Un auténtico pequeño masai

Apareció entre el polvo de la pista que une el Serengeti y el cráter del Ngorongoro. Le dije a Amani que parara el coche y nos acercamos a él. Acariciaba su tesoro con ternura y cuidado. Volvía a casa con un huevo de avestruz que nos enseñó orgulloso. La mirada tranquila, las orejas taladradas por dos trozos de madera, los harapos descoloridos, el contraste del blanco óvulo con las manos negras y sucias del camino.

Esta era la foto que buscaba desde hacía ocho días. No era un niño masai de los poblados para turistas, este era auténtico. No quería nada, no me pidió nada. No le di nada. Él se quedó con su tesoro y yo me llevé el mío. Su foto.

Ahora, sigue con su vida, cuidando el rebaño de cabras de su padre, recogiendo huevos de avestruz y acercándose con curiosidad a los extranjeros blancos que cruzan su ruta. No lo sabe pero ahora es famoso, su foto sale en la portada de una revista en Europa, el suplemento DOMINICAL de esta semana de EL PERIÓDICO. Me dijo su nombre pero lo he olvidado.

Me gustaría darle las gracias y hacer algo por él. Pero no sé qué, me pareció que no necesitaba nada.