El viaje de Albert Casals rumbo a la felicidad

La película 'Món petit' relata la aventura del joven barcelonés que recorrió 30.000 kilómetros, de Esparreguera a Nueva Zelanda, en silla de ruedas y sin dinero

El viajero Albert Casals, en la librería Altaïr.

El viajero Albert Casals, en la librería Altaïr. / periodico

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Hagamos un pequeño esfuerzo por cambiar el chip. A lo largo de estas páginas, 'Dominical' va a convertirse en una guía de viajes para acompañar a Albert Casals (22 años, medio mundo en la mochila) en uno muy especial: el que le llevó en 2010 desde su casa de Esparreguera hasta East Cape, en Nueva Zelanda, el punto más distante de su hogar. El cambio de chip no solo va a ser necesario para aceptar que por aquí empiecen a aparecer enunciados más propios de una 'Trotamundos' que lo que se espera de una revista como esta. El cambio de chip lo vamos a necesitar sobre todo para dejar de lado el paternalismo y las ideas preconcebidas y sacarle todo el jugo a la forma de ver la vida de Albert. Los 30.000 kilómetros recorridos van a quedar en tres paradas de metro comparados con su viaje mental rumbo a la felicidad. Abróchense los cinturones. O, mejor, desabróchenselos.

Antes de partir

Desde que, con 15 años, se embarcó en su primera escapada en solitario, Albert ha estado en más de 80 países. Sumando todas las que ha hecho, habrá pasado en ruta más de tres años. Y aunque cada uno de esos viajes es distinto del anterior, el que arrancó en Esparreguera en diciembre de 2010 y acabó en Nueva Zelanda en septiembre de 2011 es, seguro, el más distinto de todos: de él no solo iban a salir amigos y experiencias, sino también una película, 'Món petit'. Su director, Marcel Barrena, explica cuál fue su brújula en esos muchos meses de filmación en la distancia: "No quería limitarme a rodar un viaje de Albert, el-niño-del-pelo-azul [cuando su historia trascendió lo llevaba teñido de ese color] que-va-por-el-mundo-con-su-silla- de-ruedas. El viaje es una excusa para hacer una película de amor, de amor de pareja, de amor entre padres e hijos, de amor a la gente y a la vida. Y una historia de superación con un mensaje muy necesario hoy: centrémonos en mejorar, porque lo podemos conseguir todo si de verdad lo queremos".

Con una cámara de vídeo doméstica y la compañía de Anna, su novia, partió Albert rumbo a las antípodas, convencido de que si con el relato de sus andanzas y la filosofía que las mueve iba a ayudar a alguien a ser feliz, valía la pena sacrificar una mínima, minimísima, parte de la libertad absoluta con la que siempre viaja. Al fin y al cabo, la felicidad es su lema. Una teoría que él ha bautizado como "felicismo" mueve su vida: "Todo lo que hacemos está movido por la búsqueda de placer, y nada tiene sentido fuera de esto. El dinero, las comodidades, la seguridad tienen sentido en función del placer que nos proporcionen, no son valores en sí mismos", resume.

Información práctica

El momento de preparar la maleta suele dar muchos dolores de cabeza a los viajeros. ¿Y si hace frío?¿Y si llueve? ¿Y si hay que ir a cenar a un sitio elegante? ¿Y si? Los 'ysis' son infinitos. Albert, en cambio, no dedica a esta cuestión más de unos minutos. "Llevo el saco de dormir, mi tienda de campaña, dos mudas, algo de abrigo, cepillo de dientes y jabón, una toalla, algunos medicamentos y las herramientas para arreglar la silla. Y libros". Lo que no llevaría nunca es un móvil: "Tener que acordarme de cargarlo, que sonara en cualquier momento, el gasto que supone? Uf, no".

"Que viajara con Anna nos salvó --explica Barrena--. Ella sí llevaba uno, y gracias a eso contactábamos con ellos cada día". Era necesario hacerlo para poder dirigir la película a distancia. "Albert y Anna viajaron solos todo el tiempo. El equipo no se reunió con ellos hasta que llegaron a Auckland. Cada día hablábamos para que me contaran qué material habían grabado, y yo les daba pautas de lo que necesitábamos. Ha sido muy complicado: había que combinar las vivencias de los dos con un relato que el espectador pudiera comprender, y no queríamos falsear lo que vivían. El montaje ha dado muchísimo trabajo: había que tener muy claro qué enseñar y qué no para que la película no se confundiera con un 'reality show'. Esto no es 'Pekín Exprés", resume.

