El amor de algunos catalanes /as por Andorra

SALVADOR SABRIÀ

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La realidad no dejará de sorprendernos. En un país en el que está emergiendo una fuerza semidesconocida como Podemos como respuesta, entre otras cosas, al auge de la corrupción y a los desmanes en las administraciones públicas, cuando aparecen noticias como la que publicó EL PERIÓDICO el pasado viernes de que Mercè Pigem, abogada y miembro del máximo órgano de autoridad de la Justicia, el Consejo General del Poder Judicial, había sido pillada junto con su hermana sacando dinero de Andorra de forma poco clara, al ciudadano le queda la sensación de que alguien aún no se ha dado cuenta del giro que está dando la sociedad.

Lo más preocupante es que a estas alturas de la película la persona que ha sido pillada en falta, o al menos con la apariencia de actuar al filo de la legalidad y que ya ha decidido dimitir, sea precisamente la encargada de velar por el cumplimiento de las leyes y una especialista en reglamentos. Y es aún más sorprendente que esto suceda cuando hace pocos meses que el que fue el líder político más venerado en Catalunya, Jordi Pujol, viese cómo tiraba por la borda su prestigio al reconocer que mantuvo escondida durante más de 34 años una herencia de su padre. Y de nuevo, en Andorra. El pequeño país, con sus ventajas fiscales y el secreto bancario, es muy amado por una parte de los catalanes acaudalados, por lo que se ve.

Incluso hay quien ahora recalca que una de las obras públicas más apreciadas por Pujol fue precisamente el Eix del Llobregat y el Túnel del Cadí, que han reducido mucho la distancia y el tiempo entre Barcelona y Andorra.

Algunos buscan motivos poco confesables tras la caza y captura de Pigem en sus visitas al cajero familiar andorrano. Puede que tengan razón, pero nadie podrá negar que es poco presentable que una conocedora de los límites de movimientos de efectivo entre dos países y de sus consecuencias en caso de no declararlo, se juegue el cargo paseando por los Pirineos con el bolso lleno de billetes. Con lo fácil, limpio y seguro que es hacer una transferencia.

También es sospechoso que con la cantidad de gente que pasa por la frontera con Andorra, a la Guardia Civil se le ocurriese precisamente parar el coche de las hermanas Pigem y pedirles que les mostrasen los bolsos. Pero en todo caso, lo que está fuera de duda es que si la abogada y su hermana no hubiesen llevado tal cantidad de dinero en efectivo nada de lo que aquí se explica hubiese sucedido.

En el caso de Mercè Pigem, la cifra de 9.500 euros en efectivo era incluso legal. Pero de nuevo, vistas las consecuencias, no se trata solo de ser honrado, sino también de aparentarlo.