La balanza del trabajo

josep-Maria Ureta

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Podrán aportarse muchas valoraciones de los claroscuros económicos del 2014, pero lo que nadie va a poder negar es que ha sido mejor que el 2013. De la misma manera, tampoco es un riesgo aventurar que el 2015 en ciernes presenta buenos antecedentes para que dentro de un año se diga que también se superaron las expectativas.

De la economía española, ya se conocen las contradicciones entre las promesas del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la realidad de la muy lenta recuperación de la economía española. Cerramos otro año más de poca aplicación de nuestros gobernantes en la interpretación de los datos básicos del estado de una economía: si a las familias y a las empresas les ha ido mejor, para empezar.

Pero existe también una radiografía de más difícil interpretación -como ocurre con el blanco y negro de las placas médicas, poco inteligibles para el paciente- pero que acaba resumiendo de verdad si huesos y músculos del cuerpo económico se comportan debidamente: la balanza de pagos. Mide la capacidad de competir de un país.

El catedrático e historiador de la economía española y catalana Ernest Lluch --exministro español asesinado por ETA en Barcelona el 20 de noviembre del 2000- siempre sostuvo en sus escritos que a esa balanza se la debería llamar balanza del trabajo.

Argumento simplificado: exportar es consolidar un puesto de trabajo en el propio país y amenazar a un empleo similar en el país receptor del bien exportado si también fabrica lo mismo. Síntesis de por qué en España, y en Catalunya más, han progresado los políticos proteccionistas. Véase cómo Foment del Treball organizó hace unas semanas una exposición de homenaje a quien fue diputado por Barcelona y presidente del Gobierno español, Juan Prim Prats, asesinado hace 200 años --¡cuántos siglos de fanatismo!- por los conspiradores embozados de siempre, partidarios del regreso al pasado.

Debate catalán

Este 2014 hemos tenido en Catalunya un debate interesante que bien podría prolongarse en el 2015. Sin menoscabo de la pequeñísima escala que otorga un régimen fiscal que puede calificarse con muchos adjetivos menos de autónomo, hemos ido conociendo cómo plantea el Govern de CiU su modelo de desarrollo para Catalunya en los años venideros. El 2014 ha sido propicio para entenderlo... por su contradicción no resuelta, para ser exactos.

El 5 de julio se celebró un acto en el Museu Blau del Fòrum muy revelador del desconcierto del Govern sobre lo que demanda el tejido empresarial catalán y las políticas que ha practicado. Años después de que CiU y el tripartito hayan evitado la palabra industria para cualquiera de sus conselleries, regresaba la rectificación pública de dos exconseller de los gobiernos de Pujol: Artur Mas y Felip Puig proclamaron su vocación de recuperar la capacidad industrial catalana con programas atractivos y bien fundamentados en la órbita de los objetivos europeos para el 2020.

Contraste: el pasado día 11, el Govern reconocía (¿disimulaba?) su fracaso en la creación de un complejo de casinos junto a Port Aventura. Lanzaron esa idea el 7 de septiembre del 2012 ( cuatro días antes de la gran Diada), con socios poco recomendables ni aceptados en las inversiones internacionales. Era la época en que todo vale para captar turistas. Ahora se ve el corto alcance de aquellas opciones. Sumemos que Rusia ya no envía visitantes. Es el riesgo compartido con Catalunya de practicar el cultivo de un solo producto -ellos petróleo; nosotros, turismo-.

Habrá que convenir que la balanza de trabajo en la descripción d'Ernest Lluch advierte bien del riesgo de tomar atajos para crear empleo.