Mark Z. Danielewski, el novelista que usa máquina de coser

Danielewski

Danielewski / periodico

JUAN MANUEL FREIRE

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'La casa de hojas' fue una de las sorpresas editoriales del 2013 en España, y su impacto sigue vivo, como demuestra la reciente aparición de una quinta edición. No es un libro barato, pero pocos han podido resistirse a las definiciones de quienes lo han leído: "Terrorífico", "retorcido", "realmente absorbente", "extrañamente poético". Mark Z. Danielewski (Nueva York, 1966) debutó –en su edición original en el 2000– con una novela con la que muchos matarían por dar cierre a una carrera. Aunque llamarla 'novela' es ser infiel a la realidad; habría que hablar quizá, mejor, de libro-puzle novela-matrioska, porque la historia de esa misteriosa casa en Virginia se recompone a través de múltiples voces, cambios en la disposición del texto, notas al pie...

Según algunos, 'La casa de hojas' es la máxima representación de una literatura ergódica –'ergón' es trabajo en griego– en la que el lector debe hacer un esfuerzo no trivial para recorrer el texto. El autor del libro (quien ha parado en la confección de su próximo desafío para atendernos) no puede estar menos de acuerdo con un término así, y tiene razón, porque más que trabajo, La casa de hojas es disfrute. "Es un término vacío y podría servir para definir cualquier obra fuera de lo más común. '2666', de Roberto Bolaño, también sería esa clase de literatura".

'La casa de hojas', en cualquier caso, supuso cierto trabajo para este neoyorquino: un total de diez años invirtió en su composición. Para el libro del que tenemos que hablar, 'La espada de los cincuenta años' –recién coeditado en España, como La casa de hojas, por Alpha Decay Pálido Fuego–, fue solo año y medio. Trabajo llevadero antes de la siguiente novela de gran dimensión. Pero, aunque se lea rápido, se tarda en olvidar. Cuenta la historia terrorífica de Chintana, una costurera tailandesa en el este de Tejas que recibe una invitación para la fiesta de Halloween de Mose Dettledown, una señora de 112 años experta en esa clase de fiestas. Chintana no sabe que la celebración es, este año, en honor de la mujer que rompió su matrimonio. Huyendo de esa mala pécora, acaba haciendo migas con cinco huérfanos y escuchando junto a ellos, en el ático de Mose, la historia oscura que ha venido a contar un misterioso hombre alto. El libro es un cuento dentro de un cuento. Escrito casi como un poema. Y crece en impacto gracias a las obras de arte que cruzan el texto.

Elementos visuales

Danielewski no solo escribe, sino que imagina páginas completas en su cabeza que conjugan lo escrito y lo visual. (Para su última novela, diseñó dibujos con hilo que ha cosido con ayuda de artistas colaboradores). "No puedo escribir primero y después añadir los elementos visuales; hago todo al mismo tiempo, activo la parte visual de mi cabeza a lo largo del proceso. Intento visualizar las presencias, pero también las ausencias. Por ejemplo, en este cuento, la espada del título es algo que puede no verse, pero cuya presencia se siente en las páginas. Sabemos que es blanca y por eso hay tantas páginas en blanco". Casi todas las páginas con texto del libro tienen, a su derecha, una página en blanco. Suena a estafa, pero en realidad crea un suspense extraño. Hay que leerlo, verlo, tenerlo entre las manos para entenderlo. 

"A menudo la gente me pregunta sobre los libros electrónicos", dice el escritor. "Es una forma diferente de leer, no está mal, pero yo sigo enamorado del libro físico. Ese placer de pasar las páginas, descubrir qué viene a continuación. La historia que cuento aquí no se disfrutaría igual en un libro electrónico".

Existe e-book de 'La espada de los cincuenta años'. "Hemos intentado hacer cosas interesantes, como añadir algunos detalles musicales", añade el autor. Y Danielewski también considera "inevitable" que aparezca versión electrónica de un libro tan atado al papel como 'La casa de hojas'. Con la película, no lo tiene tan claro. "Desde hace mucho tiempo me llueven ofertas para hacer un filme o una serie de La casa de hojas. Esta tarde tengo reunión con otro ejecutivo de una cadena. Pero no sé, no lo tengo claro. Escucho todas las ideas pero ninguna me convence".

De algún modo, es como si Danielewski no quisiera decepcionar a sus fans, que han sido desde siempre los primeros en declarar su rechazo a la adaptación del libro. Quizá el miedo a que alguien domestique –y lleve a los hogares de todo el mundo en versión ligera– una experiencia que fue salvajemente personal para ellos.

Su último viaje personal

"Lo mejor que me ha pasado –dice el escritor– es esto que voy a contarle. Una vez un hombre se me acercó y me preguntó si yo era Mark Z. Danielewski. Asentí. Me preguntó si había escrito 'La casa de hojas'. Volví a asentir. Me dio las gracias para justo después advertirme que él no había leído el libro. Lo que pasó es que su hija había intentado suicidarse, por suerte sin éxito. Y cuando se recuperaba en el hospital, le dijo a su padre que solo quería que le trajera 'La casa de hojas'. No sé qué relación tenía esa joven con el libro, pero por algún motivo la animaba a vivir”.

Es decir, no estamos ante una novela de horror básico, sino una que puede sentirse de muchos modos. "Los libros me han llevado mucho tiempo. No puedo dedicar tanto tiempo a algo cuyo único objetivo sea dar miedo. Para mí, cada libro es una serie de exploraciones, un viaje personal: empiezo en un sitio para acabar en otro".

El próximo proyecto, The familiar, también le ha quitado bastante tiempo por ahora: nueve años, de momento. Así que parece su proyecto más ambicioso hasta la fecha, que ya es decir. Una saga de 27 volúmenes, a razón de uno cada tres o cuatro meses, a partir de la próxima primavera. En el centro, una niña de 12 años que sale con su padre a elegir un perro y acaba tratando de salvar a "una criatura tan frágil como peligrosa". Suena misterioso; suena a Danielewski.

La serie literaria está influida, al parecer, por series televisivas como 'The wire', 'Battlestar Galactica' y 'Breaking bad'. "Soy un gran fan de las teleseries. Ahora, por culpa del nuevo proyecto, apenas puedo ver muchas. ¡No tengo tiempo para pensar! Es un poco dramático. Cada día me levanto y sé que tengo delante de mí más trabajo del que puedo asimilar".