Cris Juanico: "Yo siempre he ido de menorquín por la vida"

El cantante de Ciutadella tiene nuevo disco, 'F(a)usta', en el que hace una declaración de amor a su isla. Crítico y combativo, aboga por proteger sus paisajes, potenciar su cultura y evitar que sucumba al turismo desmedido

IMMA MUÑOZ

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'Exquisida illa / que em cap en un puny, / tan plena de vida, / d’arrels i de llum. / Roqueta salada, / cosa de tots, / flor que suporta / tant i tant dolor'. Menorca. Así le canta Cris Juanico en su nuevo disco, 'F(a)usta', a su isla, esa que le vio nacer hace 48 años, que le vio irse en busca de oportunidades musicales 23 años después y a la que volvió, a un paso de los 35, porque, por más que atrapara pedacitos de su esencia en cada una de las canciones que había escrito, necesitaba palparla a diario, hundir los pies –y no solo la memoria– en sus paisajes, recorrer las calles de su Ciutadella natal como un vecino más.

Así le canta, y así le llora. 'Camps segats ploren i callen / i un immens silenci ofega sa nit', continua 'Aquest puny d’illa', la décima de las once canciones con las que este músico todoterreno –ex-Ja T’ho Diré e intermitente Menaix a Truà, fascinante 'crooner' y recuperador de la tradición musical de la isla y, en las últimas semanas, miembro de La Banda Impossible que ha hecho vibrar al Canet Rock con la reivindicación del 'rock català' que triunfó en los 90– ha vuelto a los escenarios. En esta ocasión, lo hace acompañado de un cuarteto de cuerda, al que suma un contrabajo, su guitarra y su voz para dotar de una sonoridad nueva y sorprendente a canciones que funcionarían perfectamente como piezas de pop.

La crítica especializada lo ha celebrado como una revolución. Pero, siguiendo la trayectoria de Juanico, tal vez sea solo un paso más en una carrera caracterizada por el eclecticismo, la búsqueda constante ("soy un culo de mal asiento, tengo 'es cul en punxa', que decimos aquí", sonríe) y la coherencia –y la valentía– de quien sigue sus instintos y no se apea de sus compromisos. El principal, para él, es Menorca.

"Yo siempre he ido de menorquín por la vida. Nacer y vivir en un lugar como este te marca. La isla es una constante en mi trabajo. Cuando me fui de Menorca, con Ja T’ho Diré, para intentar vivir de la música, porque aquí era imposible, lo hice con un puñado de canciones escritas e inspiradas en la isla. Al instalarme en Girona, mis referentes cambiaron, claro, pero Menorca seguía colándose en los temas. Mi gran causa es Menorca y los menorquines", proclama. Por ella canta y por ella llora. Por ella alza la voz en canciones y se gana enemigos cuando secunda y se hace eco de las protestas de los colectivos ecologistas que advierten de que peligra la catalogación de reserva de la biosfera con la que la Unesco distinguió a la isla en 1993 si se sigue poniendo el paisaje patas arriba con obras para construir infraestructuras que consideran innecesarias.

Pan para hoy, hambre para mañana

"La terra brama, / la terra, de dol. / Enderrosalls, / ses parets sense cor. / La vida s’apaga / i s’amaga de por. / Rotondes que / enterren el sol", sigue cantando Juanico. "Una isla es un territorio limitado [702 kilómetros cuadrados, concretamente], y lo que haces en él tiene un gran impacto. Por eso hay que pensar muy seriamente en las consecuencias de las decisiones que se toman, no actuar a salto de mata. Y aquí no se ha hecho. En la carretera entre Alaior i Maó, por ejemplo, se están construyendo cuatro rotondas de doble nivel que van a tener un coste paisajístico enorme. Y alguna no lleva a ninguna parte... Por no hablar de que el dinero que están costando, de fondos de la UE, iría muy bien para mejorar, por ejemplo, la sanidad y la educación", denuncia.

El auge desmesurado del turismo es, en su opinión, la gran amenaza. "Menorca se ha volcado últimamente en este sector. Viene muchísima gente y, es importante que así sea y hay que atenderla bien para que quiera volver, pero sin olvidar que aquí vivimos 70.000 personas todo el año que, durante dos meses y medio, no reconocemos nuestra isla". El cantante ya lo advertía hace diez años con la herramienta que mejor maneja: la música. "Si volem que en venguin més / ja em direu on els fotrem. / Es benefici, és de qui? / Quin preu haurem de pagar? / Molt menjar per as d’avui / molta fam per as de demà", reflexionaba en Dic no!, del disco 'Jocs d’amagar'. Imposible dejarlo más claro. El actual modelo turístico es pan para hoy y hambre para mañana. "Es innegable que lo más preciado que tenemos en Menorca es la naturaleza. ¿Cuáles son las fotos que utilizamos como reclamo? Macarelleta, Cala’n Turqueta... La gente viene a Menorca a ver esto, porque es lo que le hemos dicho que tenemos. ¡Pues busquemos la manera de preservarlo! Y potenciemos el otro gran valor que atesoramos, aún por desarrollar: la cultura. Aquí es donde tendríamos que hacer grandes inversiones, y no en rotondas y diques como el de Ciutadella. Porque, ¿de qué nos sirve que llegue mucha gente por esas infraestructuras, si luego no podemos ofrecerle más que sol, gin y queso?", se exclama.

