DE FRANCIA / WASHINGTON

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Con su habitual desenvoltura, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) ha recurrido estos días a toda clase de emblemas de la cultura peruana, desde su cocina a los poemas de César Vallejo, para transmitir una necesaria dosis de optimismo sobre el rumbo de la economía mundial. «No diría que la situación es sombría», decía el jueves Christine Lagarde. «La recuperación continúa, simplemente estamos diciendo que se desacelera en comparación a los años anteriores». Pero no es esa la sensación que han transmitido los informes de sus analistas. El dibujo es inquietante. Las señales sugieren que habrá que hilar muy fino para evitar una nueva crisis cuando los legados de la última todavía no se han ido.

Europa y Estados Unidos ya no son el problema. Las extraordinarias políticas monetarias adoptadas en ambos continentes para salir de la crisis contribuyeron a poner en marcha la recuperación, por más lenta que esté siendo, especialmente en una Europa obsesionada por los equilibrios presupuestarios. Pero como ha reconocido estos días el FMI, ese mismo dinero barato sirvió para alimentar el boom de los mercados emergentes, que se beneficiaron de los precios astronómicos de las materias primas y el pantagruélico apetito de una China en construcción. Países y empresas se endeudaron, especialmente estas últimas. Tanto en Brasil como en Malasia, en Turquía como en China. De cuatro billones de dólares hace una década, se ha pasado a una deuda corporativa de 18 billones, según los cálculos del Fondo. Buena parte de ella contraída en dólares.

«Los balances de muchas compañías y bancos en los mercados emergentes se han vuelto difícilmente sostenibles», advirtió esta semana el consejero financieron del FMI, José Viñals. El español añadió que un paso en falso de las autoridades monetarias o alguna adversidad imprevista podría provocar «prolongadas turbulencias en los mercados que acaben estancando la recuperación mundial». Los inversores extranjeros están nerviosos. Conscientes de los riesgos que suponen esas burbujas en un contexto de frenazo de la economía mundial, desplome de las materias primas y aumento de los costes de financiación por la revalorización del dólar y la inminente subida de tipos de la Reserva Federal, se han disparado las salidas de capital de los mercados emergentes. Por primera vez desde 1988, según el Instituto de Finanzas Internacionales, saldrá de ellos más dinero del que ha entrado.

«En esta reunión del FMI ha quedado muy claro que los riesgos para la economía mundial están aumentando», opinaba durante la asamblea, celebrada esta vez en Perú, el ministro británico de Economía, George Osborne. Las previsiones se han rebajado dos décimas para este año y el siguiente. La proyección para el 2015 es de un crecimiento del 3,1%, el ritmo más bajo desde el estallido de la crisis financiera. «Tanto en Europa como en Japón se puede hacer más desde el punto de vista de la demanda y reformas estructurales», afirmó el secretario del Tesoro de EE UU, Jack Lew. «La cuestión es si hay voluntad».

LA SITUACIÓN EN ESPAÑA

España es de los pocos países que ha salvado la cara estos días, con un crecimiento (3,1%) que doblaría el de la media de la eurozona, aunque perderá fuelle en 2016 y su producto interior bruto todavía no ha recuperado las cifras anteriores a la crisis. También EEUU, Gran Bretaña y Corea e India tiran del carro, mientras Brasil y Rusia se hunden el la recesión, Japón sigue donde siempre y Francia y Alemania registran crecimientos anémicos que no superan el 1,5%. Es la «nueva mediocridad» de la que ha hablado estos días Lagarde, para la que ha pedido «recetas innovadoras». O lo que economistas como Larry Summers llaman «estancamiento secular», la incapacidad del mundo industrializado de crecer a niveles satisfactorios incluso con políticas monetarias muy expansivas. Un estancamiento «que está empeorando a raíz de los problemas en los mercados emergentes, empezando por China».

El enfriamiento del gigante asiático y su devaluación del yuan en agosto ha sido, junto al endeudamiento de los emergentes y los riesgos de una precipitada subida de tipos de la Reserva Federal, el otro de los grandes temas de esta reunión del FMI, que ha vuelto a América Latina 48 años después. «Yo les diría que no se preocupen», decía esta semana el vicegobernador del Banco Pupular de China, Yi Gang, para tranquilizar a sus colegas reunidos en Lima. Una idea semejante a la que ha querido transmitir Lagarde. La desaceleración es manejable y acabará siendo beneficiosa porque Beijing está en plena transición hacia un modelo económico más sostenible centrado en la demanda interna.

Pero el mundo entero lo está pagando. Las exportaciones alemanas sufrieron en agosto la peor caída desde el 2009. Nadie está demasiado tranquilo. Ha vuelto la zozobra.