Diego el Cigala echa raíces

En el recuerdo quedaron los boleros y los tangos. Ahora regresa a los orígenes con un trabajo autoeditado que ha titulado 'Vuelve el flamenco'

Diego el Cigala

Diego el Cigala / JORDI COTRINA

NÚRIA MARTORELL

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Diego el Cigala se reencuentra con sus mejores raíces flamencas. Él, que siempre impone una jondura doliente y profunda aunque se prodigue en géneros ajenos, se sabe uno de los máximos exponentes del cante actual. De ahí que sin ningún tipo de pudor titule su nuevo disco 'Vuelve el flamenco'.

El álbum lo grabó en directo en el Palau de la Música Catalana. "Barcelona vio al Cigala en estado puro, sin aditivos ni colorantes", recuerda exultante el cantaor, que ahora anda de gira recuperando esos palos puros y tradicionales que abordó en ese memorable recital del 2012, arropado por la inspirada guitarra de Diego del Morao (hijo del glorioso Moraíto Chico) y el enérgico cajón de Israel Suárez, Piraña.

En el mismo escenario modernista, Diego Ramón Jiménez Salazar, que así se llama, quiso iniciar la gira de presentación del compacto, casualmente justo el día en que Felipe VI fue proclamado rey de España. La coincidencia histórica le lleva a exclamar entre risas: "¡Habemus Papam! O, como diría mi querido Gran Wyoming: ¡Habemus Mamam!". Pero se niega a hablar de política. "Si lo hiciera, acabaría en una mazmorra con grilletes en pies y manos, como en la película 12 años de esclavitud. No quiero saber nada de política. Es más: ¡odio a los políticos! Todos son lo mismo: arrobá.com", dice soltando otra de sus sonoras risotadas.

Dedicatoria a Paco de Lucía

El Cigala se siente feliz y se muestra efusivo. Gesticula con sus ensortijadas manos. Y ríe mucho. Solo se le apena el semblante cuando recuerda a los ausentes, o cuando explica su manera de vivir el flamenco. "El día del Palau el público no vino a escuchar 'Lágrimas negras' ni 'Romance de la luna tucumana'. Vino para verme cantar por soleá, tarantas, alegrías, martinete, fandangos, verdiales... Y en ese escenario, rodeado de esas musas que atraen a los duendes, se produjo la magia. Ese lamento sacro. Y quiero aclarar que, aunque yo lo canalizo todo siempre desde el flamenco, ante un concierto así el primero que se acojona soy yo. Para mí, es una responsabilidad enorme. Te lo juegas todo a una carta. Pero este es un disco que queda para toda la vida. Es curioso: ha tenido que morirse Paco de Lucía para que lo hiciera".

Al gran genio de las seis cuerdas le dedica 'Vuelve flamenco'. Paco de Lucía contó con su desgarrada voz en el álbum 'Cositas buenas' (2004), colaboración que el guitarrista le devolvió en 'Picasso en mis ojos' (2005). "No dedicárselo hubiera sido muy penoso. Es un disco de flamenco auténtico: con sus miedos, sus fatigas... Era lo mínimo que podía hacer. Cómo le añoro. A él y a Camarón, claro. ¡La juerga que deben de estar armando juntos por las alturas! Hemos perdido a dos monstruos del flamenco", lamenta. No se olvide del maestro Morente, le decimos. "No, no, claro –responde–. Él era otro de los grandes. Otro adelantado a su tiempo. Uno de los primeros cantaores que se puso a cantar a la poesía, a la literatura. A él también le amaba", resume.

Otro de sus "amores correspondidos", se apresura a recordar, fue el Nobel de Literatura Gabriel García Márquez. “En mes y medio se me fueron Paco y él. Me siento tan huérfano... ¡Qué pena, mi querido Gabo! Vino a verme hará unos ocho meses al Auditorio Nacional de México con su esposa, Mercedes, bien agarradito, tan enamorado de ella como el primer día, después de 52 años de casados. Ahí llegó él, como recién venido de su Macondo. Y me dijo: 'Vengo a escucharte, a ver si puedo seguir viviendo un poquito más'. ¡Cómo me hizo llorar! Con la medicación y eso, hablaba con dificultad. Luego fuimos a cenar. Mercedes, que le hacía de traductora, soltó: 'Dice que quiere brindar por ti con un buen vino'. Luego, por detrás, le pidió Coca-Cola al camarero. Pero Gabriel cogió la copa, la alzó, bebió y dijo: '¡Buen vino!'. Llevaba cinco años sin salir de casa. Y ese día lo hizo. Por mí. ¡Imagínese!". Al Cigala le consuela creer en la reencarnación. "Estamos en la vida de paso. Seguro. Y nos espera un lugar más tranquilo y, a la vez, muchísimo más divertido [ríe]. Si no, estamos perdidos".

