Cesc Gay: "Me fascina la violencia que envuelve a la pareja"

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INMA MUÑOZ

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En el local de Poble-sec donde se ensaya 'Els veïns de dalt' han entrado las cámaras, y a Cesc Gay se le ha encendido el piloto rojo. Vienen de un magacín televisivo de cultura a tomar imágenes de los ensayos, y, aunque él es uno de los que tienen que ponerse delante del objetivo, es inevitable pensar que preferiría estar detrás. “Creo que si lo cogéis desde ahí captaréis mejor la escena”, les dice a los dos operadores. Y recorre con la mirada el falso escenario delimitado por unas marcas en el suelo y poblado por un sofá anaranjado, con un decorado a medio terminar que simula una cocina y un comedor, calibrando cuál debe de ser el mejor lugar para poner la cámara, esa cámara que aquí no controla él.

Porque lo que anda dirigiendo Cesc Gay en esta ocasión no es cine: es teatro. Algo que en el pasado había dicho que no sería capaz de hacer, con un argumento inapelable: sufriría demasiado. “Y lo sigo pensando: el teatro es un sufrimiento diario. Cada función temiendo por si algo no sale bien... Quienes hacemos cine estamos acostumbrados a registrar lo que está pasando y a tener la seguridad de que ya está, ya lo tienes, está grabado, es tuyo. Has extraído del actor lo que necesitabas y luego él se irá a casa y tú manipularás eso. El ejercicio que estoy haciendo en el teatro es a la inversa: ayudo a que esto vaya saliendo y luego seré yo quien se vaya y los actores los que se queden”.

Que nadie lea aquí una muestra de desconfianza hacia los intérpretes. Gay no es un director de esos (que los hay) que sueñan con el día en que la animación por ordenador les permita prescindir de los actores. Para él, tanto en el cine como en el teatro, son el primer reclamo. “A mí me gustan las películas por los actores, siempre”, asegura. Y disfruta trabajando con ellos. Se nota en su cine, sin duda, pero también en el ambiente que se ha creado en el local de ensayo.

Àgata Roca, Pere Arquillué, Nora Navas y Jordi Rico son los conejillos de indias de Cesc Gay en este debut teatral. Cuatro actores que se pasean por las tablas en pantuflas frente a un director que aún anda buscando por dónde pisar. “Y qué suerte contar con ellos –dice Gay–. Me siento muy protegido. Tener un equipo tan sólido contrarresta toda mi inexperiencia”.

¿Tanto se le nota que es novato? “No, lo que pasa es que él es así, bromista, y los primeros días nos decía: ‘¿Cómo va esto? ¿Qué tenemos que hacer? ¿Una lectura?”, explica Nora Navas. “Es curioso porque para darnos instrucciones utiliza símiles de cine. ‘Esto es un 'travelling’, te dice. Y entonces entiendes lo que quiere”, interviene Jordi Rico.

Es la primera vez que ambos trabajan con Gay, aunque ya se conocían. “A Jordi le conozco muy bien porque ha participado en muchos proyectos de las T de Teatre [la compañía de Àgata Roca, la mujer del director], y la obra me ha dado la excusa para trabajar con Nora, algo que quería hacer –explica el director. Y continúa–: Pere había aparecido en un par de escenas muy especiales de En la ciudad, y seguíamos en contacto. Y Àgata, que había compartido escenario con él hacía tiempo, tenía ganas de repetir la experiencia”.

Ella era la única que Gay tenía en mente mientras escribía la obra. “Intento no pensar nunca en actores cuando estoy inmerso en un guion, aunque tenga muy claro a quién quiero para el papel. Te tienes que obligar a escribir para un personaje, no para un actor, porque, si no, corres el riesgo de hacer que hable como él, que sea como él...”.

El autor a tu disposición

El hecho de que en 'Els veïns de dalt', Gay, además de director, sea el autor del texto ha supuesto un aliciente extra para los actores. Arquillué, con un máster en clásicos, es el que más lo celebra: “Lo de tener vivo al autor, y a tu disposición, te permite hacer cambios sobre la marcha”. Siempre que él lo consienta. ¿Lo hace? “Nos escucha mucho y se establece un diálogo interesante con él. Y, sí, va modificando cosas”. “Se trata más de retocar algún trozo de la historia que de meter morcillas, por ejemplo. Eso no lo permite: es su texto”, tercia Navas.

