José Ángel Mañas entrevista a José Ángel Mañas

El novelista, que ha vuelto al 'thriller' con 'Todos iremos al paraíso', se desdobla para ejercer de entrevistador y entrevistado

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JOSÉ ÁNGEL MAÑAS

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Mi querido José Ángel: si no te importa, voy a salir del espejo y charlamos un ratito de lo que estás haciendo últimamente. O mejor, no. Mejor, casi entra tú y echa un vistazo a lo que ves a tu alrededor. ¿Dónde, aquí? 

Sí, pasa. Siéntate. Disfruta. Estás al otro lado del espejo, y lo que ves a tu alrededor, ¿sabes lo que es? ¿El qué, el paraíso? 

Ja, ja, cómo se ve que acabas de sacar novela y que no puedes pensar en otra cosa. Te conozco mejor que nadie. Cuando te obsesiona algo, eres incapaz de dejar de dar vueltas en torno a ese tema, de modo que vamos a hablar de la novela que acabas de publicar, sí. ¿A qué viene ese título, ‘Todos iremos al paraíso’? Es el título de una canción de Polnareff, un cantante francés de los años 70. Es muy conocida en Francia, casi un himno, y a mí siempre me ha gustado. Dice precisamente eso: que iremos todos juntos al paraíso. Los santos y los asesinos, las putas, las monjas, hombres y mujeres, calvinistas y pecadores, todos juntos de la manita. Me gusta esa manera de arrasar con cualquier moralidad, de hacer ver que, en el fondo, da absolutamente igual lo que hagamos en este mundo. Ese puntito de amoralidad radical, con sus ribetes de desesperación lúdica, me atraía. Y sobre todo me parecía una reflexión muy adecuada a la protagonista de esta historia, una mujer corriente que en un momento dado, por un cúmulo de circunstancias adversas, acaba matando a seis personas. Digamos que el punto de partida era ese. ¿Puede una chica bien, de un nivel acomodado, con una vida absolutamente anodina y estándar, convertirse en una asesina? La respuesta que da la novela es que sí. 

Háblame un poco de los personajes. Bueno, la protagonista se llama Paz: es quien vertebra la historia. Como digo, el germen de la novela es ella, esa urbanita sofisticada que se ve envuelta, sin casi darse cuenta, en una tragedia, de manera accidental, y sufre las consecuencias, claro. Mi exploración psicológica era esa: ¿es capaz una persona que se considera absolutamente normal, a raíz de un puñado de decisiones aparentemente banales, erróneas y mal tomadas, de convertirse en un monstruo? 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Lo que me gusta","text":"\"Lo que me gusta\u00a0de mis novelas no es lo que est\u00e1 escrito, sino lo que queda en la cabeza de los lectores cuando cierran un libro\""}}¿Y los demás personajes?¿Su marido, los hijos, su cuñado? Es un drama muy cerradito en torno a la familia. Paz está casada con Sergio, un profesional de clase media como ella, un periodista, con un buen puesto en un semanario madrileño. Ellos tienen una relación muy correcta, me parece a mí, muy convenientemente laxa entre dos personas que son en el fondo unas adictas al trabajo. La tragedia, por supuesto, va a arrasar con el matrimonio. 

A riesgo de hacer un ‘spoiler’, lo que me ha parecido más brutal de la novela, lo que horroriza más al lector, es cuando le ocurre el accidente que los dos sabemos a los niños. Los hijos de Paz y Sergio, Íker y Yago, de 5 y 7 años, son víctimas colaterales de la tragedia. Pero de alguna manera era inevitable. A mí mismo me costó escribir la escena de la que hablas, la del incendio, pero me he quedado satisfecho. Hay mucho 'pathos'. Ya van varias personas que me han dicho que se les subían las lágrimas a los ojos. 

Y también hay humor en la novela. Dime que con los suegros te has reído un rato, anda. Lo confieso, sí. Con los suegros de Paz me he reído, por necesidad.

 Y luego está el cuñado, Joaquín. Es un personaje francamente ambiguo. Es el otro personaje clave de la historia, porque, siendo abogado, es quien va a defender a Paz y al mismo tiempo va a suplantar a su hermano. La relación con Paz tiene algo de incestuosa que resultaba muy provocativo y atractivo para un novelista. 

Hay una escena que, a fuerza de patética, resulta ridícula, que es el hallazgo del cadáver de Sergio. ¿Era voluntaria? Supongo que sí. Yo siempre he dicho, y creo que no hace falta ser Shakespeare para entender esto, que la tragedia nunca es monolítica, que tiene sus ribetes de grotesco, que la vida es tragicomedia inevitablemente. 

