Camilla Läckberg, la reina de la novela negra

"Conocer bien el miedo es el secreto para hacer una buena novela negra", comenta a 'Dominical' esta autora sueca convertida en toda una súper ventas por casualidad

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JUAN FERNÁNDEZ

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Dejando a un lado el humor negro y la controversia sobre sus límites, que para gustos tonalidades, fantasear sobre lo terrorífico es, probablemente, uno de los mejores ejercicios de salud mental que existen. No hay nada más eficaz para conjurar el miedo que convertirlo en un relato. Una vez contado, el mal se queda en nada. Escuchado en boca de otros, se vuelve fascinante. Nada nos atrapa tanto como una buena historia llena de peligros intrigantes explicados con respeto a los cánones del suspense. 

Sobre este curioso mecanismo de la mente humana, la literatura negra y el cine de terror han construido poderosas industrias culturales. A la sueca Camilla Läckberg le ha servido para convertirse en una adinerada autora de best sellers de misterio y en toda una celebridad en su país. 

Nadie diría, viéndola guapa y arreglada como una turista nórdica más de escapada por el sur de Europa, que tras esos ojos azules se esconde una mente que ha secuestrado a niños, descuartizado a mujeres y causado los crímenes más abominables que se puedan imaginar. Aclaremos: no lo ha hecho en la vida real, sino en las nueve novelas negras que lleva publicadas hasta ahora, de las que ha logrado vender más de 15 millones de ejemplares en 55 países. 

Tragedia en un bosque nevado

Su último libro, titulado 'El domador de leones' y editado en castellano por Maeva, arranca con la descripción de una niña que aparece descalza y medio desnuda en mitad de un bosque nevado. En las páginas siguientes, el lector tendrá que ir atando cabos hasta iluminar todas las sombras y digerir la tragedia, tránsito en el que la curiosidad por saber más acerca del caso le impedirá dejar de leer. 

Al final, el misterio de la fascinación por el misterio no es otro que la propia naturaleza humana: "Sentirnos atraídos por aquello que nos asusta forma parte de nuestra condición. En la Edad de Piedra, la gente se sentaba alrededor del fuego a contarse historias terribles sobre el mundo que había más allá de las tinieblas. Con las novelas negras pasa lo mismo. El lector encuentra placer sintiéndose seguro mientras se adentra en un panorama aterrador. Pero cuidado, ha de sentirse seguro. Si no, la ficción se confundiría con la realidad", explica.

Habla la autora de tramas terroríficas devoradas y celebradas por los aficionados al género y también la adicta lectora de novelas de crimen y suspense. Läckberg, de 40 años y madre de tres hijos de 6, 11 y 13 años, no es capaz de fechar el comienzo de su interés por lo escabroso. "La mayoría de las niñas se vuelven locas con las muñecas o los caballos. A mí, desde bien pequeña, me atraía leer sobre crímenes, psicópatas, asesinos en serie y fantasmas. He crecido leyendo libros de terror, el thriller forma parte de mi ADN cultural", revela. Pareja a su fijación por el lado oscuro, surgió su afición a pergeñar relatos normalmente de aspectos cercanos. A los 4 años, compuso su primer cuento, 'Santa Claus', pero en su historia el personaje tenía un final distinto al conocido. "Era un libro ilustrado. Como aún no sabía escribir, hacía los dibujos y mi padre escribía los textos que yo le sugería. En la primera imagen se veía a Papá Noel cogido de la mano de su mujer. Todo parecía muy bonito, pero cuatro páginas más tarde, a su mujer la habían matado de una paliza, él estaba tirado por el suelo y la sangre le brotaba de la cabeza. Digamos que convertirme en autora de novelas negras era mi destino", reconoce con una sonrisa.

La magia del escritor

Aún faltaban muchos años para que esa aspiración se hiciera realidad. De hecho, Camilla la dio por imposible durante la mayor parte de su vida. Nunca dejó de leer libros de suspense y siguió componiendo pequeños relatos llenos de muertes y desapariciones, pero su idealización de la figura del literato la mantuvo alejada del oficio. "Veía al escritor como un ser casi mágico, capaz de crear esos mundos fantásticos que tanto me seducían. Nunca dejé de escribir cuentos, pero no me veía con las facultades para armar la estructura de una novela", recuerda. 

Así que al llegar la hora de elegir carrera, se inscribió en la Escuela de Economía y Derecho Mercantil de la Universidad de Gotemburgo y, pocos años después, sin apenas darse cuenta, estaba trabajando en el despacho de una empresa rodeada de balances y tantos por ciento. "Me sentía la economista más triste y desgraciada de Suecia", confiesa.

Los autores de suspense saben lo eficaces que resultan los giros inesperados en el planteamiento de las tramas. En su caso, el gran volantazo de su vida tuvo lugar a principios de la década pasada. Una Navidad, en lo más profundo de su desánimo profesional, su primer marido, su madre y su hermano le regalaron un curso de escritura negra. En aquella academia no le enseñaron nada que ella no supiera sobre el género, pero le dieron la confianza que le faltaba como autora. En el 2003, el mismo día que dio a luz a su primer hijo, la editorial a la que envió el manuscrito de su primera novela le anunció que estaba dispuesta a publicársela. 

