Joan Matabosch, con un pie en cada ópera

El nuevo director artístico del Teatro Real, en Madrid, alterna su gestión con la del control de la programación del Liceu gracias a una milimetrada logística

Matabosch-Liceu

Matabosch-Liceu / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL

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A las 8.15 de la mañana de un frío 28 de enero, Joan Matabosch (Barcelona, 1961) sube al vagón número 7 del AVE que le llevará a Madrid. Algo somnoliento, pero con las pilas cargadas cara a la intensa agenda que le espera, se dispone a aprovechar el trayecto: ojeará la prensa y revisará asuntos pendientes. La noche anterior asistió en el Liceu al estreno de 'La sonnambula', tercer título operístico de la temporada barcelonesa, que sigue tutelando a pesar de que desde el 1 de enero tiene contrato como director artístico del Teatro Real. Esa misma tarde, Matabosh será espectador del estreno absoluto de la ópera 'Brokeback Mountain', producida por el coso madrileño.

El vértigo de esa ida y vuelta de un coliseo a otro se repetirá varias veces a lo largo de los dos meses en los que le hemos seguido los pasos. Antes, en Barcelona, había presidido el jurado del Concurso Viñas. Y en febrero, el tren de alta velocidad le llevó a controlar los ensayos de 'Alceste', estrenada en el Real, y los de la reciente 'Tosca' en el Liceu, además de protagonizar, en una misma semana, la presentación de las temporadas de los dos teatros de ópera más importantes de España. El último de sus desplazamientos, este mes, coincidió con la desaparición de Gérard Mortier, su visionario y polémico antecesor en el cargo.

Buena relación

La cohabitación del director catalán con Mortier, hasta su muerte, funcionó sin contratiempos: "Mi relación con él fue tan buena como siempre. Y me atrevo a decir que las circunstancias favorecieron a que fuera especialmente afectuosa". Durante este tiempo, en el que el anterior gestor continuó como asesor artístico aunque el tratamiento del cáncer lo alejó físicamente del Real, Matabosch asumió, como si fueran propias, las propuestas de la temporada, ayudando a su equipo a resolver los problemas que se presentaron. Una reciente misiva del director belga, aludiendo a la "caballerosidad" del catalán al respetar sus compromisos con autores a los que había hecho encargos, da fe de esa buena relación.

Matabosch valora el legado dejado por su predecesor como un capital que hay que preservar y enriquecer. "Sería imperdonable que sucediera en Madrid lo que ocurrió en París cuando terminó su contrato. Allí reorientaron la programación en la línea más radicalmente opuesta a su herencia, destruyendo prácticamente lo que había construido. Esto no sucederá en Madrid", anuncia. Al preguntarle si su modelo de gestión ha influido en su trayectoria, es tajante: "El trabajo de Mortier ha pesado mucho en una generación de directores y yo no soy una excepción. Además de tenerle admiración y respeto, he mantenido con él, durante 20 años, una estupenda relación y se ha comportado conmigo con gran generosidad".

Desde que, en septiembre pasado, se anunció su fichaje por el ente madrileño, el factótum de la ópera nacional alterna sus funciones en los dos teatros. El pacto establecido entre ambas instituciones para facilitar una transición estable hasta que el nuevo responsable artístico del Liceu se haga cargo de la gestión del teatro, en el curso 2014-2015, le obliga a mantener este puente operístico.

A él no parece afectarle esta hiperactividad. Al contrario, se siente a gusto cuidando el legado artístico que deja en Barcelona, donde ha ocupado el cargo durante 15 años. Junto a su secretaria en el Gran Teatre, Vicky Gómez, prepara citas con cantantes, directores y agentes, mientras tiene un ojo en Madrid, donde su mano derecha, el también catalán Damià Carbonell, guarda la viña mientras él está fuera. Lo mismo pasa en el teatro de la Rambla, donde Ivan van Kalmthout juega el mismo papel cuando Matabosch está en el Real.

Jornadas movidas

"Esta situación requiere una buena logística, pero no tiene nada de problemática. Me organizo según las necesidades de cada teatro, sobre todo en lo que se refiere a los planes de ensayos", explica. Bajo estas premisas, establece su tiempo de permanencia en cada entidad. Nada parece alterar la flema del personaje, a pesar de estar inmerso de la tensión del ajuste final de las programaciones.

