un vecino llamado... Manuel Campo Vidal

Manuel Campo Vidal: "Soy un hombre de frontera, también en Barcelona ciudad"

<b>El AVE y un céntrico piso en Barcelona</b> facilitan a Manuel Campo Vidal compaginar su vida en Madrid con estancias de uno o dos días por semana en la capital catalana. En el límite entre Ciutat Vella y el Eixample se despierta el periodista de Camporrells (Huesca).

Amistad Artículos en 'Cuadernos de Arquitectura'EL URBANISTA JORDI BORJA PIDIÓ A MANUEL CAMPO QUE ESCRIBIERA PARA LA REVISTA DEL COL·LEGI D'ARQUITECTES . Y NACIÓ UNA FRUCTÍFERA RELACIÓN.

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CARME ESCALES
BARCELONA

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En la sangre de un periodista como Manuel Campo Vidal hay grandes dosis de sociología, humanidad, las tablas de 40 años en la profesión y el abono de un padre -falleció el pasado octubre-luchador, implicado en la vida activa de los barrios. Pero de nada de ello informa el aparato que mide su presión sanguínea en una de las farmacias centenarias de esta ciudad, Farmàcia Catalunya. El periodista acude a ella cuando viene a Barcelona, pues está muy cerca de su piso.

En esa vivienda, que compró tras ver un anuncio en la fachada una noche después de una de sus reuniones en el Col·legi de Periodistes, Campo vuelve a sentir que el territorio de frontera sigue marcando su vida.«Nací en la frontera entre Aragón y Catalunya y cerca de la de Francia», explica.«Cuando tenía nueve años, emigramos con mis padres a Cornellà, que era prácticamente la frontera entre Catalunya y Andalucía», metaforiza el periodista.«Estudié un año en París, en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, y allí, mi actividad política me mantuvo también en esa frontera que representaban los compañeros en el exilio»,prosigue.

Su kilómetro cero

En su particular frontera barcelonesa, allí donde la Ciutat Vella turística le pasa el relevo al urbanismo señorial de Cerdà y Gaudí, Manuel Campo tiene su kilómetro cero.«En la plaza de Catalunya tengo el bus al aeropuerto y el 9, que me lleva a casa de mi madre», explica.«Entre las calles de Bergara y de Pelai estaba la estación de autobuses de la Alsina Graells, que me llevaban a Camporrells. Mi padre me venía a despedir y a esperar», recuerda, mientras cruza ese punto del que hoy solo quedan las palmeras.

Su beca en París para estudiar Sociología le llevó a tomar también numerosos autobuses. «El viaje era ya una clase de Sociología», cuenta el presidente de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión.«Veías cómo se las ingeniaba la gente para pasar chorizos por la frontera. Un chófer me contaba historias como la de un joven que le entregaba en Bruselas una maleta con ropa que llevaba a Vinaròs, donde una señora se la cambiaba por otra», dice.

La colada que cruzaba Europa entretenía el largo viaje que vivió como un afortunado.«Pude ir gracias a Manuel Ibáñez Escofet, director del Tele/eXpres,que me concedió una excedencia de amigo y me animó a aprovechar la beca que me facilitó el jesuíta Joan García Nieto -no sé si las 8.000 pesetas que me dio fueron realmente una beca de la Fundació Jaume Bofill, como me dijo, o me las dio de su bolsillo-», se pregunta quien aún agradece a una tercera persona su curso en París. «Fue Manuel Castells quien me abrió las puertas de aquella escuela de élite», señala.

A Castells lo conoció el día que este regresó tras de 10 años de exilio.«El geógrafo y urbanista Jordi Borja, con el que yo ya colaboraba, lo fue a recibir al aeropuerto, y luego comimos Manuel Castells y su esposa, Jordi Solé Tura, Borja y yo»,dice. Campo alterna recuerdos con vivencias actuales en una ciudad que disfruta también acompañado de sus hijos y de su esposa, la periodista María Rey.«Tengo cinco hijos y todos enamorados de Barcelona. Los tres pequeños tienen dos uniformes en Madrid, el del colegio y el del Barça», puntualiza.«Tenemos cerca la tienda del Barça de la Ronda de Sant Pere y siempre entran a mirar», afirma camino de la iglesia de Sant Felip Neri.

«Le tengo un cariño especial a esa plaza, por su belleza y por su historia, de la que hablan las heridas de los bombardeos en su paredes. Años después, nos reuníamos clandestinamente en la iglesia miembros de la Asamblea de Catalunya. Yo representaba a Cornellá y al Baix Llobregat. Estaban Miquel Roca, Trias Fargas, Paco Frutos, Josep Benet, Rafael Ribó, Josep Miquel Abat, Josep Pallach... Eran reuniones apasionantes que duraban entre 10 y 11 horas»,dice.

La ruta junto a Campo Vidal es una fecunda inmersión en la hemeroteca. El periodista recuerda el estruendo de la bomba en la sede del semanario El Papus en 1977. Es otro de sus recuerdos en un barrio de frontera que, como todas,«siempre enriquecen muchísimo».