Una posible solución sería potenciar un turismo cultural, no solo de sol y playa, que acudiera a la isla durante todo el año. "Menorca, en invierno, es una maravilla: una isla verde –dice–. En verano, además, hay tanta gente que no se aprecia igual su belleza". Las calles de Ciutadella a mediados de junio, antes del desembarco de la riada que llegará en una semana para celebrar el bullicioso San Juan que atiborra cada año la ciudad, son la mejor prueba de lo que dice Juanico: el sol las hace refulgir, pulcras, despejadas, quietas, señoriales en su sencillez. Aunque aprieta el calor, las acaricia, no las abrasa.

Un musical para La Mola

Cris Juanico no solo tiene palabras para esta apuesta por potenciar la cultura en la isla: también tiene canciones. Algunas las grabó hace diez años, al poco de volver a Menorca y fundar su sello discográfico, Aumon, con el que editó 'Memòria', un disco en el que ponía al día el cancionero popular balear y que fue un gran éxito en la isla (todavía se pueden oír temas como 'Ses al·lotetes i sa jove de Sant Lluís' en los bares de Ciutadella, junto con otras canciones de su vecino más ilustre, que no puede dar dos pasos sin pararse a saludar a alguien). Otras se presentaron al público hace poco más de un mes, cuando se estrenó el musical 'Leyendas', compuesto por Juanico por encargo de la dirección de la fortaleza de La Mola, un recinto militar ubicado en Maó que se inauguró en 1852 con el nombre de Isabel II y cuya gestión está hoy en manos de una empresa privada, Cordial Hoteles, que trabaja desde hace una década para mantener la fortificación abierta al público y abierta a la vida artística menorquina.

"La Mola se ha convertido en un referente para el turismo cultural de la isla –dice Joana Català, directora de la fortaleza–, no solo porque la visita es obligada por su valor histórico y arquitectónico y porque tiene unas vistas espectaculares, sino también porque acoge acontecimientos culturales, sobre todo conciertos. Coincidiendo con los 10 años que hace que gestionamos el recinto, quisimos ofrecer algo distinto, así que en mayo del año pasado contacté con Cris para proponerle que escribiera un musical con personajes vinculados a La Mola. Algo de pequeño formato, que encajara en la infraestructura y los recursos de que disponemos". El resultado son tres cuartos de hora con seis canciones originales (en castellano, italiano e inglés) y tres personajes (el almirante Nelson, el pirata Barbarroja y Emma, una guía turística muy del siglo XXI) que, de momento cada jueves hasta el 15 de septiembre, al caer la tarde, con luz natural y uno de los patios del recinto como marco, funde el pasado y el presente de esta fortaleza, por la que cada año pasan entre 40.000 y 50.000 personas, sobre todo en verano.

Su asignatura pendiente, como la de toda la isla, es lograr captar visitas en los meses de invierno. La Mola, en la que trabajan diez personas (entre personal de mantenimiento, vigilancia y guías), cierra apenas un mes al año (desde antes de Navidad hasta mediados de enero), cuando la suma de la meteorología y su ubicación, en una península a merced del viento, pone las cosas realmente difíciles a quien la pisa. Aun así, el grueso de las visitas no escolares se concentran entre junio y septiembre. "Marzo, abril, mayo y octubre son meses muy buenos para venir a Menorca, y la gente que lo hace disfruta mucho de ella, pero es cierto que para que se vaya más satisfecha y piense en volver, hay que garantizarle una oferta cultural de la que ahora no disponemos. Vincular turismo y cultura es nuestra mayor preocupación, porque creemos que de ello depende el futuro de la isla", concluye Català.

Se han dado algunos pasos en este sentido, como la recuperación de los Camins de Cavalls que permiten recorrer la isla por diferentes senderos a lomos de este animal que tanta importancia tiene en la tradición menorquina, pero ¿sabían ustedes que Maó acoge el teatro de la ópera más antiguo de España? Asimismo, por la isla hay diseminados monumentos talayóticos, algunos relevantes, pendientes de un plan de conservación global.

Problemas de conectividad

Josep Carretero, director del hotel Tres Sants de Ciutadella, perteneciente a la cadena familar El Carme, coincide con las apreciaciones de Català. "Hay que potenciar la cultura: alguna de la gente que nos visita se aburre", asegura. Y las opiniones de Carretero hay que tenerlas en cuenta, porque no es un director de los que se encierran en el despacho: le gusta tratar con los clientes, y lo mismo los acompaña a la playa, si detecta que apenas salen del hotel, que al médico si surge una emergencia. Puede permitírselo por las dimensiones del establecimiento que dirige, una casa señorial de mediados del siglo XVIII con tan solo ocho habitaciones, todas distintas y con personalidad propia, y debe hacerlo por la filosofía del negocio: la atención personalizada.

