¿Austeridad o crecimiento? ¿Hayek o Keynes?

Al estallar la crisis, la UE fijó un plan de relanzamiento de la economía que fracasó casi al mismo tiempo que se aprobaba. Las recetas keynesianas dieron paso a las medidas de austeridad defendidas por Hayek. Ahora, vistos sus efectos, Hayek, como pasó en

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Desde que se inició la crisis económica que vive la Unión Europea, el debate entre las ideas de Hayek y Keynes ha tomado un fuerte protagonismo. El resurgimiento del economista austriaco Friedrich von Hayek llega a su apoteosis en la década de los 80, bajo la presidencia de Ronald Reagan en EEUU y de Margaret Thatcher en el Reino Unido. El principio del fin de la Unión Soviética y el fracaso de su sistema económico dio alas a sus ideas neoliberales.

Pero, aunque la defensa de Hayek del sistema de mercado -contra la ineficiencia de la planificación central- fue ganando cada vez más partidarios, la opinión de Keynes, de que los sistemas de mercado requieren una estabilización continua, permaneció vigente entre los responsables de la economía y de las finanzas. Los problemas no han cambiado mucho desde que iniciaron su discusión en la Gran Depresión de la década de 1930. ¿Qué causa el colapso de las economías de mercado? ¿Cómo responder adecuadamente a una crisis de esta naturaleza? ¿Cómo evitar circunstancias que puedan provocar crisis futuras? Todavía hoy, tras la crisis mundial de las economías que irrumpió a partir del 2007-2008, estas vuelven a ser las preguntas que hoy se hacen la mayor parte de ministros de economía y sus asesores en la Unión Europea.

Tras el inició de la crisis, la Unión Europea estableció un plan de relanzamiento de la economía que fracasó casi al mismo tiempo que se ponía en marcha. El plan descansaba en dos pilares: 1) inyección masiva de liquidez con el fin de estimular la demanda y reforzar la confianza de los consumidores y atenuar el coste sobre las personas y 2) orientar la economía a corto plazo para reforzar la competitividad europea en el largo plazo. Esta respuesta contracíclica de la UE se dotó de un presupuesto de 200.000 millones de euros para financiar las actividades que fueran necesarias. Sin embargo, el plan fracasó por su mala implementación (recuerden en España el llamado Plan E lanzado por Zapatero) y porque la financiación prevista resultó absolutamente insuficiente para tapar los agujeros que fueron apareciendo (rescates de Grecia, Portugal e Irlanda, etcétera).

En cierta manera las recetas keynesianas de estímulo quedaron desacreditadas, lo que dejaba el campo libre para la aplicación de medidas de austeridad acordes con las tesis de Hayek. Para Hayek, cada auge artificial lleva las semillas de su propia destrucción. La recuperación se logra mediante la liquidación de las asignaciones inadecuadas, la reducción del consumo y el aumento del ahorro. En la Unión Europea el énfasis puesto en la austeridad, a raíz del fracaso del plan de relanzamiento, tiene su origen en la postura oficial de que la crisis fue principalmente el resultado del despilfarro fiscal. Esto podía ser válido para Grecia, pero en modo alguno para Irlanda y España. Por lo que las recetas basadas en los recortes nunca fueron aceptadas por aquellos que denunciaban que la salida de la crisis debía realizarse enfrentándose en primer lugar a la crisis bancaria.

La diferencia entre las respuestas de la salida de la crisis entre EEUU y la UE es muy significativa y pone en evidencia a los responsables europeos que han apoyado medidas de gran austeridad que, además, han debido llevarse a cabo en un periodo de tiempo excesivamente reducido. EEUU se ocupó, desde un inicio, de la deuda bancaria y de la reestructuración, aplazando el ajuste fiscal para cuando la economía diera señales de bonanza. La Unión Europea hizo justo lo contrario. Si comparamos el rendimiento macroeconómico en los dos lados del Atlántico, de momento EEUU gana y con bastante ventaja.

Mayor colapso

Es un hecho que, desde el 2013, el énfasis en la rápida consolidación fiscal ha ido disminuyendo gradualmente Y empieza a reconocerse que el coste para muchos gobiernos de rescatar a sus bancos y mantener sus economías a flote frente al colapso de la economía ha dañado o destruido su capacidad crediticia. Cada vez más se reconoce que la austeridad del sector público, en un momento de débil gasto del sector privado, garantiza años de estancamiento, si no un mayor colapso.

Recientemente, el secretario general de la OCDE acaba de señalar que la economía de la oferta y el objetivo de la consolidación fiscal deben de convivir urgentemente con medidas que recuperen la demanda y promuevan el crecimiento económico. El FMI también se ha manifestado en el mismo sentido. Hayek, al igual que en la década de los 30, vuelve a perder su batalla frente a Keynes.

En este sentido, parecen ir las decisiones adoptadas por el consejo general del BCE y difundidas por su gobernador, Mario Draghi, al anunciar la  posibilidad de lanzar en breve un plan de compra de titulizaciones por importe de hasta medio billón de euros, con el fin de dar mayor liquidez al sistema financiero para que lo transfiera al mundo empresarial.

Esperemos que en esta ocasión no ocurra como con las medidas, con similar objetivo, lanzadas por el BCE en años anteriores y que solo sirvieron para tapar agujeros del sector financiero y dar apoyo a las actividades de escasa contribución al crecimiento económico.