Mikel Santiago, un escritor de miedo

Sometemos a un interrogatorio a Mikel Santiago, un informático que es todo un fenómeno editorial: sus dos novelas publicadas por Ediciones B, se han convertido en 'bestsellers'

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ANA SÁNCHEZ

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Si Esta fuera una de sus novelas, Mikel Santiago estaría ahora mismo sentado a menos de dos metros de un hacha, una motosierra o unas tijeras de podar. Tiene el porte de los malos de antes, los de blanco y negro: cara de no haber roto un plato y mirada de saber dónde encontrar algo punzante. Así que hablar con él es tan inquietante como ducharse en un motel de carretera secundaria. Enseguida dice que sabe cómo asesinar a alguien en una habitación cerrada por dentro y sin ventanas. Cuenta las personas que ha matado con la parsimonia de quien enumera la lista de la compra. 2 + 18 + 1 + 4 + 3… Nadie diría que es aprensivo a la sangre.

"El Stephen King de Portugalete", lo han bautizado. Sí, él también escribe 'best-sellers' con salpicaduras de sangre que dan miedo a apagar la luz de la mesilla. Hace tres años, era un "misterioso autor español en la lista de libros más vendidos de EEUU". El titular de 'thriller' adjuntaba un retrato festivalero con gafas de sol naranja chillón. "Soy yo", jura. Dos novelas después, se ha acostumbrado a posar en penumbra. Ya le llaman "un grande del thriller". Un "autor de seis cifras". Su primera novela, 'La última noche en Tremore Beach' (Ediciones B), lleva casi 40.000 copias vendidas y una futura película con caché de Hollywood: Alejandro Amenábar ha comprado los derechos. 'Simon & Schuster' lanzará el libro el próximo año en EEUU, Reino Unido, Canadá y Australia. La segunda novela, 'El mal camino' (Ediciones B), entró en las listas de 'best-sellers' la misma semana de lanzamiento, el pasado junio. Él asiente sin aspavientos. "Creo que mi psique ha hecho un proceso de adaptarse a esto de las noticias bomba", se encoge de hombros.

El próximo rey del 'thriller' sigue ganándose la vida como informático. Acaba de volver a Bilbao tras cuatro años y medio en Dublín y otros tantos en Ámsterdam, pero mantiene el culo inquieto de "expa", que dice él. Esta semana ha cumplido los 40. Tiene una hija recién nacida y una banda de blues-rock sin nombre. Así que no morirá de éxito a corto plazo. "No. Yo he llegado a esto con una edad. Soy realista. Creo que es un momento de mi vida. Si dura eternamente, genial. Si no, a otra cosa".

Con su historial sangriento en la mano, 'Dominical' propone hacer un interrogatorio formal a este asesino de libro. Santiago se deja detener, pero le cancelan el vuelo a Barcelona y el interrogatorio pasa a ser vía Skype.

Repasemos sus antecedentes: quería ser guitarrista, estudió Sociología y terminó trabajando como programador informático. Suena a tapadera. "Lo es –empieza a confesar él–. Yo en realidad me dedico a la prostitución de lujo", se ríe. Resulta que el escritor de miedo, cara a cara, tiene aptitudes de humorista.

Empieza el interrogatorio.

Confiese: ¿a cuántas personas ha asesinado?

¿Yo? Pues mire, con la de ayer… [se ríe].

¿La de ayer?

Tengo el jardín con unos montículos… [confiesa riendo].

¿Cuántos muertos?

Me gusta esta pregunta. Vamos a contar. [Cuenta uno a uno los asesinatos de dos novelas y tres relatos cortos]. Eso da un total de 28 personas muertas.

No está mal en 40 años.

No, la verdad es que, visto así, me hace sentir bien [se ríe].

¿Los suyos son asesinatos premeditados?

Noooo. Mis asesinatos son muy pasionales siempre. Te tienes que defender a lo bruto: coges lo primero que pillas y le pegas en la cabeza, que es donde más duele. Y da la casualidad de que te lo cargas [se ríe].

¿Así que son homicidios involuntarios?

Son homicidios involuntarios.

Pero usted no puede negar que es un sicario. ¿Cuánto dinero le han pagado por matar?

