Historia de un retrato

ilosadadominical 678 historia de un retrato 150914175802

ilosadadominical 678 historia de un retrato 150914175802 / periodico

EDU SOTOS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hace unas horas que concedió su primera entrevista y ya parece un veterano. Está sereno, incluso demasiado tratándose de un joven de 23 años que se enfrenta a su primer encuentro con un medio internacional. Con el mismo atrevimiento con el que accedió en el 2008 a ponerse delante de la lente del artista norteamericano Kehinde Wiley (Los Ángeles, 1977), posa en uno de los miradores de la favela de Vidigal, el suburbio más bohemio de Río de Janeiro. Su nombre, Randerson Romualdo Cordeiro, dio título a uno de los cuadros que ha colgado en las paredes de la exposición 'A new republic' del prestigioso Brooklyn Museum de Nueva York. El retrato, su retrato, tiene un precio: 35.000 euros.

Han pasado siete años desde que aquel joven, que estonces tenía 16 años y una mirada incómoda, mitad desconfianza y mitad curiosidad, cabellos descoloridos y la gorra hacia atrás, llamase la atención del pintor californiano. "Estaba con mis amigos cuando una mujer se acercó acompañada de un gringo. Me dijo que el americano había visto algo diferente en mí y que quería fotografiarme", explica Rande, apodo por el que todos le conocen en la favela donde se crio. Un lugar duro, de los que curten el carácter y que, por aquel entonces, distaba mucho de ser el refugio de artistas y extranjeros aventureros en el que se ha convertido tras su pacificación en el 2011.

Apoyado en una precaria barandilla, compensada con las increíbles vistas de las playas de Leblon e Ipanema al fondo, este muchacho de condición más que humilde sigue explicando: "La mujer me ofreció 50 dólares a cambio de posar para algunas fotografías. Al ser menor de edad, tuvieron que pedirle permiso a mi madre". Reconoce con cierta vergüenza que escondió parte del dinero para golosinas y le dio el resto a su madre para que comprara artículos de primera necesidad. Su situación no ha cambiado mucho hoy, ya que los 350 euros mensuales al cambio que gana arreglando teléfonos móviles en una tienda de Copacabana no le permiten independizarse.

"Me parece que intentaba plasmar la virtud del adolescente, más allá de las apariencias o de su entorno"

A pesar de que Rande asegura no tener ningún interés por el mundo del arte, sorprende su explicación sobre el momento que posó para Wiley. "Me enseñó unas fotografías de esculturas clásicas y me dijo que imitase las posturas. Me parece que intentaba plasmar la virtud del adolescente, más allá de las apariencias o de su entorno", comenta. Resulta curioso pensar que un chaval que se crio escuchando los disparos de los fusiles de los narcotraficantes y de la policía y que dejó los estudios a los 14 años entienda la implicación de la obra de un artista tan singular como Kehinde Wiley, del que se puede seguir su trayectoria y sus proyectos en su página www.kehindewiley.com. El motor del trabajo del artista estadounidense es lograr que personas de mundos completamente diferentes, en lugares y tiempos distintos, perciban cierta conexión tan solo con ponerse frente a sus obras.

Inspirándose en la majestuosidad de las obras de artistas como el barroco Pedro Pablo Rubens o el neoclásico Jean-Auguste- Dominique Ingres, Wiley, de padre nigeriano y madre afroamericana, intenta explicar la esencia de la cultura afrodescendiente alrededor del mundo a través de los retratos de raperos, artistas y deportistas famosos posando como si se tratase de miembros de la nobleza o la realeza. Su óleo de Michael Jackson a caballo, imitando el célebre Retrato ecuestre de Felipe II de Rubens y encargado por el mismísimo rey del pop, fue comprado por un coleccionista alemán por 175.000 dólares en el 2009. Sin embargo, el proyecto de Wiley con su exposición A new republic pretendía todo lo contrario: abstraer al individuo de todo contexto para visualizarlo como lo que es, un ser único.

"Resulta apasionante la forma que las personas tenemos de asumir la identidad de alguien en un retrato solo por el contexto –explicaba el propio Wiley a propósito de su exposición–. Uso las mismas técnicas para captar el poder de los grandes retratistas de la historia para observar los cuerpos de personas negras alrededor del mundo. Qué significaba en aquel entonces ser poderoso o bello y qué significa hoy". Han sido 14 años de mirar los rostros de habitantes de suburbios de ciudades de Estados Unidos, Latinoamérica y África plasmados en 60 pinturas y una decena de esculturas.

La búsqueda de identidad

Es aquí donde la mirada de Rande cobra sentido. A pesar de los miles de kilómetros que le separan por ejemplo de un pandillero del Bronx, su historia, la de un afrodescendiente que busca su identidad en un mundo globalizado, es la misma. "Cuando busqué por internet y vi los otros retratos no pude evitar sentirme identificado", relata el joven, que dice reconocer en los cuadros de Wiley las mismas preocupaciones, sueños y orgullo de personas que, como él, han tenido que vencer el estigma de ser negro y pobre en un mundo donde la apariencia lo es todo.

La historia de Rande y los 35.000 euros que algún coleccionista pagará –si no lo ha hecho ya– por contemplar el rostro del chico de la favela ha sido muy comentada en la prensa brasileña. Ante la insistencia de los periodistas por preguntar a Wiley sobre el joven más famoso de Vidigal, el californiano le ha prometido una copia del retrato y un libro firmado. Mientras, cuando se le pregunta por el dinero, Rande sonríe y, con una mirada que mezcla la ironía con la resignación, responde: "Él va a ganar mucho dinero y yo no conoceré Nueva York".