Cesto

Quien hace un cesto hace ciento, dice el refranero popular. Tiene equivalente en otras lenguas, indicio de que es una tendencia humana que trasciende fronteras. Reconoce la dificultad de hacer algo por primera vez, pero una vez superada la prueba, todo es cuestión de saber aplicar lo aprendido aunque cambien las condiciones. Hay cestos de distintas formas y capacidades, pero todos se base en aprender a tejer y cruzar los mimbres.

Amenazaron los bancos con no prestar si no podían sacar de su balance el peso del ladrillo que financiaron y se depreció. Así nació la Sareb, con el mal nombre del banco malo, porque llevaba camuflado mucho dinero público. Era el primer cesto del que se tiene memoria, aunque hay indicios más que similares en los títulos de deuda a las compañías energéticas (lo llamaron transición a  la competencia). Ahora estamos, cuando el final de año y cierre de balance presiona, en la creación de otro artificio contable, con el aval del Gobierno, por el que las compañías (de momento, pymes) que no pueden devolver créditos pero tienen futuro, resurjan en el proyecto Fénix. Oxígeno para la morosidad, a cambio de prestar más y mejor, según se le ha prometido al Gobierno.  Continuamos para ciento.