La fórmula les funciona: abren todo el año, reciben a gente de todo el mundo y suman una buena colección de días sin poder bajar la persiana porque lo impide alguna reserva. "Ya hace tres años y dos meses que no hemos cerrado ni un día", dice con satisfacción. Pero su caso no es la norma. "En Menorca prima el modelo de turoperador y hotel de playa, que se pasa todo el invierno cerrado", explica. Ese modelo lleva aparajeada la estacionalidad que los hoteles familiares, y la mayoría de los menorquines, quieren combatir. "Esta isla tiene un problema de conectividad en invierno: del 1 de noviembre al 30 de marzo hay pocos vuelos, y son carísimos. Eso hace que perdamos al cliente que vendría a pasar un fin de semana. Las grandes cadenas, las que podrían presionar para que la situación mejorara, cierran los establecimientos en esos meses, así que no ejercen ninguna presión en ese sentido, y los perjudicados somos los pequeños", lamenta.

"Tal vez sea arriesgado decirlo, pero yo creo que el cambio político que ha habido en Menorca [en las municipales del 24 de mayo, el PP pasó de un dominio casi absoluto sobre la isla a su mayor batacazo en democracia, con la pérdida de alcaldías importantes, como la de Maó, y de la hegemonía en las instituciones insulares] puede tener que ver con esto: muchos años prometiendo mejoras en la conectividad que no han llegado", concluye.

Sin miedo al cambio

La prudencia de carretero contrasta con la contundencia de Cris Juanico. "En los últimos años se han tomado decisiones nefastas para la isla. Yo no digo que hubiera sabido hacerlo mejor –tampoco es mi trabajo–, pero llega un momento en el que las cosas las tienes que denunciar. Yo, al menos, no me puedo callar. Menorca necesita cambios".

Lo dice alguien que no los teme en absoluto; alguien que se ha arriesgado a marcharse, a volver, a probar con géneros muy diversos; alguien que ha sido capaz de inventarse las oportunidades. "Eso es fundamental, en la música y en todos los terrenos. Para poder vivir de lo que te apasiona tienes que ser atrevido. Y tener constancia, constancia y constancia. Siempre hay alguien con la flor en el culo, pero al común de los mortales no nos pasa eso. Si quieres que te toque la lotería, tienes que jugar", sentencia.

Él tuvo el ejemplo en casa. "Mi padre es clarinetista y saxofonista. A finales de los 50, tocó en dos orquestinas locales, y con una podrían haber salido de Menorca a probar fortuna. Pero no todos los miembros del grupo querían, y no lo hicieron. Cuando yo me planteé dar el salto con Ja T’ho Diré, senté a mis padres y les dije que iba a intentar buscarme la vida como músico. 'Piénsatelo bien, tienes un trabajo fijo...', respondió mi madre. Mi padre solo dijo una cosa: 'Vuela. Si no lo intentas, no lo sabrás nunca'. Y mire".

Escuela de música

Poco se imaginaba que iba a llevar una quincena de discos y un cuarto de siglo de conciertos a sus espaldas cuando, con apenas 10 años, abandonó angustiado la catedral de Ciutadella tras su primera clase de música. "Quería estudiar música, y era el único lugar donde daban clases de solfa, que decían. Me hicieron cantar allí, delante de todos. No volví", explica. Fue un auténtico trauma, asegura, la forma menos motivadora de enseñar música. La experiencia tuvo dos consecuencias: que se convirtiera en músico autodidacta ("todo lo que sé lo he aprendido en el escenario, y a base de oído y ganas", dice) y que, hace cinco años, fundara su propia escuela de música, Sa fàbrica de músics, junto con Esperança Rotger. "La música es el verdadero lenguaje universal, y creo que su estudio, como el de todas las artes, tendría que ser obligatorio. Y no una hora a la semana, como ahora... ¡una hora al día! Algunos gobiernos parece que quieran matarlas con la esperanza de que la gente no piense. Nuestro objetivo al crear la escuela, además, es proporcionar a quien tenga talento las herramientas para poderlo desarrollar y dar el salto a la profesionalización", explica. Para que no se tengan que ir de la isla como se fue él.

"Camps segats ploren i callen / i un immens silenci ofega sa nit. / Es gemec d’un vell ullastre / capolat per s’asfalt, desastre consentit. / Plor per tu, / plor amb tu". Con estos versos, sentidos y dolorosos, acaba 'Aquest puny d’illa'. Pero que nadie crea que 'F(a)usta' es un disco triste. El título, con la 'a' entre paréntesis, remite a la madera, la 'fusta', de los instrumentos que le dan la sonoridad especial que buscaba Juanico, y al adjetivo 'fausta', afortunada, que refleja cómo se siente él por poder seguir viviendo, a pesar de la dificultad del momento, de su gran pasión. En sus canciones hay melancolía y lágrimas, pero también ganas de seguir creyendo y amando. Y, como en 'Aquest puny d’illa', una verdadera declaración a Menorca. Aunque ¿de amor o de decepción? "Por más que pueda estar decepcionado con quienes toman decisiones que perjudican a la isla, jamás, jamás, podré estar desencantado con ella. Es una declaración de amor total".