Exiliado a la República Dominicana

Mientras el trance no llega, el músico ha buscado su paraíso en la Tierra. Vive en pleno Caribe, en la República Dominicana, desde agosto del 2013. Y el argumento que esgrime es: por el trato que España le da a la cultura. "Es que aquí no hay nada. Solo caca. Mire cómo está el país: más allá del verano apenas hay conciertos. ¿Y cuántos músicos geniales están tocando por 200 pavos? El Gobierno ha acabado con la cultura, la sanidad, la educación... Los padres se matan para que sus hijos estudien y no terminen cortando mortadela en una charcutería. Y que conste que amo a España, ¿eh? Pero estaba tan harto que me fui. Soy uno de los primeros flamencos que llevaba 14 años yendo a México, Colombia, Argentina... Y ahora ¡hasta tengo Nueva York a solo tres horas y media!".

¿Y Cómo es un día cualquiera de su vida en la isla caribeña? "Me levanto y voy a El Brot, donde desayuno un riquísimo jugo de chinola, me como un buenísimo sándwich club cubano, me pego mi paseo con mi cochecito de golf, como Pedro Picapiedra con su troncomóvil, que me lleva a la playuca… Por la noche voy al Picos Pardos a tomar algunas copas… Es un bar flamenquísimo. En vez de escuchar bachata y merengue, me pongo la música que quiero. A las diez estoy acostado. Y a las siete de la mañana ya tengo los ojos como búhos. Aquí, en Santo Domingo, me gusta vivir durante el día. Si no, de noche, volvería al vampirismo...". El Cigala, el niño gitano que se crio en El Rastro madrileño (nació en el frío diciembre de 1968 en la calle de Provisiones), tiene ahora de vecinos Julio Iglesias y al bailarín Mijaíl Barishnikov. "Estoy más contento que un municipal poniendo multas. Y a Barishnikov me gustaría conocerle. Sol de medianoche es una de mis películas favoritas".

A los dos meses y medio de instalarse con su mujer y dos de sus hijos ("los más chicos"), recibió el doctorado honoris causa de la Facultad de las Artes de la Universidad de Santo Domingo. Buen recibimiento. "Sí, pero ¡qué calor pasé con la toga! Parecía la época de los Tudor. Fue una ceremonia preciosa. Ahora, lo que quiero es hacer muchas cosas. Para empezar, una fundación para niños pobres. Quiero dar charlas de flamenco, que en realidad es un estado de ánimo. Y hablar también de los estereotipos: del flamenco andaluz, de la música sefardí, de la música que viene del pueblo gitano de Mesopotamia, de Egipto... Enseñar qué son unas palmas. Darles libros a los pequeños. Que no delincan. Que no maten por un móvil", explica.

Primer disco autoeditado

'Vuelve el flamenco' es el décimo disco que publica "lejos de las garras de las discográficas". Y el primero autoeditado. Le gusta repetir: "En mi arte y en mi hambre mando yo, aunque tenga que comer mañana y noche espaguetis. Bastantes destrozos han hecho las multinacionales. Si vendes, apuestan por ti. Si no, vas a un cajón y a tomar por culo. Mejor otras vías, como las redes sociales. La gente no compra discos. Los utilizamos los artistas para la promoción".

Diego el Cigala ha sido capaz de reinventarse en géneros como el bolero y el tango. El disco 'Cigala & Tango' le granjeó hasta dos Grammy Latinos. Su sucesor, en el que se adentraba también en el folclore argentino, 'Romance de la luna tucumana', le valió una nominación en los mismos galardones. Y con el genial pianista Bebo Valdés propició una alquimia de lujo entre su quejío hecho voz y la magistral manera de abordar la música cubana que tenía el octogenario instrumentista. La alianza fue fructífera: grabaron juntos 'Lágrimas negras' y se embarcaron en una maratoniana y exitosa gira mundial.

Entre las encrucijadas posibles de las músicas cubanas y el flamenco nunca antes se había producido un abrazo tan vibrante, delicado y estremecedor. Y el cantaor solo guarda palabras de cariño y admiración sincera hacia el que fuera su cómplice, todo un tótem del latin-jazz y patriarca del desembarco cubano. "No hay ni habrá nadie como Bebo Valdés. Haberle conocido es lo más bonito que me ha pasado en la música. Hubo un antes y un después en mi vida, musical y personalmente hablando. Era el gran capo de la música cubana", subraya sobre el pianista que le ayudó a pasar de ser un cantaor de culto a una estrella internacional.

Lo próximo, salsa

Su próximo destino musical será la salsa. "No soy salsero ni pretendo serlo. Que conste. Será como siempre: la visión del Cigala de este estilo, tan repleto de genios a los que quiero rendir homenaje. A los muertos. A los vivos. Habrá invitados, como Oscar D’León Rubén Blades. Será un disco acústico, sin metales. No caeremos en el error de hacer más de lo mismo. Lo que sí habrá son ritmos africanos. ¿Sabe que el término salsa nació en Nueva York? La palabra la creó el señor Johnny Pacheco, de la Fania All-Star, en los tiempos de Ray Barreto, Rubén Blades y Celia Cruz… Qué delicia. Decían: 'Échale salsita', 'Vamos a ponerle salsa".

El cantante, que sabe ponérsela a cualquier estilo, no se conforma con las meras fusiones. El metal de su voz le permite alianzas de cualquier tipo. La música nació de la improvisación. Y para hermanar almas. Bien lo sabe El Cigala.