En la primera jornada que hemos seguido sus pasos en el Liceu, ha tenido "dos reuniones telefónicas" con la messo Sarah Connolly y con Serge Dorny, director de la Ópera de Dresde. También ha recibido a Paco Azorín, director escénico de Tosca. En Madrid, le espera un encuentro con los jefes de escenario, una entrevista con un periodista del 'Die Welt', un cambio de impresiones con el director musical Titus Engels y un encuentro para debatir cuestiones urgentes con el presidente y el director general del teatro.

El día siguiente será igual de agitado: una sesión con el comité de empresa y una audición de cantantes, además de una entrevista en la SER y una cena con el embajador de Francia. Pero no tiene problemas para encontrar un hueco para recibirnos y hacer una visita por el interior del teatro. Durante el recorrido, es fácil detectar la buena acogida que le ha dispensado el personal del Real. Siempre está disponible para programar citas con quien se lo pide, aunque el férreo control de su secretaria, Esther López, pone las cosas en su sitio para que todo siga el orden establecido.

Estrenos futuros

Con Damià Carbonell ponen al día la agenda de 2015. El torrencial director aprovecha la oportunidad para destacar que el Liceu tiene más consolidadas sus temporadas futuras que el Real. Por eso ha podido intervenir ampliamente sobre la programación madrileña de 2014-2015, en la que solamente se mantendrán dos encargos de su antecesor: 'El público', de Mauricio Sotelo, y 'La ciudad de las mentiras', de Elena Mendoza. En las otras propuestas destaca un 'Gianni Schicchi' protagonizado por Plácido Domingo y con montaje de Woody Allen, la dirección de Willy Decker de 'Muerte en Venecia' 'La traviata' de David McVicar, ambas en coproducción con el Liceu en una línea de colaboración que piensa ampliar. 'Hansel y Gretel', con puesta en escena de Joan Font, de Comediants, y un 'Fidelio' a cargo de Àlex Ollé, de la Fura del Baus, pondrán el sello catalán a una temporada en la que ha logrado implicar en el diálogo artístico a instituciones como el Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, el Instituto Cervantes, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, la Fundación March, el Reina Sofía o la Filmoteca.

La próxima temporada en el Liceu tendrá mínimos riesgos, dada la delicada situación económica que atraviesa. Así que aparecen títulos como 'La traviata', 'El barbero de Sevilla', 'Norma', 'Carmen', 'Maria Stuarda', 'Arabella', 'Così fan tutte', 'Don Pasquale', 'Sigfrido' y las versiones en concierto de 'Tristán e Isolda' 'I due Foscari'. La cuota de la contemporaneidad solo figura con el díptico 'Una voce in off', de Montsalvatge y 'La voix humaine', de Poulenc.

A Matabosch no le gusta comparar los dos ejercicios, "más allá de lo que es evidente". El Real, reconoce, tiene más novedades, más estrenos, más obras del siglo XX y XXI, "mientras que el Liceu incluye más títulos de gran repertorio, dado que la evolución de los márgenes de su actividad no permiten ninguna alternativa". En cualquier caso, dice que las dos temporadas soy muy atractivas, "cada una en su estilo", y tienen el equilibrio necesario. "Además de grandes cantantes, directores de orquesta y escénicos", añade.

Diferencias entre el Real y el Liceu

Mientras desde las localidades más altas del Real seguimos los preparativos para adecuar el escenario para un nuevo montaje, hablamos de las diferencias entre ambos teatros. "Un modelo artístico no es trasladable de un espacio a otro. Sería un error intentarlo. No solo porque el público es, en algunos aspectos, diferente, sino porque la tradición también lo es y los vacíos culturales que hay que subsanar no siempre coinciden. Lo que no varía es el concepto de la ópera que hay que defender, situándola en un espacio de reflexión y debate cultural. Eso sí que no es negociable".

Matabosch admite, sin embargo, que el camino para llegar a resultados artísticos deseables "puede ser distinto en dos instituciones con puntos de partida dispares". El Real tiene, en su opinión, peculiaridades distintas de las del Liceu. "Sobre todo porque es un ente que ha sufrido en su historia numerosas interrupciones y derivas alejadas de la actividad, pero en realidad lo operístico de Madrid no es tan distinto de lo de Barcelona. Las dos ciudades comparten en este campo mucho más de lo que les diferencia". En Madrid, por ejemplo, puede tener que enfrentarse a injerencias del poder político mayores que en Catalunya. Ya sucedió cuando, tras su nombramiento, el ministro Wert quiso imponer un director musical.

