Barceloneta, nuevo asalto

Los vecinos del barrio marinero vuelven a movilizarse ante el desembarco turístico de esta semana El ayuntamiento mejora el protocolo de denuncias tras una reunión urgente

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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El pasado otoño, los vecinos que se habían revelado contra los pisos turísticos conflictivos en la Barceloneta anunciaron que habían ganado una batalla, pero no la guerra. La batería de medidas urgentes que impulsó el ayuntamiento en septiembre para frenar las manifestaciones derivó en el cese de la actividad de 170 pisos sin licencia en poco más de un mes. Desde entonces, las inspecciones de oficio han continuado y las denuncias han perdido intensidad. Pero el nuevo trajín de maletas de estos días ha puesto en alerta a los residentes del barrio marinero, en especial al descubrir que la ventanilla de atención al vecino para estos casos había cerrado por vacaciones. La respuesta municipal, antes de que se libre la segunda batalla, ha sido -tras una reunión de urgencia- intensificar el control. Pero los vecinos no bajan la guardia.

«No se entiende que justo en vacaciones de Semana Santa, temporada alta de turismo, cierren la oficina de denuncias», se queja Sergio Arnás, portavoz de La Barceloneta diu prou. El ayuntamiento lo justifica en base a que la persona que atiende esas quejas (dos tardes y tres mañanas, entre semana) lo hace desde el centro cívico del barrio, que cierra estos días. Por eso, quien que acude es remitido a un teléfono de denuncia.

Pero la vía telefónica policial no era hasta ahora todo lo rápido que esperaban los residentes. «La semana pasada la Urbana tardó dos horas tras una llamada» en plena madrugada, cuando un grupo de viajeros seguía de farra en un piso contiguo al suyo, añade. Dos horas que se eternizan para el que trabaja al día siguiente. Tras una reunión de afectados el lunes, la plataforma pidió un encuentro urgente con el ayuntamiento, que se produjo la noche del martes, con participación de responsables del distrito y policiales. Como primera medida se acordó modificar el protocolo, de forma que la Guardia Urbana acudirá en menos de media hora y sin realizar una llamada previa de confirmación del incidente. Por otro lado, desde el pasado viernes se ha destinado una patrulla, las 24 horas, para atender prioritariamente cualquier conflicto con el turismo en la zona.

Lluís Armengol, otro de los afectados, admite que el volumen de oferta de pisos y, por tanto, de viajeros es menor que el año pasado. No obstante, sigue generando problemas de convivencia, como se demostró la semana pasada, cuando los vecinos grabaron a varias turistas gritando de noche bajo los efectos del alcohol. «Hay que estar muy encima para que no se vuelva a desmadrar todo», enfatiza.

Como nuevo recurso, el ayuntamiento situó ayer en el frente a una decena de los nuevos agentes cívicos, que recorrerán el barrio de ocho de la tarde a ocho de la mañana. Un horario que, lamenta Arnás, deja fuera el tramo nocturno, precisamente el más conflictivo, cuando las juergas de los más jóvenes se hacen incompatibles con el descanso en un barrio donde muchos pisos rondan los 35 metros cuadrados. Otra vecina, con un piso turístico (uno de los 69 legales) sobre su vivienda, se queja de que la mano dura se aplica esencialmente a los ilegales, aunque a veces el follón no distingue entre permisos.

En la práctica, según fuentes del distrito, en los últimos tres meses se han abierto 167 expedientes a pisos turísticos, frente a los 311 de todo el 2014 (la mayoría después del verano). Es el balance de las inspecciones de oficio, aunque en el consistorio destacan que las quejas han bajado el último trimestre.

En la mencionada oficina de atención al vecino se han recogido desde noviembre (cuando se activó) un centenar de instancias de quejas y siete llamadas (quien lo hace por teléfono recurre directamente a la Guardia Urbana), pero solo una cuarta parte corresponden a este año. Los cabreos han remitido porque la presión ha reducido la oferta, y también por la caída del turismo en temporada baja, especialmente en un barrio cuyo mayor reclamo es la playa.

Pero los vecinos saben que este fin de semana se abre la veda. Y sus beligerantes pancartas en los balcones ya dejan claro que por su parte habrá tolerancia cero.