Pues pagan… pagan… pagan bien. Yo creo que para ser un chico de Bilbao que todavía lleva la boina puesta… [se ríe].

Le han llegado a desembolsar una cantidad de "seis cifras", dicen por ahí.

No sé. Yo no he visto todavía dónde está [sonríe].

¿Qué encontrarían en su casa si rebuscaran los CSI?

Soy bastante limpio con mis pruebas. No sé. Soy una persona bastante buena y honrada e íntegra, la verdad.

¿Se parece a sus personajes?

Me parezco, me parezco, claro. Vamos a decir que mis personajes son una manera simbólica de… de lo que llevo dentro, ¿no?

Es un poco paranoico, entonces.

Absolutamente. Sí, sí. De hecho, estoy buceando, mientras hablamos, a ver si puedo encontrar información sobre usted [se ríe].

¿Ha dudado alguna vez de su cordura?

Pues sí. Esto de la duda y la paranoia siempre me han acompañado. Tengo mucha fantasía y sí, ha habido momentos en mi vida en que… No he estado loco, supongo, pero ha habido momentos de auténtico… Sí. Una casa solitaria, pasar un verano...

¿Qué pasó?

Yo creo mucho en el más allá, absolutamente. Creo en las presencias sobrenaturales y esas cosas.

¿Y qué pasó en esa casa?

Cuando yo tenía 15 años, mi familia se mudó a una casa de campo. Es una casa importante en mi historia personal. La llené de mis fantasmas, la llené de mis obsesiones y de mis cosas. Era un poquito como mi estudio de Francis Bacon.

¿Dónde está?

En Vizcaya. Cuando me pregunta si he dudado de mi cordura, me recuerda esos momentos en esa casa: de estar solo, de escuchar ruidos, de pensar si hay alguien, imaginar historias. Mucho de Tremore Beach vino de esas impresiones. Estás solo en una casa en un temporal y de repente ves… Muchas de mis historias surgen de mis fantasías completamente rutinarias. De mi vida rutinaria y aburrida.

¿No le ha pasado nada sobrenatural?

No, no, no. Es una pena, lo he intentado. De pequeño intentaba mover vasos con la mente y nunca sucedió nada [se ríe]. Yo era de los que intentaban doblar la cuchara de Uri Geller.

¿Era Uri Geller el de la cuchara?

Sí, sí. Y parecía que toda España lo conseguía menos tú [se ríe]. Pero sí que tengo… Es que últimamente me pasa. Hoy, por ejemplo, antes de que el vuelo se retrasase, me he tomado un café con leche, he sacado la cucharilla y eran dos que se habían pegado. Y de repente, empiezo: "Dos cucharillas en vez de una. Sorpresa, algo va a pasar, ta ta ta ta ta ta ta".

¿A qué tiene miedo un escritor de miedo?

Yo no soy un escritor de miedo.

Se pasa miedo con sus novelas.

Yo creo que hago historias un poco inquietantes. Sí que hay imágenes terroríficas. [Se lo piensa]. Yo lo que intento es utilizar el miedo como motivación para los personajes.

¿Y a qué tiene miedo en el mundo real?

A lo que tienen miedo todas las personas: a que le pase algo a la gente que quiero, que me pase algo a mí, a la enfermedad.

¿A lo paranormal ya no?

Hombre, si me pone en el contexto adecuado, soy un acojonado [se ríe].

¿Tiene alguna manía sospechosa?

El café de la mañana es muy especial. Me puede arruinar mi vida si no me lo preparo yo [sonríe].

¿Algún trauma típico de 'thriller'? ¿Le tiraron un cubo de sangre en el baile de fin de curso?

Cuando me llegó la regla [se ríe]. Yo tengo un trauma clarísimo, pero es una chorrada. ¿Se acuerda de…? ¿Era Alucine? Los viernes por la noche en La2 empezaron a echar El misterio de Salem’s Lot [miniserie basada en una novela de Stephen King]. Espere. [Busca en su ordenador y envía un vídeo a través de Skype]. Este es mi trauma. Yo tenía 10 añitos y vi esta escena. [Música de miedo estridente, de las de antes. Un niño duerme intranquilo en su cuarto. La ventana se llena de bruma y, ¡buh!, aparece flotando su hermano en formato vampiro y empieza a arañar el cristal].