Súper ventas en tiempo récord

El bebé llegó con un bombazo editorial bajo el brazo: 'La princesa de hielo', su debut en los escaparates de las librerías, no tardó en convertirse en un súper ventas en su país antes de propagarse por toda Europa. Desde entonces, su vida "se parece a un culebrón", según sus propias palabras. "Me he casado y divorciado dos veces, he tenido tres hijos, he publicado nueve thrillers, tres libros infantiles y dos de cocina, me han dado varios premios y ahora todo el mundo me conoce en mi país", resume. Olvida añadir que es imagen de una marca de joyería y tiene una firma de ropa de premamá, que sus ficciones han inspirado una miniserie de televisión y que su rostro está todas las semanas en los quioscos suecos, lo mismo en las portadas de las revistas del corazón que luciendo tipazo en las de 'fitness' y de culto al cuerpo.

¿Seguimos hablando de literatura, o de otra cosa? "Bueno. Me he convertido en una marca, aunque solo de cara al exterior. Mi vida es ahora mucho más interesante que antes, pero en lo fundamental sigo siendo la misma de siempre. Resido en el mismo barrio que hace 15 años y mis amigos son los de la juventud. Trabajo en casa en horario de oficina, de nueve a cinco, y el resto del día ayudo a los niños con los deberes, los acompaño al fútbol y hago lo que cualquier madre, aunque de vez en cuando me lleven a la tele para hablar de libros o participar en la versión sueca de Mira quién baila", resume.

Los crímenes de Fjällbacka

Tampoco ha cambiado el escenario ni los protagonistas principales de sus novelas de misterio, ambientadas todas ellas en Fjällbacka, la pequeña localidad pesquera de la costa oeste de Suecia donde la autora nació. En este entorno idílico, propio más bien de un amable cuento nórdico, los investigadores Patrick Hedström y Erica Falck han de resolver los crímenes más misteriosos y hacer frente a las peores consecuencias de la maldad humana. "Me resulta cómodo situar las tramas en las calles y paisajes que mejor conozco. A veces, cuando tengo alguna duda sobre el escenario, llamo a mi madre, que sigue viviendo allí, y me la aclara. Los vecinos están encantados de ser protagonistas indirectos y siempre que voy por allí me piden que en mi próxima novela entierre algún cadáver en su jardín o haga desaparecer a su suegra", cuenta entre risas. 

Después de nueve obras de la serie 'Los crímenes de Fjällbacka', Läckberg no encuentra sentido a cambiar lo que le funciona tan bien, prudencia que hace extensible a su sistema de trabajo. "Todas mis novelas me las planteo partiendo de una imagen. Ha sucedido un crimen y hay que resolverlo, y para lograrlo sigo el mismo método lógico que seguiría un policía: busco pistas, hablo con el entorno, ato cabos, tiro del hilo… Sigo un orden cronológico, sin marcha atrás, y cuando empiezo apenas conozco el dos por ciento de lo que va a pasar en la historia, el resto lo voy descubriendo mientras escribo. Yo soy la primera atrapada en el suspense, quizá por eso me entiendo tan bien con los lectores", explica. 

La autora no disimula su identificación con los personajes principales de la serie. Su último marido era policía y reconoce que Patrick y Erica son en el fondo un remedo en la ficción de ellos dos. Hija de una agente, Läckberg confiesa que de joven le tentó la idea de hacerse inspectora, pero le echaron para atrás los dos años que debía pasar como policía de calle antes de dedicarse a resolver casos. 

"Nunca he conocido a un criminal de verdad, pero he leído mucho sobre psicópatas y asesinos en serie y creo haber entendido qué puede mover a una persona a matar y descuartizar a alguien. Sé que habría sido una buena investigadora criminalística", declara. 

El largo invierno potencia la imaginación

Precisamente, las indagaciones en los perfiles psicológicos de los personajes constituyen una de las señas de identidad de sus novelas. Admiradora de Agatha Christie y defensora acérrima del canon clásico de la novela negra, Läckberg sostiene que hay un thriller escrito por mujeres y otro por hombres. "Ellos escriben más sobre figuras aspiracionales: el antihéroe, el lobo solitario, el tipo duro que desearían ser. Nosotras nos fijamos más en los detalles de la vida cotidiana de los personajes", opina.

Escandinavia es tierra fértil en autores y obras de género negro, una rareza que para Läckberg tiene explicaciones culturales y sociales. "Parecemos muy tranquilos, pero tenemos otra cara, y los largos inviernos potencian nuestra imaginación. Una sociedad tan segura como la sueca es el lugar ideal para fantasear sobre lo peor de la condición humana. En los países en guerra o arrasados por la desgracia no suelen salir buenos thrillers porque el mal ya se lo encuentran a diario, no necesitan elucubrar sobre él, esa emoción les sobra", explica. 

Aplíquese esta regla a su vida, tan alejada del terror que el lado oscuro, tomado como argumento de ficción, acaba siendo para ella el mejor de los entretenimientos. "Hace poco viajé a América con mis hijos en avión y la noche anterior habíamos visto la película 'Viven', la de la tragedia en los Andes. Durante el vuelo nos dedicamos a elegir qué pasajeros nos comeríamos antes si nos estrelláramos en una cordillera nevada", cuenta entre carcajadas. ¿Y no conoce el miedo? "Como cualquier madre. Por eso en mis obras suele haber niños desaparecidos o en peligro. Conocer bien el miedo es el secreto para hacer una buena novela negra", concluye.