'[REC 4] Apocalipsis', terror al cuadrado

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NANDO SALVÀ

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“Todo nació en una conversación de café”, recuerda Jaume Balagueró siete años después. “Nos lamentábamos de lo que costaba encontrar financiación para nuestros proyectos y, de repente, nos planteamos cómo podía hacerse una película de terror sin nada, con una cámara de vídeo y poco más”.

Si entonces alguien les hubiera dicho a él y a Paco Plaza que la que poco después dirigirían a medias resultaría ser un éxito de dimensiones planetarias y el principio de una las sagas más taquilleras del cine español –solo 'Torrente' lo es más–, lo habrían tomado por loco. “Ni siquiera confiábamos en que fuera a estrenarse”, cuenta ahora el de Lleida en el restaurante de un hotel de Toronto, a principios de septiembre, horas después de haber presentado en uno de los festivales de cine más importantes del mundo la última entrega de la tetralogía.

¿Cómo se explica entonces el impacto que '[REC]' acabó teniendo? “Supongo que tuvo que ver con la experiencia hiperrealista que planteaba: al adoptar la forma de una retransmisión televisiva, permitía al espectador adentrarse en la historia como si la estuviese viviendo en tiempo real”.

'[REC]', recordemos, acompañaba a la reportera Ángela Vidal (Manuela Velasco) mientras seguía a un grupo de bomberos hasta un viejo edificio del centro de Barcelona, donde les esperaba una pesadilla de sangre, infecciones víricas y zombis a la que '[REC] 2' (2009), sin salir del inmueble, trataría de buscar explicación.

La cámara subjetiva ya no daba para más

Ahora, '[REC] 4: Apocalipsis' funciona como continuación directa de aquella segunda parte, aunque en ella Balagueró abandona por completo tanto la estrategia de la cámara subjetiva –“ya no daba más de sí”— como el edificio de Rambla Catalunya, 34. “No tenía sentido repetir la misma fórmula, eso habría sido tomar el pelo al público”, asegura el director. “Pero al mismo tiempo queríamos mantener la claustrofobia como una de las señas de identidad de la saga”. Es por eso que, tras el tono de comedia adoptado por '[REC] 3: Génesis', ahora '[REC] 4' “es una película más dura, áspera y oscura: tiene aventura, acción y un poco de terror”.

En ella, Ángela despierta en un barco en alta mar donde un grupo de científicos investigan el supuesto virus para encontrar una cura. Como era de esperar, las cosas se descontrolan. “La saga en general, y esta cuarta película en particular, es una carta de amor a las películas de género con las que Paco y yo crecimos y que nos hicieron entender el cine como una experiencia festiva que compartir con amigos, gritando y riendo. Por eso incluye científicos locos, catástrofes naturales, monstruos... Tiene de todo”.

Acumular todo eso rodando en los espacios angostos de un barco, confiesa, no fue fácil. “Era un lugar totalmente inapropiado para rodar una película. Además, el olor a pescado era casi insoportable. El movimiento del mar mareaba, el calor era extremo. El lugar estaba lleno de óxido y mugre, había restos de pescado muerto... Era repugnante”.

Esto se acaba, amigos

Insiste, rotundo, en que '[REC] 4' no tendrá continuación. Ahora bien, en su día dijo lo mismo de la primera entrega. “Y nuestra idea era no rodar la segunda. Pero al ver cómo se entusiasmaba la gente en el cine decidimos alargar la fiesta”. Mientras tanto, en Estados Unidos vio la luz el remake 'Quarantine (2008)', que acabaría originando su propia secuela, 'Quarantine 2: Terminal' (2011). Posteriormente, se decidió que la saga tendría una tercera y una cuarta partes, y que Plaza y Balagueró dirigirían una cada uno. “Sentimos que permanecer atados cuatro años más a la serie habría supuesto demasiado desgaste”.

Mientras Plaza rodaba '[REC] 3', ambientada en una boda horas antes de los sucesos relatados en '[REC]', Balagueró dirigió el thriller psicológico 'Mientras duermes' (2011). Ahora se ha planteado este apocalipsis como “un regalo final a los fans de '[REC]”, con quienes asume estar en deuda. “Esta saga juega un papel muy importante en la vida de mucha gente. No sé, a mí me emociona ver todas esas imitaciones colgadas en YouTube. Es a ellos a quienes hay que atribuir el fenómeno”.

