Las cinco reglas de Santiago Roncagliolo para escribir

El autor peruano, que acaba de editar 'Óscar y las mujeres', revela las máximas del buen novelista

Santiago Roncagliolo.

Santiago Roncagliolo. / JULIO CARBÓ

PAU ARENÓS / Barcelona

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Cada mañana, el escritor peruano Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) atraviesa a pie la sinfonía animal del Zoo de Barcelona, la república de las fieras, para trasladarse al estudio en un quinto piso sin ascensor, de escaleras turbulentas, cerca de la calle Princesa. Le apura conversar en ese ático mínimo porque nunca recibe visitas y porque, de alguna manera, concentra aire de novelista, aire solitario y compacto.

Caben dos, sí, pero un rato. La convivencia sería imposible en esta jaula de hámster. Ofrece té del reciente viaje a la India y esas revelaciones que solo los lugares íntimos descubren: figuritas de plástico, el robot Bender de Futurama, el cohete de Tintín o el esqueleto de Tim Burton, incluso un Madelman negro, una nostalgia que no se corresponde con su edad ni nacionalidad.

Hijo de Rafael Roncagliolo, ministro de Asuntos Exteriores de Perú, hombre de la política y de la cultura, que vivió con la familia el exilio en México, expulsado por la dictadura; que retornó al Perú del doble terrorismo, el de Sendero Luminoso y el del Estado, esa violencia que Santiago contó con maestría en la novela 'Abril rojo'. Gente de izquierda, de la izquierda caviar, como ironiza el escritor, aunque esté a dieta, moral y real, de sardinas.

La novela que acaba de colocar en la mesa de novedades de las librerías se titula 'Óscar y las mujeres' (Alfaguara) y es una comedia para distraer, por un rato, la tragedia. Antes de salir a la venta de forma convencional, la narración ha sido difundido por capítulos en internet, un folletín a lo Dickens digital.

El protagonista, Óscar, es un escritor de telenovelas, neurótico, gordo, calvo, un desecho emocional. Roncagliolo escribe dos ficciones: la de Óscar y la de la telenovela que el guionista va fabricando. Nombra cada capítulo con una regla básica de los seriales televisivos ('La mala es muy mala' o 'La mala no puede morir'), así que para parodiar la parodia, pido a Roncagliolo cinco normas para escribir una novela. Las cinco máximas de SR para ser escritor.

1. Trata de que el protagonista se parezca a ti. Una versión exagerada, retorcida y deformada de ti, pero en el fondo, tú.

No se parece a Óscar, tan desagradable, tan borde.

Usted no ve la parte desagradable de mi personalidad. Está encerrada aquí [alza una mano y señala el estudio]. Intento ser amable cuando doy entrevistas y veo gente. Soy muy obsesivo, muy neurótico y muy compulsivo con lo que escribo, igual que Óscar. Este libro tiene que ver con un momento de mi vida, hace unos años. Estaba muy bien, escribía libros, viajaba todo el tiempo. Súbitamente tuve que darme cuenta de que mi mundo estaba más cerca: eran mi mujer, eran mis hijos. Tenía que hacer cosas de adulto normal, como conducir un coche o saber llevar la contabilidad. Tenía que estar más por mi familia emocionalmente.

¿Creyó que los abandonaba?

Tuve la sensación de que vivía en un mundo ficticio, creando los libros o hablando de ellos. Estaba más presente en ese mundo que en el mundo que me rodeaba.

¿Por qué se dio cuenta, por algo que pasó con sus hijos?

Muchas cosas... Viajar y volver y darte cuenta de que tu hijo sabe palabras nuevas, que tu hijo tiene otra estatura, ¿sabe? Darte cuenta de que hay muchas cosas que hay que hacer, coger un coche y llevar al niño a un hospital y tú no sabes conducir. Para tu hijo es importante que vayas al colegio a ver su actuación. Y eso es un poco lo que le pasa a Óscar, aunque lo suyo es exagerado, extremo y deformado. Es un tío que un día, cuando lo deja su novia, se da cuenta de que está solo, de que no tiene a nadie, de que ha vivido ten un mundo inventado.

¿Usted también es un desastre social en su relación con los demás?

No. No soy un autista emocional. Aunque, de alguna manera, el problema es similar. Óscar vive buscando una mujer que no existe, escribiendo mujeres que no existen. Yo me doy cuenta de que tiendo a estar como decepcionado por la realidad, pero es un problema mío, no de la realidad. Óscar vive en su cabeza escribiendo esas mujeres perfectas, amorosas y químicamente puras, y no sabe relacionarse con las mujeres de verdad que tiene a su alrededor, ni con sus parejas, ni con sus actrices. Obviamente también tiene que ver con que escribí telenovelas. Fue hace años...