En las guías de viajes, bajo el epígrafe 'Información práctica' se suele incluir el asunto del cambio de moneda. Aquí no es necesario: viajaban, como siempre hace Albert, con poco más de 20 euros. “Es que, para mí, viajar con dinero no sería viajar: no me pasarían las cosas que me pasan”.

Un poco de historia

Algunas personas están hechas de una pasta especial que les permite convertir la adversidad en fortuna. Albert es una de esas personas. Y debe de ser algo genético, porque su padre, Àlex, es otra. A Albert le fue diagnosticada una leucemia a los 5 años. La quimioterapia le afectó a la musculatura de las piernas y por eso Albert va en la silla de ruedas. Pasó mucho tiempo hospitalizado en su infancia, y se sometió a operaciones y una dura rehabilitación. Àlex sufrió por su hijo, claro, pero fue capaz de enriquecer ese tiempo con lecturas, con conversaciones, despertando su curiosidad. "En los dos años que estuve en el hospital leí filosofía, de todo y más, jugué a videojuegos? ¡No subestime el poder que los videojuegos tienen en el desarrollo de la lógica y el espíritu aventurero de las personas!", explica Albert, que, en 'Món petit', reconoce la capacidad de su padre para darle la vuelta a la situación: "Hizo muy bien su trabajo de animarme, porque no tengo recuerdos tristes", asegura.

Así que, de esa experiencia que podría ser traumática, a Albert le quedó una silla de ruedas, una vasta cultura y una curiosidad infinita, que se tradujo en un deseo irreprimible de viajar. Con 14 años le dijo a su padre que quería lanzarse a conocer el mundo por sus propios medios. "Claro que te paras a pensar en todo lo que le podría pasar, pero tienes que dejar que lo haga", explica Àlex en el documental. Y añade: "Si se lo hubiésemos prohibido, habría sido un desgraciado o se habría escapado de casa". Así que él se guardó los miedos, le dio un cursillo acelerado de cómo espabilarse mochila al hombro y le dejó marchar. Las experiencias vividas en aquellos primeros viajes de quinceañero quedaron recogidas en un libro, 'El mundo sobre ruedas' (2009), que escribió con apenas 17 años. Más tarde llegaría 'Sin fronteras' (2011). En ambos sorprenden la calidad de la prosa y esa mirada tan personal, entre la ingenuidad del niño más ingenuo y la sabiduría del viejo más sabio, que empieza desconcertando y acaba revelándose como una ejemplo de lucidez.

También 'Món petit' tiene una historia. Una de cinco años, concretamente. Tras sus primeros viajes, a Albert le llovieron las entrevistas. Marcel Barrena le vio en una en televisión y quedó fascinado por su figura. "Nos pusimos en contacto con él y le propusimos rodar la película. En ese momento, no teníamos ni un duro para hacerlo y él tenía otras propuestas similares, pero se decantó por nosotros. 'Me habéis caído bien', nos dijo. Empezamos a buscar la financiación, a tramitar derechos, permisos¿ Luego hicimos un ensayo general mandando a Albert y Anna a Japón con una cámara, y, cuando volvieron, pusimos en marcha 'Món petit". Dos años de preparativos, siete meses de viaje y otro par de años de montaje que culminarán el 15 de marzo cuando llegue a las salas de toda España. La película ya se ha exhibido, y con éxito, en varios festivales. Ha ganado el de Colorado y logró dos premios en el <strong>IDFA</strong>, el festival de documentales más importante del mundo, entre ellos el tercero del público.

Cómo desplazarse

A la hora de viajar, Albert confía sobre todo en el autoestop, pero si es necesario colarse en un barco o un tren, no tiene empacho en hacerlo. En 'Món petit', y en sus libros cuenta los trucos que emplea. La silla de ruedas es fundamental en ellos. Una vez más, convierte el hándicap en ventaja. "Ya que tengo que usarla, al menos le saco partido", dice. Así, si necesita colarse en un ferri, por ejemplo, se deja caer y vuelca la silla al pasar junto al revisor, y, con la conmoción creada, al menos la mitad de las veces acaba accediendo al barco sin billete. No le plantea ningún dilema moral hacerlo. "Ese es otro aspecto interesante de la película ¿destaca Barrena¿. Es un canto de amor a Albert y a su familia, pero muestra muchos puntos controvertidos de su forma de actuar y vivir. Me gustaría que la gente, al salir del cine, se sentara en un bar y se planteara muchas cosas: ¿dejarías viajar solo por el mundo a tu hijo de 15 años?, ese no hacer nada más que lo que me hace feliz ¿es egoísta?, ¿dónde empieza el héroe y dónde el antagonista? Todo eso está en la película, también".