El virus de Sitges

Y si el epicentro del virus era el centro de Barcelona, el epicentro del fenómeno fue Sitges. El entusiasta compromiso del Festival de Cine Fantástico de Catalunya con' [REC]' culminó en su edición de este año, que Apocalipsis se encargó de inaugurar hace unas semanas como paso previo a su estreno de hoy en las salas. Asimismo, el certamen presentó el libro oficial de la saga y albergó una exposición en la Casa Bacardí con vestidos, prótesis, fotografías, documentos y todo tipo de material relacionado con el universo '[REC]'. Pero para Balagueró Sitges es mucho más. “Llevo acudiendo desde que era casi un niño. Podría decirse que mi vida ha ido en paralelo a la del festival”. 

Fue allí donde su debut profesional, 'Alicia' (1994), se llevó el premio al mejor cortometraje hace ahora 20 años. “Cuando lo rodé no sabía cómo narrar, ni cómo planificar, ni cómo se cuenta una historia”, reconoce. “La mejor manera de aprender cine es viendo cine”. Su primer contacto con el cine de género fue televisivo: “Las películas que emitían en la serie de televisión 'Mis terrores favoritos', de Chicho Ibáñez Serrador”. Tenía 13 años. Poco después asistió a una maratón de cine de terror en El Vendrell (Tarragona) y descubrió películas como  'Zombie 2' (1979) o 'Maniac' (1980). 

Miedo a la oscuridad

Desde pequeño, su gran miedo fue la oscuridad. “Imaginaba cosas que solo existían cuando se apagaba la luz. Incluso cuando encendía la lamparita, sentía cómo la oscuridad se escondía debajo de la cama o detrás del armario, esperando el momento de volver a por mí”. Hoy, a punto de cumplir los 46, reconoce un temor esencial: “Ser testigo de actos de violencia real me bloquea. No la puedo soportar”. 

La violencia, en todo caso, era ingrediente esencial de 'Zineshock', el fanzine que Balagueró creó a principios de los 90 y cuyos seis números, elaborados con fotocopias grapadas y hoy considerados piezas de culto, funcionaron a modo de muestrario de una cultura extrema compuesta por parafilias sexuales, malformaciones fetales y culto a los asesinos en serie. Fue a través de esa investigación cuando comenzó a comprender los mecanismos del cine de terror. “El ser humano necesita estimular sus emociones, y el miedo es una de las más intensas. Por eso el hombre ha buscado el horror de forma lúdica desde el principio de los tiempos. Los cuentos populares están llenos de sufrimiento y violencia”.

Aunque esos ingredientes ya estaban presentes en 'Alicia' –una macabra meditación sobre la menstruación y el parasitismo que implica dar el pecho— y su corto posterior, 'Días sin luz' (1995) –retrato de la terrible infancia de un niño abandonado–, tardaría aún un tiempo en sellar su compromiso con el género que tanto le ha dado. “Estaba en una librería de Barcelona y en la contraportada de un libro leí: ‘Tras cinco años desaparecida, una niña llama a su madre y le pide que vaya a buscarla’. Pensé: ‘Esto es fascinante’. Ahí empezó todo”. En la adaptación 'Los sin nombre' (1999), Balagueró se sumergió en el mundo de las sectas para explorar el mal en estado puro. A ese primer largo siguieron 'Darkness' (2002), un furioso cóctel de fantasmas, niños muertos, monstruos, profecías y mucha oscuridad; y 'Frágiles (2005), sobre un hospital infantil atemorizado por el fantasma de una antigua enfermera.

En realidad, por aquel entonces, antes de '[REC]', Balagueró ya era punta de lanza de ese nuevo cine fantástico español que lleva años vendiéndose mejor fuera de nuestras fronteras que la dichosa Marca España. “Fuimos una nueva generación de cineastas que, gracias al VHS, habíamos crecido viendo todo tipo de cine, desde series B italianas de zombis hasta películas de Truffaut o Kieslowski, y eso nos preparó para abordar géneros que hasta entonces habían parecido imposibles en España”. De aquella eclosión de talento cinéfago, ¿qué queda? A modo de respuesta, Balagueró remite a la mala salud del cine español en general, y señala culpables. “Que no se rebaje el IVA cultural es un despropósito. Hacerlo es un imperativo industrial. Si hay algo que el Gobierno puede hacer para mejorar la economía española y no lo hace a sabiendas, para mí eso es un delito”.

El gran peligro, advierte, es nada menos que la progresiva marginalización del cine de nuestras vidas. “Y no puede ser: yo quiero que mi hijo sea tan feliz yendo al cine como yo lo fui”, lamenta. “¿Se imagina una vida sin películas? Sería un asco”.