 "Las presiones políticas en el Real han sido notables en el pasado, y han provocado periodos de inestabilidad. Pero eso se acabó desde que se creó la figura del presidente de la fundación y, sobre todo, a partir del nombramiento de Gregorio Marañón. Con gran habilidad, él se ha encargado de alejar el teatro de la arena política, algo fundamental para garantizar una necesaria autonomía de gestión". De hecho, Matabosch cree que en su nombramiento no ha influido para nada el hecho de ser catalán o español –el belga Mortier pretendía dejar un sucesor de fuera del país–, sino las características de su perfil.

Catalán en Madrid

Poco amigo de los focos –"deben ser para los artistas"–, se siente satisfecho por la buena recepción que ha tenido en Madrid. El hecho de ser un catalán con mucho poder en la capital no tiene para él mayores connotaciones. Más de una vez ha dicho, con relación a la consulta soberanista, que tiene poca capacidad de emocionarse ante las banderas y que respeta todas las opiniones, pero que es más partidario de tender puentes de diálogo. Ahora prefiere no ir más allá en este tenso debate.

Dejó el Liceu en un momento en que el teatro barcelonés había traspasado todas las líneas rojas, acumulando además un déficit insostenible que ponía en peligro su estabilidad. "No tenía ningún motivo para irme del teatro, más allá de los 15 años en los que he tenido el privilegio de ser su director artístico, pero creo que este tiempo en la casa es suficiente. Quiero decir, además, que estoy contento de salir en un momento en el que la situación se está reconduciendo con Joaquim Molins Roger Guasch".

En su opinión, el Plan Estratégico y de Viabilidad aprobado responde a las necesidades del teatro: "Ha sido un acierto el cambio de gobierno. Solo lamento que este giro no se haya afrontado tres o cuatro años antes. En este periodo de desconcierto se ha perdido un tiempo precioso. Ahora está todo encarrilado, lo que no quiere decir que no se tengan que tomar decisiones difíciles, porque la situación ha llegado a ser desesperante".

Matabosch asegura que no ha entrado en el Real "como una apisonadora". Irá aplicando poco a poco su método de trabajo para construir un discurso artístico que se integre con la tradición operística de Madrid. Tampoco teme que haya choque de trenes con los sectores más conservadores. "El objetivo de un teatro no es generar polémica gratuita para darse publicidad y relevancia. Es evidente que hay muchos directores de escena capaces de exhibir caspa decimonónica y todavía muchos más a los que les gusta montar grandes escándalos, pero eso es simplemente banal".

Sello personal

No rehúye la polémica siempre que las dramaturgias potencien y hagan accesible el sentido de obras compuestas, con frecuencia, hace muchos años: "Toda interpretación en esa línea es aceptable". Su sello personal se ha notado ya con el nombramiento de un director musical estable, el británico Ivan Bolton. Al contrario de Mortier, que prefería la rotación en el foso, quiere un responsable que aporte continuidad y criterio al trabajo de la orquesta. "Bolton es idóneo porque es un gran preparador de formaciones, además de ser una de las batutas de más prestigio del momento".

No quiere entrar en la controversia creada por Gerard Mortier al poner en cuestión la valía de los cantantes españoles. "Tan absurdo es establecer una cuota de artistas de aquí como negar su excelencia por ser del país. En España hay cantantes extraordinarios y otros que no lo son tanto. La tarea del director artístico consiste en encontrar y potenciar a los mejores y lograr que el teatro se convierta en una plataforma para sus carreras". Elena Copons, María Bayo, Maite Alberola, Sylvia Schwartz, José Manuel Zapata, entre otros, volverán a tener su oportunidad en Madrid el próximo curso.

En la despedida, comentamos el reconocimiento a su labor en el Liceu ahora que mira al futuro desde otro teatro. "No soy una excepción a lo que es habitual. Todos sabemos que en este país a la gente se la valora en el momento de los funerales", dice entre risas. Por suerte le seguiremos viendo en Barcelona, donde su planificación influirá en las próximas temporadas.