Steve Carell: "Soy aburrido y me siento orgulloso de serlo"

El actor de 'Virgen a los 40' mata su vis cómica para dar miedo en 'Foxcatcher', por la que suena para el Oscar al mejor actor principal

Steve Carell

Steve Carell / periodico

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Steve Carell no es un tipo gracioso. Sobre el papel, eso no tendría por qué sorprender. La gracia es como las muelas del juicio, hay gente que las tiene y gente que no. Lo que pasa es que cuando hablamos de cómicos es distinto: cuando uno se sienta enfrente de ellos, su expectativa es acabar partido en dos de la risa. Al menos hasta que quiso empezar a ser considerado un actor serio, Jim Carrey era un extenuante carrusel de muecas cada vez que se enfrentaba a la prensa. Y al bueno de Robin Williams se le notaba la desesperación por agradar a su interlocutor por la velocidad con la que encadenaba un gag tras otro. Pero en persona, Carell (Massachusetts, 1962) no es así. "Nunca me he considerado un tipo gracioso —confiesa a modo de aviso al empezar la charla—. No tengo buenos chistes con los que animar una cena. Nunca soy el alma de las fiestas". En pantalla, claro, es otra cosa. No hace falta más que recordarle en la piel del friqui protagonista de 'Virgen a los 40' (2005), o recuperar algún episodio de la versión americana de la teleserie 'The Office' —cuyo reparto encabezó durante siete temporadas—, para comprobarlo. Es solo que cuando no trabaja no siente la necesidad de entretener al prójimo las 24 horas del día. "Yo no entré en esta profesión en calidad de cómico. Con el tiempo, los papeles cómicos que interpreté fueron los que gustaron al público y me los siguieron ofreciendo, pero yo interpreto lo que me echen".

De todos modos, que en este caso concreto Steve Carell se pasara la entrevista haciendo payasadas sería una incongruencia, dadas las circunstancias. Decir que en su última película ofrece la interpretación más seria de su carrera no hace justicia a lo que este trabajo representa: es un salto sin red al interior de los rincones más oscuros e inhóspitos del alma humana. Y es que, secundado por una gigante nariz prostética, una repulsiva dentadura postiza y un habla inquietantemente vacilante, en 'Foxcatcher' el actor da miedo.

¿Villano o enfermo?

Esta historia, que se estrena este viernes, 6 de febrero, recrea la funesta figura de John du Pont, heredero de una de las fortunas más grandes de Estados Unidos quien, desde principios de los años 80, se convirtió en propietario y patrocinador de un equipo de lucha libre. En particular se centra en su turbulenta relación con los hermanos medallistas Mark y Dave Schultz, que acabó con la trágica muerte de este último. "Yo no lo veo como un villano y no he querido retratarlo como tal —matiza Carell—. Creo que él anhelaba tener amigos, ser respetado y admirado, pero no era capaz de obtener ninguna de esas cosas, así que tenía que comprarlas".

En efecto, Du Pont convirtió la inmensa mansión familiar a las afueras de Filadelfia —los Du Pont fueron pioneros de la industria farmacéutica en América— en un centro de entrenamiento de lucha libre donde vivían decenas de luchadores. "Du Pont quería ser uno más del equipo, pero también esperaba ser el jefe, porque era a lo que estaba acostumbrado. Y eso era peligroso, porque ese hombre necesitaba ayuda. Necesitaba verdaderos amigos que pudieran ver las señales y le hicieran comprender que necesitaba ayuda. Pero él tenía empleados, no amigos", explica el actor. En 1997, Du Pont fue declarado culpable de homicidio, aunque mentalmente enfermo, y sentenciado a pasar entre 13 y 30 años en la cárcel, donde murió en el 2010 a los 72 años.

Los hechos acerca de su bizarro comportamiento se remontan a 1983, cuando su matrimonio acabó después de que su esposa comprendiera que si, no lo abandonaba, moriría. En los 90 días transcurridos tras la boda, Du Pont intentó estrangularla y apuñalarla, arrojarla al fuego de una chimenea y sacarla a patadas de un coche en marcha. Se paseaba con una pistola al cinto y una vez, durante su 50º cumpleaños, inexplicablemente empezó a disparar un fusil de asalto.

En los meses previos al asesinato, Du Pont se mostró particularmente errático. Decía que sus caballos le mandaban mensajes desde Marte. Conducía borracho por la finca de su propiedad y se estrellaba. Echó a todos los luchadores negros de su equipo de lucha libre porque pensaba que el Ku Klux Klan lo estaba espiando. Y llegó a apuntar a uno de sus atletas con un arma en el pecho. Pero hablar de sus delirios en el centro del entrenamiento era estrictamente tabú. "¿Cómo pudo toda esa gente no hacer nada frente al comportamiento agresivo y psicótico que Du Pont exhibía? —lamenta Carell—. ¿Cómo pudieron ser cómplices? Bueno, todos ellos aceptaron los beneficios que la relación con Du Pont les proporcionaba, y miraron hacia otra parte".