Su cuarto daría a una ventana.

Sí. Y me acuerdo que una época tuve… creo que se llama terror nocturno. ¿Sabe cuando te quedas paralizado?

¿Que quieres gritar y no puedes?

Creo que en realidad es un estado del sueño. Y a esto le sumas estar durmiendo de cara a una ventana... Yo me despertaba en medio de la noche, no me podía mover y miraba a la ventana. Esto era en esa casa de campo, que tenía un bosque delante, ¿sabe? Y de repente había bruma, porque es el País Vasco. Y era la misma escena. Y yo estaba esperando a que apareciese mi hermano [se ríe]. Pero mi hermano es una buena persona que no salía por la noche. El que aparecía por la ventana era yo, que salía y le tiraba piedritas para que me abriese [carcajada].

¿Fuera de las novelas se ha manchado las manos de sangre?

Pocas veces. Con un perro, que lo mató un camión de la basura. Y acabo de tener una niña, así que…

Esa no cuenta como sangre delictiva.

[Pone cara de no haber roto un plato]. Esto es algo que había preparado para el interrogatorio, para ablandarla un poquito [sonríe].

Según se intuye en su última novela, tiende a ser un padre sobreprotector.

Totalmente. Soy una persona sobreprotectora.

¿En general?

Tontamente sobreprotectora. O sea, que si estoy contigo, es de noche y te vas a ir a casa, te diré: "Hazme una perdida". Aunque el resto de tu vida lo hagas todas las noches. Pero esa noche yo me quedo como "mmm mmm mmm" [hace ruido de pensar con las manos en las sienes]. De nuevo es mi imaginación. Lo hago por mí.

Tiene mente de 'thriller'.

Sí, sádica y negativa. Siempre pienso que va a pasar algo malo. Y me sobrepreocupo.

¿Lo pasa mal?

Terriblemente mal [se ríe]. Y ahora tengo una hija. Imagínese lo que se me viene encima. Estoy pensando en una serie de novelas de niñas desaparecidas. A medida que vaya creciendo, haré una novela nueva.

Para espantar a los fantasmas.

Claro.

¿Tiene muchos fantasmas?

Pues sí. Sufro por la gente.

Regresó a Bilbao por su madre.

Una de las razones fue esa, sí. Acompañar a mi madre y solucionar ciertos aspectos logísticos de su vida. [Se le ensombrece la cara de golpe].

El año pasado murió su padre y usted se convirtió en padre.

Sí, fue un año intenso, la verdad. [Tarda apenas tres segundos en recuperar el tono jocoso de sospechoso habitual]. Yo soy un buen hombre. No sé por qué estoy en este interrogatorio, no he hecho nada.

¿Se declara culpable o inocente?

Inocente.

¿Demasiado inocente?

Soy un tontorrón de toda la vida [se ríe]. A mí me la meten doblada todo el rato.

Ah, ¿sí?

Yo he sido un poco soñador. He ido por la vida pensando que la gente era como yo. Y muchas veces te meten alguna que otra patadita.

¿Muchas decepciones?

Tampoco vamos a decir que muchas. Yo creo que es el proceso de aprendizaje. Pero digamos que en la carrera de la vida hay gente que sale con una espada y gente que vamos con un paquete de mantequilla [se ríe].

Se le habrá endurecido la mantequilla.

Un poquito, la verdad. La cambié por un ladrillo al cabo de un tiempo. [Cambia el tono, como si desvelara el final de un chiste]. Que nooo, que me estoy haciendo la víctima, que no es para tanto.

Mata a mucha gente en sus novelas. ¿Es así como se venga?

Puede que sí. Sí. Yo no soy nada agresivo en mi vida cotidiana. Soy muy comprensivo. Y ¿qué ocurre? Que como te pasas todo el día siendo comprensivo con todo el mundo, tienes que matar a alguien [se ríe].

¿Y le funciona?

Sí. Y también cantar con mi banda. Son los dos momentos en los que puedo soltarme un poquito.

¿Qué título de novela tendría su vida?

[Se lo piensa unos segundos]. No tenía crisis de los 40, pero me la está empezando a crear [se ríe]. "Es que una periodista me preguntó cómo titularía mi vida y me di cuenta [carcajada] de que no tenía título". [Se lo vuelve a pensar]. Historia de un buen chico [se ríe] con un paquete de mantequilla.