Dónde dormir / comer

Las guías de viajes, con Albert, solo tendrían que dedicar tres palabras a este concepto: donde se pueda. Y se puede en los parques, las playas, las estaciones de tren y autobús¿ Y los hogares de quienes, generosamente, te acogen. Y, además, te invitan a desayunar al día siguiente. O a comer y a cenar y a quedarte varios días. O incluso a viajar con ellos. A Albert le pasa con frecuencia. "La gente siempre quiere ayudar. Si no lo hace, a menudo, es por miedo. En mi caso, la silla ayuda: te hace parecer más vulnerable y la gente pierde antes el temor. En Occidente somos muy individualistas y tenemos el miedo muy inculcado, pero en otras culturas, que están más acostumbradas a interactuar, a compartir y cooperar, no es así. Yo hace mucho tiempo que no tengo que pedir ayuda cuando viajo: la gente se acerca a mí, quiere conocerme y me ofrece lo que tiene. Y que nadie crea que eso es aprovecharse de ellos. Si yo invito a comer a alguien, no se está aprovechando de mí. ¿Y todo lo que yo estoy recibiendo? La satisfacción de invitarle, de disfrutar de su compañía, de aprender lo que él sabe. Es un intercambio".

Si nadie le invita, a la hora de comer se apaña con tres euros diarios. "Y siempre hay comida que sobra en los supermercados, en los restaurantes. Hay muchas formas de vivir sin dinero. Tengo amigos en todo el mundo que llevan mucho tiempo haciéndolo".

Lo que hay que ver

"Albert lo tiene claro: a él no le importan los paisajes, él viaja por la gente", dice Barrena, que tuvo con lidiar con la despreocupación de la pareja, poco dada a grabar elementos icónicos que permitieran identificar en qué punto del planeta estaban. "Nos habría encantado, por ejemplo, que en la película saliera el Taj Mahal. Pero no les dejaron entrar en Irán, así que buscaron una ruta alternativa hacia el norte que los alejó de la India".

"Lo que me motiva no es conocer países, sino conocer culturas, formas distintas de ver y hacer las cosas", explica Albert. Él tiene muy claro cuál es la suya: eso de que hemos venido a este mundo a sufrir no va con él. "Hago solo lo que me divierte, lo que me hace feliz. Estudio Filosofía (tercero) porque me lo paso bien en clase. No me cuesta aprobar, y tampoco me importaría suspender, porque no me matriculé en la carrera por tener un título. Me paso un año viajando y el otro en Barcelona, pero aquí también hago un montón de cosas divertidas con mi gente". La vida, para él, es una aventura. Sin rutinas, sin obligaciones, sin despertador. "Si un día me interesa madrugar, dejo la ventana abierta y el sol ya me despertará". Eso es filosofía y no la de Schopenhauer.

Notas y observaciones

Al principio de 'Món petit', Albert habla de los tres tatuajes que lleva en el cuerpo, que simbolizan lo que le importa: el amor, la libertad y la suerte. Aspira a hacerse un cuarto: un dragón que represente la felicidad. Espera que alguien se lo regale, como le regalaron los otros tres, y que lo haga durante el viaje. Al fin y al cabo, viajar es para él la felicidad absoluta, el 10 de la felicidad. "Todo el mundo podría llevar la vida que realmente quiere llevar, ya sea viajar sin dinero, como yo, o quedarse en casa. Lo importante es que tengan claro que no se conformarán con menos de la máxima felicidad que puedan tener. Las personas se conforman con un 7 de felicidad. ¿Para qué van a complicarse la vida buscando el 10, si pueden perder ese cachito que tienen? Yo creo que solo vas a vivir una vez y que tienes que hacerlo al máximo. Nunca me podría conformar con un 7".

Con Marcel Barrena llegamos al final del trayecto. "Puedes empezar a ver 'Món petit' pensando que Albert es un loco o un irresponsable y acabar pensando que el loco eres tú por no vivir como quieres. Yo soy pesimista por naturaleza, y en cinco años trabajando con él he empezado a ver la vida de otra manera. No creo que en 83 minutos de película el efecto pueda ser tan fuerte, pero seguro que enciende una lucecita". Una lucecita potente como la llamarada de un dragón.