LAS CRISIS EMPRESARIALES

Mil maneras de morir

Planta solar Solucar, de Abengoa, en el término de Sanlúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla.

Planta solar Solucar, de Abengoa, en el término de Sanlúcar la Mayor, en la provincia de Sevilla.

OLGA GRAU / BARCELONA

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Abengoa, a las puertas de convertirse en la mayor suspensión de pagos de la historia empresarial de España, con un pasivo superior a los 24.000 millones de euros, ha vuelto a situar una vez más a la banca española en la difícil tesitura de refinanciar una bola de deuda gigantesca heredada de las inercias de los buenos tiempos de la economía española o bien dejar caer la empresa y sus 24.748 empleados con ella.

Se trata de un dejà vu de otras grandes crisis empresariales como los concursos de Martinsa-Fadesa, Habitat, Sacresa o Pescanova, los más abultados en deuda, u otros de menor envergadura, pero con marcas muy reconocidas en el mercado y presencia importante en sus territorios de origen, como Fagor, Panrico, Flex, Nueva Rumasa, La Seda o Scalextrix, entre otras.

Pero la situación no es la misma ahora que en el 2008, cuando presentaron suspensión de pagos Martinsa-Fadesa y empezaron a crecer los concursos de acreedores de forma alarmante en España. «En el 2007 y el 2008 los bancos pensaban que la crisis iba a durar dos años y los acuerdos de refinanciación eran muy complicados», explica Agustí Bou, socio y experto en derecho concursal del bufete Jausas.

Poco después, la propia banca reconoció que tenía deuda vinculada al ladrillo superior a los 365.000 millones de euros, de la que más del 50% se estimó inicialmente que sería irrecuperable. «En ese momento los bancos necesitaban trocear las pérdidas en varios años para digerirlas, ahora están en una mejor situación y colaboran más en las refinanciaciones que son siempre mejor opción que un concurso de acreedores para salvar a una empresa», relata Javier Castrodeza, socio del área de concursal del bufete Cuatrecasas Gonçalves Pereira.

Por el camino de la crisis, el Gobierno español tuvo que pedir un rescate a la UE de hasta 100.000 millones de euros para salvar de la quiebra a la banca española, especialmente a Bankia, y modificó la ley concursal hasta siete veces entre marzo del 2014 y julio de este año. «Los cambios en la legislación han introducido estímulos importantes para que los bancos entren en las refinanciaciones, el mayor de ellos es que no tienen que provisionar cuando cambian deuda por acciones, aunque sí las quitas de deuda», explica Agustí Bou.

Se entiende por provisión cuando los bancos tienen que guardar dinero para hacer frente a pérdidas y se anotan minusvalías en la cuenta de resultados que pueden derivar en numeros rojos. Pero hay otras modificaciones de la ley concursal que han permitido tirar adelante acuerdos de refinanciación, como reducir las mayorías de acreedores que tienen que apoyar una propuesta.

Toda esta letra pequeña se pondrá a prueba en la crisis de Abengoa, cuya deuda es una maraña de acreedores con intereses diferentes. En el pasivo de la firma andaluza de renovables se encuentran todos los grandes bancos españoles, excepto el BBVA, además de decenas de entidades financieras extranjeras, algunas reacias a alcanzar acuerdos de refinanciación como son HSBC o ING, además de entidades públicas como el Federal Financing Bank de los EEUU o el Banco Europeo de Inversiones (BEI), fondos internacionales, bonistas y empresas de seguros.

PERDEDORES

El preconcurso de de la empresa, una posibilidad que permite la ley concursal para evitar la suspensión de pagos, abre ahora un proceso de negociación entre la empresa y sus acreedores que se puede extender cuatro meses. Aunque los expertos aseguran que apurar estos plazos situaría a la compañía en una situación muy peligrosa dado que los bancos han dejado de prestarle dinero para financiar su día a día. Abengoa tiene que pagar al contado y podría incluso tener dificultades para pagar las nóminas, según fuentes de la banca que participan en las negociaciones.

Quiénes serán los que más pierdan en un concurso de esta magnitud no tiene una respuesta simple. «Los accionistas lo pierden todo en un proceso de estas características, pero la banca también pierde, aunque haya mil maneras de morir», explica Bou en referencia a las múltiples formas que puede adoptar un acuerdo de refinanciación en el que todos pierden algo.

El pacto preconcursal de Abengoa, si culminan las negociaciones entre empresa y acreedores y se esquiva el concurso, puede forzar a la banca a aceptar una quita de la deuda muy elevada, pasar parte del pasivo a préstamo participativo, convertir parte importante de la deuda en capital con lo que la banca sería el accionista mayoritario, alargar los plazos del resto de deuda que quede pendiente de devolución y apartar a la familia Benjumea del capital.

El precedente de un acuerdo en este sentido es Pescanova, en el que la banca ha perdido 1.800 millones y ha pasado a controlar un 77% del capital de la conservera irrumpiendo en el consejo y nombrando a Jacobo González-Robatto presidente. «La gran pregunta es cuál es el nivel de deuda que puede soportar Abengoa para ser viable», puntaliza Bou.