¿Qué telenovelas?

Alguna se vio aquí, 'Lucecita', con Angie Cepeda, fue una novela en la que trabajé una temporada. Formaba parte del equipo de guionistas.

¿Una de sus frases brillantes en 'Lucecita'?

Ahhh. No hay frases brillantes.

Ya me entiende.

Le puedo explicar uno de los mayores bochornos. En una telenovela íbamos muy justos, lo que íbamos escribiendo se grababa rápido. Al final del capítulo 119, penúltimo capítulo, el galán descubre, ja, ja, no estoy orgulloso de esto, descubre que su mujer no es realmente paralítica sino que lo engaña para ocultar su esterilidad. En el código moral de la telenovela si una mujer es estéril, si una mujer es estéril y mentirosa, puedes abandonarla. Y el galán la abandona y se va a buscar a la chica. Entonces¿ Llegó el productor y dijo: "La telenovela es un éxito. Necesitamos 40 capítulos más". ¡Pero ya estaba grabado el fin del obstáculo para el amor!

¿Y qué tuvieron que inventar?

Un terrible accidente, un ataque de amnesia. Viene la mujer y todo vuelve a empezar. Ja, ja. También tengo que decir, por respeto al oficio, que aprendes mucho. En otra telenovela contrataron, como sicarios, a nuestro equipo. Ya tenían el guion. Lo habían importado y en el capítulo 40 descubrieron que era muy cara, que había muchos personajes y localizaciones. Nos contrataron para matar personajes, eliminar personajes y reducir los costes. Cuando entramos nosotros, los sicarios, dos se enamoran y se fugan, uno escapa con el dinero, otro tiene una beca y desaparece, otro se suicida. El trabajo fue pasar el diálogo de los muertos a los supervivientes y que todo tuviera sentido. Si logras hacer eso, luego eres capaz de escribir cualquier cosa. Pasé tres años escribiendo telenovelas.

Y en casa, su padre, periodista, un hombre con prestigio, orgullo de la profesión, ¿usted era el raro?

Al contrario, mi padre, que me había visto estudiar literatura, pensaba: "Al menos gana dinero". Pagaban bien. Los que no me lo perdonaban eran mis compañeros de la universidad, de la facultad de literatura, que pensaban que era venderse al capital de la manera más abyecta. Yo tenía clara una cosa: quería escribir, no quería hablar de libros.

¿Cómo se metió en las telenovelas?

Había un guionista muy bueno... Gané un concurso de cuentos, los ganadores y finalistas fueron publicados en un libro. Y a diferencia de lo que se hacía en ese momento en América Latina, principios de los 90, lo vanguardista, lo experimental, el juego con la prosa... lo mío era, como ahora, muy claro, una prosa económica, visual, con muchos diálogos. Este guionista lo leyó y me llamó.

Si no se obligase, ¿sería un autista emocional?

Sííí. Soy una persona que se pasa sentada, todos los días, 12 horas, básicamente mirando el techo. Eso no puede ser muy normal. Soy muy sociable, supongo que trato de dar una imagen funcional en público, pero puedo vivir mucho metido en mi cabeza. De hecho me obligo a no vivir tanto metido en mi cabeza. Creo que también hay una cosa masculina: los hombres tendemos a ser adolescentes más tiempo. Las mujeres tienen mejor relación con el mundo a su alrededor, con sus propias emociones.

Me da la impresión de que tiene tendencia a la tristeza y la melancolía.

Sí, sí, el humor es una buena manera de que no se note, de que tus partes tristes, y tristezas, no sean tan claras. Nadie quiere escucharte triste. El humor te permite mostrarlo sin ser insoportable.

La literatura como autosupervivencia.

Soy una persona más sana desde que escribo literatura, que maneja mejor sus propios traumas, preocupaciones, extremos, quiza porque la narrativa tiene algo terapéutico. Sacas las cosas que tienes, tus emociones, hablas de ellas. Pero a la vez las disfrazas porque estás mintiendo todo el tiempo, estas exagerando y cambiando. Tomas de los demás cosas para cubrir tus propias emociones. Tampoco te expones tanto. La gente no ve cuánto hay de personal. Tú lo sabes, pero los demás no se dan cuenta.

2.Trata de entender qué esperan de ti la crítica y el público... Y luego haz exactamente lo contrario.

¿Es cierto?

