LA DERIVA DEL PROCESO SOBERANISTA

Catalanismo huérfano

Carles Puigdemont y Antón Costas, presidente del Cercle d'Economia, ayer, en Sitges.

Carles Puigdemont y Antón Costas, presidente del Cercle d'Economia, ayer, en Sitges.

OLGA GRAU / SITGES

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El bar del hotel Melià de Sitges es uno de los pequeños rincones en los que se reunen los empresarios, directivos e intelectuales en los recesos de las tradicionales reuniones anuales del Cercle d’Economia. Era lugar habitual en el que se veía a los diputados y cuadros de CiU conversando con socios del Cercle en un ambiente distendido y amistoso. Era una ocasión para los empresarios de hacer lobi con figuras influyentes en la política económica catalana y española como Josep Sánchez Llibre, Pere Macias, Josep Antoni Duran Lleida o Felip Puig, por citar solo algunos nombres habituales en estos encuentros que se celebran siempre el último fin de semana de mayo. Pero era, sobre todo, terreno abonado de votos para CiU antes de iniciar su transmutación definitiva en fuerza soberanista. 

«Los socios del Cercle d’Economia siempre han sido mayoritariamente convergentes, lo que vendría a ser el conservadurismo liberal catalanista más o menos español. Y ahora no saben a quién votar en las próximas elecciones porque Ciudadanos no tiene esa dimensión catalanista», explica uno de los asistentes este año.

Los nuevos aires que soplan en el mapa político catalán y español han dejado huérfana a la derecha catalanista y no nacionalista hasta el punto de que en los pasillos de la 32 Reunió del Cercle de este año el dilema que se planteaban los empresarios de cara a las próximas elecciones generales del 26-J era casi metafísica. «Muchos están pensando en abstenerse, existe un espacio electoral para lo que ha sido históricamente CiU que ha quedado vacío», constataba ayer uno de los miembros con más peso del Cercle. 

Los próximos comicios cogen a Convergència en plena refundación, mientras ERC intenta quedarse con el espacio electoral de centro-izquierda. Sintómatico de estos movimientos es el hecho de que Artur Mas asistiera a la reunión de Sitges el pasado viernes a la misma hora que intervenía Oriol Junqueras y no entrara en el auditorio a escucharle, si no que acudiera como un asistente más a una sesión paralela sobre innovación en una sala contigua para marchar discretamente poco después, alejado de los focos. El expresident de la Generalitat tampoco acudió a la inauguración de las jornadas el jueves oficiadas por Carles Puigdemont. De la antigua Unió, tampoco ni rastro. 

Oratoria de Junqueras

Por el contrario, Junqueras lució su mejor oratoria durante su conferencia para explicar a los empresarios que no deben temer nada por el procès: «No encontrarán un ciudadano más europeista que yo», dijo el vicepresidente económico del Govern, quien deliberadamente rehusó hablar esta vez de subidas de impuestos a las rentas altas ante un auditorio que claramente superaba con creces la media de ingresos de los catalanes.

La orfandad de la derecha catalanista coincide con una cierta relajación del soufflé independentista. Si en las anteriores ediciones, los peligros de la independencia para la evolución económica del país era uno de los temas más comentados por los empresarios y directivos, en esta ocasión ha pasado a segunda plano. 

Lo que preocupa a los empresarios en estos momentos es la gobernabilidad de España y la posibilidad de que Podemos llegue a la Moncloa y revierta las reformas llevadas a cabo por el Partido Popular. El solo hecho de que Pedro Sánchez usara el término de «terceras elecciones», aunque fuera para asegurar que las evitará a toda costa, generó murmullos entre los asistentes a las conferencias. 

Así, mientras el año pasado el Cercle bullía por la posibilidad que las fuerzas independentistas acabaran sumando una mayoría de votos y escaños en el Parlament de Catalunya, ahora los empresarios están más pendientes del próximo inquilino a la Moncloa. Creen que después de esta cita electoral podría abrirse la puerta a reformas en España, entre ellas la del sistema de financiación, que pudiera mejorar el encaje de Catalunya en el Estado. «Nadie se cree que en 14 meses se declare la república catalana», aseguraba uno de los socios del Cercle el pasado jueves.