Josep Font: "Nuestros vestidos no son de alta costura, pero se acercan"

El director creativo de Delpozo, premio nacional de diseño 2014, ha logrado hacer de este firma un emblema internacional de la sofisticación

Josep Font

Josep Font / EL PERIÓDICO

LUIS MIGUEL MARCO

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Mucho se ha escrito acerca de la timidez casi patológica de Josep Font (Santa Perpètua de Mogoda, Barcelona, 1967). Incluso ha confesado que, siendo niño, se negó a pronunciar palabra alguna durante un tiempo. Y es cierto que, aún hoy, a veces preferiría que fueran sus vestidos, auténticas piezas de orfebrería, los que hablasen por él. Pero aquí están, a vuelta de correo electrónico, sus respuestas a los nuevos retos que afronta como director creativo de Delpozo y que pasan por la exigencia de abrirse al mercado internacional. Esas respuestas llegan tras los ecos elogiosos de su último desfile neoyorquino, el de sus propuestas para el otoño que viene. “Parece que hemos gustado, sí”, asegura en un modesto plural.

Desde hace algo más de tres años, el nuevo hogar de Josep Font es el estudio que ocupó el propio Jesús del Pozo en el Mercado de Puerta de Toledo de Madrid, hasta que el maldito cáncer se lo llevó el 13 de agosto del 2011. El impulso que necesitaba el taller llegó de la mano de Perfumes y Diseño –la empresa dedicada a la distribución de fragancias vinculadas a firmas de moda como Salvatore Ferragamo, Moschino, Agent Provocateur, Tous, Roberto Verino, entre otras– y del nombramiento de Font como nuevo director creativo. Con su llegada, Jesús del Pozo pasó a ser Delpozo, una forma de diferenciar al hombre de la marca y de marcar una nueva estrategia.

Aquel nombramiento fue inesperado, pero ahora nadie pone en duda la maniobra empresarial que permitió entre otras cosas la continuidad del taller. Tanto es así que el año pasado Josep Font fue galardanado por el ministerio de Cultura con el Premio Nacional de Diseño 2014. Era el reconocimiento también a una trayectoria, la del mejor embajador que tenemos actualmente en moda. Y, además, si en Francia existe un Dior sin Christian, un Givenchy sin Hubert y un Chanel sin Coco, ¿por qué no un Delpozo sin Jesús? “No le conocí personalmente, pero sí su trabajo. Suceder a Jesús del Pozo para mí fue algo realmente estimulante”.

El concepto de ‘prêt-à-couture’ es el que define su trabajo al frente de Delpozo. ¿Que le dejaran trabajar de esa forma es lo que le convenció para darles el sí?

Este proyecto desde el principio me pareció un reto muy interesante: respetar un legado aportando mi visión para crear una marca global. La verdad es que no me costó nada decir que sí y es algo que afronto con mucho respeto, ilusión y energía.

¿Y sigue implicándose en el proceso creativo tanto como acostumbraba, trabajando sobre el maniquí y supervisando a las costureras?

Absolutamente. No es fácil cambiar la manera que uno tiene de trabajar y siempre ha sido así, desde el principio, desde que monté mi taller. Para mí es fundamental modelar sobre el maniquí y estar en contacto diario con el atelier para ir definiendo y viendo el proceso de toda la colección.

Si uno ha seguido la dilatada trayectoria de Josep Font sabrá que sus prendas tenían y tienen ese componente de fantasía, de ensoñación, de referencias artísticas que las hace únicas. Sus estudios de arquitectura han tenido, además, mucho que ver en la construcción de las piezas. La riqueza de los tejidos empleados y el trabajo con los bordados son parte de su compromiso con la moda. Y siguen ahí. No hay más que entrar en la tienda que Delpozo tiene en la calle de Lagasca, 19, en Madrid, y admirarlo.

¿Ha tenido que frenar sus impulsos para retocar y retocar unos vestidos que, en definitiva, tienen que poderse venderse?

Al final es un balance. Nuestras piezas no son obras únicas de alta costura, pero se acercan. Lo llamamos, efectivamente, 'prêt-à-couture' y con ello lo que queremos explicar a las clientas es que se mantiene una forma de trabajar muy parecida a la de la alta costura. Utilizamos técnicas antiguas y delicadas, como los bordados y los acabados a mano. Eso se aprecia también en la forma de desarrollar las prendas a partir del modelaje. En definitiva, el resultado son diseños modernos y frescos, pero a diferencia de la alta costura no existe una sola pieza de cada modelo, hay una producción detrás.

Desde su segunda colección –y ya van seis– la estrategia comercial de Delpozo pasó por desfilar en Nueva York. ¿Qué han encontrado allí para repetir?