¿Se siente culpable?

Sí, hombre. He sido muy mentirosillo de niño.

¿Sí?

Yo era muy mentiroso. No malo, sino que fantaseaba. Cuando era megacrío, tenía 6, 7 años, yo era muy malo jugando al fútbol, y lo sigo siendo, y como no me elegían nunca, me inventé… Teníamos un muñequito en clase que habíamos hecho con latas de conserva. Y me inventé que el muñeco me hablaba. Era una manera de atraer la atención. Y todo el mundo empezó a decir: "El muñeco que le habla a Mikel". Entonces yo me sentía presionado por mi propia mentira.

¿Se lo creían?

Sí, sí, sí. Porque yo soy muy convincente. Ponía trocitos de papel en la boca del muñeco con mensajes [se ríe]. Porque tenía que hacer que la mentira fuese hacia delante.

Ya iba para escritor, sí.

Creo que yo estaba destinado a esto.

Sus novelas giran en torno a las decisiones erróneas de los protagonistas, dos antihéroes. ¿Su vida también?

Mucho. La sensación de que no haces las cosas bien o de que tus acciones te han llevado por un camino incorrecto en la vida creo que es una reflexión muy universal.

¿Y qué decisiones erróneas ha tomado usted?

He tomado muchas decisiones. Yo creo que una vida que merece la pena es una vida con muchas decisiones. Y yo he tomado muchas decisiones.

Erróneas y acertadas.

Claro. Irme al extranjero, elegir un trabajo, no elegirlo, trabajar, no trabajar, escribir, no escribir.

¿Se arrepiente de alguna?

No. De lo único de lo que me arrepiento es de lo que no me llegué a decidir. De las cosas en las que me he quedado indeciso y no he tomado parte.

¿Por ejemplo?

[Sonríe con mueca amable de no-voy-a-responder] Son cosas sentimentales.

Es un hombre pasional.

Hombre, el amor es el sentimiento más importante de la humanidad. Es lo que mueve todo, ¿no?

¿La mayor locura que ha hecho por amor?

Por amor me iba todos los fines de semana a Madrid [desde Bilbao] porque mi chica trabajaba allí. ¿Locuras por amor? El amor en sí mismo es una locura por una persona. Es una manera de arriesgarse.

¿Usted qué tiene de antihéroe?

Todo.

¿Todo?

Sí. No me considero para nada heroico. Los personajes de mis dos novelas son un poco parecidos en ese sentido. Son héroes por accidente.

¿A usted le ha tocado serlo?

Una vez me tocó un aterrizaje de emergencia. Fue curioso, porque yo, por supuesto, he tenido pánico a volar. Tú imagínate que despegas y cuando ya has cogido la carta, porque te apetece comerte un bocadillo, oyes por megafonía: "Señores y señoras pasajeros, en 10 minutos vamos a proceder a realizar un aterrizaje de emergencia".

Uf.

"... Si hay algún médico, miembro del ejército o policía entre la tripulación, rogamos que se identifique ahora mismo". Y tú estás mirando tu bocadillo de jamón [se ríe]. Pero reaccioné bastante bien, la verdad.

¿Qué pasó?

La azafata nos dijo: "¿Queréis ayudarnos con las puertas?". E hicimos nuestro trabajo. Yo aterricé sentado al lado de la puerta de emergencia. Me resultó gracioso cómo reaccionas ante las situaciones. Y mis personajes tienen un poco de esto. Peter Harper, un pianista que tiene unos deditos de mantequilla, se termina cargando a un tío de un hachazo. Esa es la personalidad que todos tenemos dentro.

¿Le gustaría dar un hachazo a alguien?

No es que me gustaría, pero creo que llegado el caso podría llegar a matar a alguien. Todos llevamos algo dentro. Lo tenemos bien tapadito, bien cubierto de capas. Hay dos aspectos en la vida en los que sale: y es el sexo y la muerte. El Eros y el Tánatos. Son los momentos en los que realmente sale el animal que llevamos dentro. Y es un punto que a mí me interesa, porque yo quizás lo tengo muy reprimido.

¿Y cómo es su animal?

Yo soy un animal pacífico que tiene muy mal café [se ríe].