Cuando saqué 'Pudor', que me fue bien, pensé: "Sacaré otra igualita". Pero no podía. Lo que me interesaba contar en ese historia ya lo conté en esa historia, así que hice una distinta, que era un thriller político, 'Abril rojo'. Y a partir de entonces, todo el mundo pensó que iba a escribir cosas políticas. Saqué una comedia, una de ciencia-ficción y ahora piensan qué cuernos haré la próxima vez y eso me parece interesante. En la música hay cantantes como Bowie. Cada cosa que hace es una transformación. Lo que me gusta cuando leo y escribo es explorar distintos mundos, distintos universos. Cuando se espera que haga algo, hago lo opuesto.

¿Cómo le ha influido la violencia?

Nos fuimos exiliados a México y volvimos a un país muy violento. Eso me hizo leer, la violencia tiene parte de culpa de mi vocación. Regresé a Perú, el mundo era horrible. No solo la violencia terrorista y la guerra, sino lo machista y conservador de la sociedad. Todo era difícil en un colegio religioso de varones. Las relaciones entre los chicos eran violentas. Tenía sensación de que había un mundo mejor en México, donde crecí, y lo había perdido. Leía porque en los libros encontraba mundos mejores. Luego he escrito sobre la violencia, y más de un libro. Y es un tema, pero no el único, al contrario. Por eso pensaba: "Es hora de hacer algo divertido". Faltan libros divertidos.

¿Vivió la violencia, directa, sobre ustedes?

Las bombas se escuchaban todo el tiempo. Teníamos cintas adhesivas en las ventanas para las ondas expansivas. También me acuerdo de los cadáveres en la calle. Eran mensajes. Los apagones. Luego, cuando trabajé en derechos humanos, vi la violencia en el campo, que era muy distinta, de otra manera, porque la violencia que sufrió mi clase social fue terrorista pero la del campo fue del Estado, más brutal. Eso me hizo, como mucha gente de mi generación, muy escéptico de los dos extremos. Era muy difícil entender quién era el bueno y quién era el malo, ni Sendero Luminoso ni el Estado tenían un currículo muy amable en términos de asesinar y secuestrar gente. En mi familia hay gente muy de derechas y muy de izquierdas y tuve que sobrevivir entre ambos. Es bueno para un escritor tomar distancia. Es lo que haces en la novela. Pero es pésimo para tu vida personal.

¿Irse de Perú tuvo que ver con eso?

Era empleado público y estaba sobreinformado de todo, no solo sobre derechos humanos, sino de la corrupción de los últimos años del régimen de Fujimori, que se pudría, se venía abajo, caían pedazos podridos de carne. Pero también me dejó una chica, quería ser escritor y me habían rechazado todas las editoriales en Perú, que en ese momento eran tres, ja, ja. Era fácil saber que no habría más. Tenía 25 años y a esa edad sabes ya cómo iba a ser tu vida adulta, y sabía que no me gustaba. Y tampoco tienes ataduras. El lugar más obvio para ser escritor o guionista era España. Fue un poco una huida.

La situación en Perú es, ahora, otra, y aquí también es distinta. ¿Piensa en regresar?

Creo que voy a ser el último emigrante. Todos mis amigos se van. Muchos latinoamericanos se van. Allí hay trabajo. Creo que se vive aquí, de promedio, mejor. Pero no hay trabajo. Mis amigos regresan... Mi esposa es española, mis hijos nacieron en Barcelona. En muchas cosas me gusta la sociedad europea. También valoro, más que los españoles, lo que tienen. He vivido crisis porque soy suramericano. Y normalmente son peores. Esta es una sociedad que sale, que protesta. Los líderes están podridos todos, pero las instituciones funcionan de una manera razonable.

¡No hable como si no fuera con usted! Paga impuestos aquí.

Sí, sí. Mi idea de una crisis es más grave que esta. Lima en los 80 o los 2000 en Argentina... Todavía hay muchas cosas que me atraen o atan aquí.

3. Olvida eso de que los personajes "tienen vida propia y se rebelan contra su autor". Esos perdedores son tus esclavos. Puedes matarlos si quieres.

¿Un asesino?

Es el placer de esto. En la vida real no puedes matar a la gente cuando quieres. Tengo amigos que hacen cine y la parte que no entiendo es que tienes que trabajar con gente. ¡Los actores tienen sus propias ideas! ¡Los de vestuario tienen propuestas! Lo que me gusta de escribir libros es que mando, soy un dictador, no es ninguna democracia. Control 'freak', todo controlado. Un universo a mi medida.

4. Escribe historias en las que pasen cosas, no teorías. Seguramente eres muy inteligente, pero no lo tienes que demostrar. Una novela no es un examen de admisión al doctorado.

Contar, contar.

