EL ORIGEN DE LA CRISIS

Irlanda: De tigre celta a hermano pobre

EDUARDO LÓPEZ ALONSO / Barcelona

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Irlanda necesita el salvavidas de la UE. Si en el 2005, era el paradigma del éxito según los economicistas conservadores y la derecha sociológica, en los albores del 2011 se ha convertido en el ejemplo de lo que una política neoliberal estricta puede conseguir a manos de la especulación financiera internacional. En el 2005 era uno de los países de mayor crecimiento. Era habitual la organización de viajes dirigidos a periodistas, por ejemplo, para conocer el milagro irlandés, las razones de haberse convertido en poco tiempo en un nodo tecnológico de primer nivel, los reyes del valor añadido y el modelo a seguir. Lo era incluso para el Govern de la Generalitat en aquellos años.

Las claves del éxito eran entonces las fuertes ayudas de los fondos de la Unión Europea, el régimen fiscal benefactor para la instalación de multinacionales (un verdadero dumpin fiscal con un tipo del 12% del impuesto de sociedades) y la rápida terciarización de la economía. Un crecimiento vertiginoso si se tiene en cuenta el relativo atraso del que partía.

Elección de modelo

A ese rápido proceso de crecimiento no se sumaron los cambios estructurales necesarios. El triunfo del modelo se plasmó entonces en unos niveles de paro inferiores al 5% y salarios más altos que la media comunitaria. Irlanda eligió su modelo económico y de esa elección se deriva la situación actual en la que el Estado no dispone de medios para socorrer a la banca del país, ni para afrontar el alza de la rentabilidad de la deuda pública, impulsada por los fondos de inversión. Mientras Alemania y Francia se decantaban por un modelo social protector (de menos días laborales semanales, más vacaciones, protección de los empleados, pero de mayor desempleo), Gran Bretaña, Irlanda y Europa Oriental apostaban por otro gran generador de empleo, pero menor protección social y escasa capacidad redistributiva por parte del Estado.

Afinidad lingüística

En el 2003, EEUU llegó a invertir más dinero en Irlanda que en China. La afinidad lingüística facilitaba las cosas. De aquel nuevo plan Marshall ya nadie parece acordarse. Irlanda estableció que el despido fuera más barato, sin tener que pagar por años de servicio. La idea, ahora muy vigente, de que si es más fácil despedir se anima a las contrataciones, se aplicó con rigor. Ahora se ven los resultados. El bum inmobiliario hizo el resto. Como en España, el denominado efecto riqueza positivo, por el que los ciudadanos se sienten más ricos como consecuencia del alza de los precios inmobiliarios, fomentó el consumo interno y el optimismo empresarial. Y la relajación bancaria. 

Los irlandeses promovieron la captación de mano de obra extranjera de alta formación, más barata, potenciaron la investigación aplicada, se rebajaron los impuestos empresariales al mínimo, pero el Estado perdió recursos para inversiones. El gasto público pasó a un segundo plano, al creer que los buenos tiempos se mantendrían eternamente. La banca está actualmente en una situación crítica y sin un Estado en el que respaldarse. La UE proporcionará ahora los recursos necesarios para calmar los mercados y alejar el fantasma de la suspensión de pagos del país.