El cuento chino

OLGA GRAU

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Wang Xiaolu es un periodista chino que para su desgracia ha saltado a la fama. El reportero de la prestigiosa revista financiera china Caijing Caijingha sido acusado por las autoridades de ser el artífice del hundimiento de la bolsa, incluidas las fuertes caídas del famoso lunes 24 de agosto, cuando el índice de Shanghái llegó a perder más del 8%.

Por lo visto, Wang Xiaolu publicó algunas informaciones «sin contrastar», en las que apuntaba que el Gobierno chino podría anular sus intervenciones para apoyar los mercados de valores. En un comunicado, Caijing Caijingexpresó su apoyo al reportero. «Los medios tienen la responsabilidad de elaborar reportajes objetivos, fomentar mercados transparentes e imparciales y el desarrollo de una Bolsa estable y libre de tachas», afirmaron sus jefes.

El caso de Wang resulta tan increíble que roza lo cómico. Imaginen la segunda economía del mundo, con1.300 millones de habitantes, un mercado bursátil que en el último año ha atraido a 40 millones de chinos y que suma más de 90 millones de inversores, por encima de los miembros del Partido Comunista, que son 87,8 millones. Imaginen ese mercado gigante y piensen en la noticia de Wang Xiaolu y sus poderes para hundir la Bolsa de Shanghái.

La historia es absurda, pero permite entender cómo funciona un país que está sacudiendo a las bolsas de todo el mundo. China ha desarrollado una economía potente con un capitalismo dirigido por el Estado y muchas normas del libre mercado funcionan de forma anómala o no lo hacen, como tampoco existe una prensa libre e independiente.

Los chinos han empezado a invertir en bolsa hace pocos años, y eso no es malo, el único inconveniente es que dos tercios de estos nuevos inversores solo tienen el graduado escolar y más de un 30% dejó de estudiar a los 12 años o incluso antes, según datos del centro local China Household Finance Survey.

La subida de más del 100% de la Bolsa de Shanghái en el último año no se correspondió con una mejora de las expectativas de negocio de las empresas, si no con la liquidez disponible en el mercado. Y la caída de ahora no se debe a que las mismas empresas vayan a quebrar, si no a que los chinos se asustan ante la expectativa de perder sus ahorros. Una de las ventajas del mercado chino es que las caídas se deben a los comportamientos de los inversores individuales y no a las conspiraciones de los Goldman Sachs, Morgan Stanley y fondos buitres de turno, una ventaja de los chinos versus los griegos. Pero eso no quita que los cuentos chinos y las cabezas de turco no sean un aviso para navegantes sobre los dolores de cabeza que puede acarrear la bolsa china al resto del mundo.

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