Por más que siempre se ha dicho que los filmes de Cesc Gay le deben mucho al teatro ('Krámpack', del 2003, y 'V.O.S.', del 2009, sin ir más lejos, fueron obras antes que películas), lo cierto es que hay un abismo entre dirigir cine y teatro, y de eso son conscientes todos. “Yo tenía mucha curiosidad por ver cómo llevaría él al escenario la forma que tiene de dirigir en el cine. Y he visto que es igual de minucioso, que pone siempre el foco en las cosas pequeñas, en el detalle. Ha conservado su sello”, dice Roca. 

Se lo preguntamos a él. ¿Cree que quienes vayan al teatro a ver 'Els veïns de dalt' encontrarán un sello Cesc Gay en la obra? “Supongo que habrá aspectos en que sí, pero tiene un color bastante diferente de lo que son mis películas”, responde. Sus películas suelen ser contenidas, estar llenas de silencios, imponer las miradas a los aspavientos. Frente a eso, el teatro exige hacerlo todo grande, para que lo disfrute con la misma intensidad el espectador de la primera fila que el de la última. “Eso es lo interesante: que posiblemente en el cine nunca hubiera llegado aquí. El teatro me ha permitido acelerar, y ser más visceral y directo. Estoy haciendo en el teatro lo que no me atrevería a hacer en el cine. Es un medio que sí me lo permite”, confiesa Gay.

"Me gusta ir al teatro a reírme"

¿Por qué? A mí, en el teatro, me gusta sobre todo la comedia. Me gusta ir al teatro a reírme. Y con el cine me pasa al revés: tiendo más a la seriedad. Así que, al abordar esta obra, he intentado no despistarme. Porque, ya le digo, yo, enseguida que me despisto, me pongo serio, triste. Y en el cine la tristeza es muy bonita, pero en el teatro, no tanto.

La mayoría de los actores ven el teatro como una cumbre en su carrera. ¿Cómo lo ve un director de cine? Pues no lo sé. Al final todo tiene su dificultad, y no creo que exija más trabajo un medio que otro. En cualquier caso, el cine es de los directores, y el teatro, de los actores.

¿Qué le ha hecho, entonces, decidirse a dirigir una obra? En realidad, no me decidí a dirigir teatro, sino a escribirlo. Porque escribir es lo que hago siempre, no puedo evitarlo. Me gusta hacerlo, y voy acumulando material. Y a veces hay cosas que ya ves que no acabarán siendo una película y las arrinconas. Hace un año cogí unas páginas olvidadas y, casi como ejercicio entre películas [entre Una pistola en cada mano, del 2012, y Truman, la que acaba de rodar y está en fase de posproducción], me puse a elaborarlas. Y a partir de ahí se fue precipitando todo: Àgata pensó en Pere para un papel, los actores se fueron animando, Borja Sitjà [director artístico del Romea] me pidió el texto para leerlo, enseguida lo quiso programar... Cogió todo una velocidad tan distinta del cine, donde todo cuesta tanto, que me animé.

Sin duda, los actores que protagonizaron nuestra portada el domingo pasado, pertenecientes todos a ese circuito off que lucha cada día por la supervivencia, se llevarían las manos a la cabeza ante esta afirmación, pero hay que pensar que Gay viene de un medio en el que para poner en marcha un proyecto hace falta un cheque con un mínimo de cinco ceros. “En el cine, tienes que involucrar a muchísima gente para sacar adelante cualquier proyecto. En el teatro es mucho más fácil: con 80.000 euros haces una obra de teatro como Dios manda. Con 80.000 euros, en cine, no haces ni los bocatas”.

Habla con conocimiento de causa, porque en 'Els veïns de dalt' se ha metido hasta la cocina: incluso ha creado una productora teatral para financiar la representación. “Lo he hecho porque iba de la mano de alguien que sabe tantísimo como Dani López [Daniel López-Orós, productor de T de Teatre]”, dice. La productora de Pere Arquillué, Mola Produccions, y el Teatre Romea también se han rascado el bolsillo para hacer posible el debut de Gay.

¿Será debut y despedida, o va a continuar en el teatro? Pues todavía no lo sé: dependerá de si hago o no el ridículo.