¿Tú dirías que hasta en los entierros acaba habiendo su punto de humor? Es una buena definición. La suscribo. 

Háblame un poco del género narrativo al que te has adscrito esta vez. ‘Todos iremos al paraíso’ es claramente un ‘thriller’, un texto donde hay un muerto cada 10 páginas y peripecias incesantes. Me recuerda, en ese sentido, a ‘Soy un escritor frustrado’. Es la novela mía a la que más se asemeja. Con una diferencia: que con 'Soy un escritor' frustrado me salió un 'thriller' sin pretenderlo, y que en 'Todos iremos al paraíso' ha habido una voluntad deliberada de escribir un auténtico 'page turner', que al final de cada capítulo ocurriera algo que te obligara a arrancar el siguiente. En ese sentido, marca un hito en mi carrera. Estoy explorando el suspense como sostén narrativo. 

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"S\u00e9 que\u00a0","text":"\"S\u00e9 que\u00a0cuando soy bueno, soy muy bueno. Y que cuando meto la pata,la meto hasta el fondo. Doy muchos vaivenes\""}}¿Hasta ahora no lo habías trabajado? En realidad, no. Hasta ahora en mi proceso creativo la trama, digamos, el esqueleto narrativo era casi lo de menos. Primero concebía –lo sigo haciendo así– un grupo de personajes, con sus personalidades propias, sus problemas y los vínculos de relación entre ellos. Ese es mi punto de partida. Una vez que tengo los personajes bien anclados en la mente, que siento que los entiendo, que los veo y los oigo, entonces paso a buscar una anécdota que me ayude a ponerlos en movimiento. Siempre era una anécdota muy sencilla y con ella armaba una trama minimalista, en dos o tres actos, con un par de puntos de giro muy básicos, donde lo importante era el drama. Yo siempre me he considerado, más que prosista, un creador de personajes. Me gusta mucho ese grito de Henry James, “novelists, dramatize!”. Yo me siento muy afín al dramaturgo.

Siempre has dicho que el trabajo de un novelista tiene mucho de actor. Es que eso, para mí, es el tramo más importante y gozoso de la creación novelística. Es ese momento en el cual, teniendo claros los personajes, me lanzo, en la primera redacción, a 'interpretarlos' a todos. Cuando me meto en la piel de todos ellos, y procuro que vivan, que se muevan, que actúen por su cuenta, y que escapen a mi control. Si siento que lo hacen sin que yo los fuerce, entonces considero que está lograda la ficción. Tengo, por supuesto, unos hitos, una mínima estructura preparada. Pero, aunque haya balizado el camino, el momento clave de la novela es ese primer instante en el que suelto a los toros y los dejo libres. Si veo que tiran de mí, ya siento que la ficción va a funcionar, y si necesito estar arreándolos, entonces es que la cosa va mal y que la novela no va a cuajar. La novela que funciona siempre tiene algo de mágico, de imprevisible, de incomprensible. ¿Por qué esta sí y aquella otra no? Yo mismo no puedo decir por qué. Y no entiendo cómo puedo ser tan irregular como creador. Sé que cuando soy bueno, soy muy bueno. Y que cuando meto la pata, la meto hasta el fondo. Mi carácter es así, muy contrastado, doy muchos vaivenes de un extremo a otro, siempre lo he hecho. 

¿Y el proceso de escritura? Eso viene después de esa primera redacción que digo. El primer borrador, el monstruo, es lo que a mí más me satisface, donde realmente debe estar uno inspirado. A partir de ese momento empieza un proceso de escritura y reescritura que puede durar entre uno y dos años por novela, en función de las páginas que tenga. Ahí ya lo que corresponde es estructurar o reestructurar, organizar, precisar, corregir y recorregir, pensar en los adverbios y los adjetivos, etcétera. Pero ya digo que para mí es lo menos interesante. A mí lo que me gusta de mis novelas no es lo que está escrito, sino lo que queda en la cabeza de los lectores cuando cierran un libro. 

Sé que te gusta mucho la cita de Stevenson donde dice que la marca del buen narrador es la capacidad de crear imágenes narrativas que se queden grabadas para siempre en la mente del lector. Estoy absolutamente de acuerdo. Es mi estética. 

¿Crees que lo has conseguido con 'Todos iremos al paraíso'? Creo que tiene una colección de estampas narrativas suficientemente potentes. Me gustaría que fuera un verdadero 'best-seller'. Creo estar listo para ello. 

{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"La novela","text":"'Todos iremos al para\u00edso' (editorial Stella Maris). 'Thriller' psicol\u00f3gico en el que Jos\u00e9 \u00c1ngel Ma\u00f1as convierte a una mujer de \u00e9xito en asesina."}}