Una novela, como en general el arte, no apunta a tu cabeza, apunta a tus emociones. Tienes que emocionar, y si emocionas puede que hagas reflexionar. Lo contrario no ocurre. En el fondo, esta novela incluye una reflexión sobre la ficción, sobre el amor, sobre los estereotipos del amor, sobre la masculinidad, que además es una condición en decadencia, pero no tengo que escribir la frase: "Entonces, Óscar pensó en la decadencia masculina". Si sigues la historia de Óscar, ya lo pensarás. Y también idearás cosas que no tengo previstas. Yo no te quiero convencer de nada.

¿Un escritor siempre tiene que escribir contra el poder?

El poder, cualquier poder, ¿es el enemigo? Lo que tratas de ser es un individuo, ¿no? El poder uniformiza, te da versiones comunes de las cosas. Lo que hace un artista es decir: "Yo soy yo, tengo una manera de ver las cosas individual, personal, diferente". El arte representa la victoria del individuo, la victoria de una persona, de una manera de sentir y pensar sobre una versión oficial de las cosas.

¿Y la relación directa con el poder?

Su abuelo fue diplomático, su padre es ministro... Difícil, ¿o no? Es mi padre y ya está. No tengo que defenderlo y él no espera que lo defienda.

Le preguntaba sobre sus sentimientos.

Ah, ya. Yo crecí entre políticos. Mi idea de los políticos es mejor que la que tiene la mayoría de la gente. He crecido entre políticos. No he visto robar. Políticos idealistas, apartados del poder durante muchos años. Para mí es normal hablar con políticos, tengo amigos políticos de varias ideologías. Hay tendencia a convertir al escritor latinoamericano en un personaje político. Todo el mundo te pregunta: "Señor Escritor, ¿cuándo saldrán las tropas de Afganistán? Señor Escritor, ¿cómo se resuelve la crisis económica global? Señor Escritor, ¿qué pasará en Venezuela después de Hugo Chávez?". Hubo un momento en América Latina, en los 70, en los que los escritores eran los únicos que podían hablar, todo eran dictaduras, y había cosas muy graves que denunciar, como que estaban tirando a la gente de los aviones al mar.

¿Y cómo es la relación con un ministro de Asuntos Exteriores de Perú?

Una pesadilla: cuando no era ministro me iba a buscar al aeropuerto. Ahora, el combustible del coche lo pagan los contribuyentes y no se usa para las cosas personales. No puedo salir a emborracharme al balcón de la casa porque hay nueve guardaespaldas delante. Soy el único escritor peruano que... El Ministerio de Asuntos Exteriores envió un documento a todas las legaciones diplomáticos ordenando no financiarme, no promocionarme.

¡Es su enemigo!

Estoy orgulloso de que haga eso. ¡Pero es una pesadilla! ¿Sabe lo peor? El embajador peruano que más defendió mi carrera fue el primero al que mi padre pasó al retiro. El día en que yo estaba en Londres con ese embajador. Me alegra por mi país, me alegra por él porque está muy estimulado pero mi vida personal es un horror.

Usted tenía que haber sido un niño bien del barrio de Miraflores.

Yo soy lo que en Perú llaman izquierda caviar, gente que siempre ha vivido bien. Lo de ser caviar me parece fascinante. ¡No soy tan de izquierda! Lo de ser caviar es lo que me gusta.

Entonces, su destino era ser diplomático, político.

Probablemente. Mi padre era demasiado conocido. Eso era muy bueno. Conseguía trabajos porque "el hijo de Roncagliolo no puede ser idiota". Pero estar fuera, tener que buscarme la vida a 10.000 kilómetros fue importante, y descubrí aquí lo bien que vivía allá. Los primeros años fueron muy duros.

¿Limpió casas?

La única manera para conseguir papeles. No hay papeles para escritores.

No sabía conducir pero sabía limpiar.

No como un profesional. Ahora, le diré que soy un mayordomo elegantísimo. Todo está hecho una porquería pero sé hablar tres idiomas.

5. No desprecies las emociones básicas: humor, amor, soledad. Muchos intelectuales se avergüenzan de compartir sentimientos con más del 5% de la población. Deja que ellos mueran solos y amargados.

Ni solo ni amargado.

Cuando crecí, la cultura tenía que ser popular o alta cultura. Y se odiaban mutuamente. Tomo cosas de grandes escritores, pero las telenovelas forman parte de mi cultura. Hago comedia, hago 'thriller'.

¿Y consume telenovelas o solo se ganaba la vida?

Picoteo. Viajo y es difícil seguirlas. La telenovela es el único género narrativo latinoamericano, el único que hemos inventado. Es más respetable que lo que la gente cree.

Hemos hablado de las cinco reglas, ¿hay una sexta?

Si me pongo a pensar, hay un montón. Todo lo que hago suele tener humor. Aunque creo que nadie se ha dado cuenta.