Desfilar en Nueva York fue una opción que tuve muy clara desde el principio. Cada pasarela aporta cosas, pero sin duda Nueva York es la ventana al mundo. Desde el principio, la internacionalización era una de las prioridades de la casa en esta nueva etapa. Se necesitaba introducir la marca en los mercados internacionales y, por el momento, lo estamos consiguiendo. Ya estamos en el mundo, no solo en EEUU. En China tenemos varios puntos de venta en Lane Crawford, Tsum en Rusia, Browns en Londres, DNA en Riad, las Galeries Lafayette en París... Y ahora que cada vez se compra más moda on line, estamos en plataformas como Moda Operandi y Net A Porter, cuyo alcance global es absoluto.

En palabras de Pedro Trolez, presidente del grupo Perfumes y Diseño, el objetivo era precisamente ese: convertir el ‘atelier’ madrileño en una marca de lujo global. ¿Cómo lleva usted esa presión?

Nos queda mucho trabajo, pero creo que estamos yendo por el camino correcto. Si uno se para a pensar, no hace ni tres años que presentamos la primera colección y, como digo, ya estamos presentes en las tiendas más relevantes del mundo. Tenemos un equipo con base en Nueva York y ahora la idea es expandirse en más categorías.

¿A qué se refiere?

Ahora mismo estamos preparando el lanzamiento de accesorios y también de precolecciones.

Indré Rockefeller es la presidenta de Delpozo en Estados Unidos. ¿Su figura es clave para abrirse a esos otros mercados?

Indré es una gran profesional de la industria de la moda y su experiencia y 'know how' han ayudado a que Delpozo se asentara en Estados Unidos. La primera tienda de Delpozo la abrimos en Miami, en el Design District [35 NE con 40th Street], que es la zona donde todas las marcas de prestigio están abriendo sus boutiques porque es un punto de conexión entre las Américas. Y hay un futuro proyecto para abrir un segundo punto de venta en Estados Unidos.

Nos consta que Font se implicó personalmente en ese 'flagship store' de Miami, desde la ubicación hasta la distribución, la iluminación, los colores y hasta el aroma que desprende la tienda. Él es así. Su actitud hacia el trabajo, lo saben sus colaboradores, resulta a veces obsesiva.

¿Y qué balance personal hace usted de esta nueva etapa en su vida?

Bueno, por un lado siento que parece que llevemos mucho tiempo trabajando en este proyecto, pero, por otro lado, ¡ha pasado todo volando! Estoy muy orgulloso y contento por lo que he conseguido con mi equipo, y muy satisfecho de que Delpozo esté teniendo tan buena acogida a nivel mundial.

No estaría de más recordar, llegados a este punto, que durante 20 años Josep Font estuvo al frente de su propia marca. Y que siguiendo la estela de muy pocos españoles –Rabanne, Balenciaga...– fue invitado a participar en la Semana de Alta Costura de París. Lo hizo no en una, sino en cuatro ocasiones. Finalmente y, a su pesar, terminó desligándose de su firma –que no puede utilizar– en el 2009, tras recibir otros numerosos reconocimientos, como el premio L’Oreal a la Mejor Colección de la pasarela Cibeles en los años 2000 y 2002.

¿Qué recuerdo tiene de aquella experiencia parisina, de medirse con las mejores agujas?

Tengo recuerdos maravillosos. Fue un honor que la Chambre Syndicale me invitara a participar en los desfiles, ya que la alta costura es la expresión máxima de la moda. Fueron unas temporadas de muchísimo trabajo. Y fue un gran aprendizaje.

Cuando recibió el Premio Nacional de Diseño 2014, dotado con 30.000 euros, decidió aceptarlo y donarlo a la Asociación Española contra el Cáncer y a la Fundación Alzheimer de España. “Es lo que más ilusión me hace de este reconocimiento”, dijo en ese momento. ¿Algo que anadir?

Fue un reconocimiento al duro trabajo que estamos haciendo mi equipo y yo con el proyecto de Delpozo. Por desgracia, he vivido de cerca estas enfermedades y por ello quise donar el valor económico para su investigación.

¿Y su día a día es diferente en Madrid de cuando vivía en Barcelona?

Lo único diferente es que no estoy cerca de mis amigos. Mi día a día es volcarme en el trabajo. Me gusta levantarme temprano, ser el primero en llegar al atelier y ponerme a trabajar con mi equipo. Por las noches me relajo leyendo un buen libro o viendo una película.

¿Alguna cita cultural que le haya marcado?

Una exposición que vi en Nueva York del artista Andrey Remnev [un pintor actual influenciado por lo antiguo] que fue el punto de partida para la última colección otoño-invierno 2015 de Delpozo.

Las propuestas de esta primavera también son muy artísticas.

Mi inspiración para esta primavera procede del trabajo de Josef Albers y de Nils-Udo. Me basé en estos dos artistas para realzar el valor del color y del volumen de la colección. Me gusta el land art de Nils-Udo, donde el paisaje natural es partícipe de la obra artística. Me inspiré no solo en el color, sino también en las formas de sus creaciones. De la teoría de Josef Albers me interesó cómo se perciben los colores dependiendo de su combinación. Me atrajo mucho esa idea de contraponer colores muy gráficos por un lado y, por otro, combinar tonalidades más pastel.