En cualquier caso, pretenden estrenar también en Madrid, con otro reparto. Sí. Ahora empezamos a darle forma. Al ser una comedia muy dinámica, confiamos en que tendrá tirón comercial.

Todo parte de una anécdota con unos vecinos muy efusivos, ¿no? Bueno, eso solo es la excusa para escribir sobre algo que me fascina: la violencia y el nivel de absurdidad que muchas veces rodean a la pareja, y que se acumulan con los años de convivencia. Es íncreíble que se pueda desatar tanta animadversión entre dos personas que viven juntas.

Y que viven juntas, además, porque representa que se quieren. Desde fuera lo ves, unas broncas... Pero esa sacudida constante forma parte del ADN de la vida en pareja. Una anécdota aparentemente trivial, invitar a cenar a unos vecinos que son demasiado escandalosos haciendo el amor, desata esa espiral de sentimientos contenidos. La sexualidad, además, recorre toda la obra, y obliga al espectador a cuestionarse su moralidad.

Por si convivir no fuera bastante complicado, usted, además, trabaja con su pareja. Bueno, pero no demasiado, ¿no? Hay parejas que hacen muchos más proyectos juntos. Nosotros nos hemos ido encotrando en diversos medios a lo largo de nuestra relación [Gay ha dirigido a su mujer en la serie de televisión 'Jet lag', y en películas como 'V.O.S.' y 'Ficció'], pero ambos tenemos claro que es muy necesario trabajar con otras personas. Además, siempre hemos sabido separar las cosas: al llegar a casa, entras en otra dinámica, asumes otros roles.

Nada de terapia sobre el escenario

Nada de director y actriz. Nada de terapia encima del escenario ni frente a la cámara. Una cosa es la realidad, y otra, la ficción. “En mis textos, ni me flagelo ni me exhibo”, le ha dicho Gay a la periodista del magacín que ha ido a grabar los ensayos. Ha elegido un par de momentos de la obra, hilarantes, en los que participan los cuatro intérpretes. El director los sigue sentado en un taburete, a distancia, pero más atento a los movimientos de las cámaras del programa que a los actores. No hay indicaciones. Ninguna corrección. Al fin y al cabo, es un simulacro para la televisión. No lo son las risas que rebotan en el local. La complicidad es real. Y necesaria.

“Hacer teatro es un poco como salir a la carretera: has de formar una banda. Así como el cine es más guerrillero –te encuentras, tiene intensidad unas semanas y ya está–, en el teatro los vínculos personales son importantes. Como en los grupos de música: son muchas horas, muchos restaurantes y muchos hoteles juntos”, teoriza.

Cuando acabe de atender a la chica de la tele, Gay se quitará la gorra de director de teatro y se pondrá la de director de cine: le esperan en la posproducción de 'Truman', su última película, para ultimar el sonido. Protagonizada por Ricardo Darín y Javier Cámara, llegará a las carteleras este año, manteniendo una regularidad de película nueva cada tres años –desde que debutó, con 'Hotel room', hace ya 17– que le parece un privilegio. “Yo firmaba seguir así, porque es el tiempo ideal: un año escribiendo, otro preparando y empezando a rodar, y el tercero acabando”.

Y trabajando usted y su pareja en el mundo del cine, y a la vista de cómo está el sector, ¿alguna vez ha pensado: ‘Este mes no pagamos la hipoteca’? Si tienes la continuidad que yo tengo, te organizas para vivir discretamente de esto. Si divides lo que cobras por una película entre los tres años que te dedicas a ella, le aseguro que cuesta... pero tiras, y ya está. Y por medio siempre salen cosas.

Discretamente. Nada que ver con la imagen que tiene el público de los cieneastas. Lógico. El espectáculo siempre tiene una vertiente de glamur, que es la que más se ve: los top y las alfombras rojas. Pero el porcentaje de gente que desfila por ellas es mínimo. Y luego muchos llegan a casa y tienen la nevera vacía. Pero, bueno, la incertidumbre forma parte de la esencia de este trabajo.

Y la necesidad de cambio. “También por eso me he metido en teatro, por cambiar de palo. Estás acojonado e inseguro, pero es un privilegio poder cambiar. Sacar la cabeza a un medio nuevo es como cambiar de bar: te activa”. Te enciende el piloto rojo.