Candidato al Oscar

Por sumergirse en la psicosis de Du Pont, el actor podría llevarse el Oscar a mejor actor principal el próximo 22 de febrero (se enfrenta a Bradley Cooper, Benedict Cumberbatch, Michael Keaton y Eddie Redmayne). Nunca antes había estado nominado, aunque también es cierto que nunca antes se había enfrentado a un personaje tan complejo. "Simplemente, desaparecí dentro de Du Pont. Aprendí sus gestos, su forma de hablar... Durante el rodaje, cuando me paseaba por aquella enorme casa con todo el maquillaje encima, nadie del equipo quería hablar conmigo. La gente se apartaba de mí: me tenían terror", rememora ahora sonriendo, con un gesto que lo delata como la persona menos aterradora del mundo. No bromea. No hace falta más que contemplarlo en la pantalla, fijarse en esa mirada sin vida, para entenderlo. En la presentación mundial de 'Foxcatcher' en el pasado festival de Cannes, mientras la proyección finalizaba entre los aplausos del público, su esposa le susurró: "No te he visto". ¿Qué mejor elogio que ese?

Otra cosa que uno descubre sobre Steve Carell en la distancia corta es que es un tipo normal. Pero mucho. La normalidad lo rodea tan agresiva y completamente como los guardaespaldas a Lady Gaga. Y que alguien así sea una estrella de Hollywood dice mucho de los tiempos asépticos e higiénicamente envueltos en corrección política en los que vivimos. En la época dorada, Errol Flynn montaba orgías en su casa y no pasaba nada. William Holden y Richard Burton se presentaban ebrios en el rodaje y nadie arqueaba una sola ceja. Ahora que se lo digan a Lindsay Lohan: el lado salvaje no da buena imagen a los estudios. Y la buena imagen mueve mucho dinero. Ahora de los actores se espera que, además de cumplir con el plan de rodaje, sean progenitores ejemplares y gente corriente. "Es bonito pensar que todos somos gente sana y amable, pero estoy seguro de que muchos tienen algún vicio oculto. Lo que pasa es que en la era de las cámaras omnipresentes y de Twitter hay que ser muy discreto". ¿Significa eso que Steve Carell tiene algo que esconder? “No, yo no. Claro que no”.

No miente. Él no acude a fiestas, no grita a los paparazzi, no sufre accidentes de coche y su idea del glamur probablemente se concentre en la planta de caballeros del H&M. Lleva casado casi una década con su mujer, la también actriz Nancy Walls, y tienen dos hijos. Junto a ellos, lleva una vida absoluta, resoluta y triunfantemente ordinaria. "Me encanta la simplicidad de mi vida: mi mujer, mis hijos, mi trabajo, mis amigos... Soy aburrido y me siento orgulloso de serlo. Si hay algo interesante acerca de mí mismo, no soy consciente de lo que es", afirma.

Sea esto rigurosamente cierto o no, está claro que lo usa a modo de coartada para no soltar prenda. Steve Carell es un hombre educado y hasta amable, pero en ningún caso un amante de la introspección, al menos con una grabadora de por medio. "Me da la sensación de que, en cuanto me pongo a hablar de mí mismo, o de reflexionar sobre métodos interpretativos y ese tipo de tonterías, sueno increíblemente pretencioso. Pero no estoy intentando deliberadamente ser un enigma", aclara.

Éxito tardío

Éxito tardíoTanta distancia respecto de los usos y costumbres de la típica estrella de Hollywood puede tener que ver con lo mucho que ha tardado él en serlo. Para cuando se dio a conocer gracias a 'Virgen a los 40' tenía ya 43 años y llevaba media vida dando el callo. Su vocación, eso sí, fue tardía: siempre pensó que acabaría siendo abogado. "Pero mientras rellenaba un formulario para entrar en la facultad me topé con una pregunta: '¿Por qué quieres ser abogado?'. Entonces me di cuenta de que no tenía una respuesta".

Tras unos cuantos años batallando para llegar a fin de mes, obtuvo sus primeros éxitos artísticos sobre los escenarios de Chicago en las filas de la compañía cómica Second City, cantera de talentos como Bill Murray, Harold Ramis, Dan Aykroyd, John Belushi y Tina Fey. Allí, durante cinco años, con ocho espectáculos semanales en directo, perfeccionó el método que ha convertido en sello de identidad en películas como 'El reportero' (2004), 'Pequeña Miss Sunshine' (2006) o 'Crazy, stupid, love' (2011). "Intento no ser cruel ni con los personajes que interpreto ni con el resto de personajes. No me gusta reírme o hacer reír a otros a costa de terceras personas. No tengo nada en contra de ello, es solo que no disfruto haciéndolo ni me hace gracia".

De todos modos, quién sabe si tendrá que seguir pensando en esos términos mucho tiempo. 'Foxcatcher' promete ser para él un punto de inflexión, la frontera entre un antes y un después. "Últimamente me han ofrecido dos papeles de asesino en serie. Quizá dentro de poco ya no tendré que sentirme mal por tener esta cara de palo". Pase lo que pase el próximo 22 de febrero en la gala de los Oscar, esa tendencia promete acentuarse, aunque él prefiera no pensar en ello. "Yo siempre espero que tarde o temprano ocurra algo malo. Aunque esté disfrutando una situación concreta, no suelo confiar en que dure mucho. Así, cuando llegue el inevitable declive, estaré protegido. Y lo aceptaré con deportividad. Menudo idiota sería si todo lo que la vida me ha ofrecido hasta ahora no me resultara suficiente".