un vecino llamado... Sergi Mas

Sergi Mas: «Saqué tics a todos los 'profes' del Safa del Turó de la Peira»

A Sergi Mas no le enseñaron comedia. Aprendió él solo en la calle y en las aulas de su colegio, en el Turó de la Peira, el barrio en el que vivió hasta los 29 años. Poco queda de lo que allí le inspiró. Hoy cada rostro conocido es un 'revival'.

CARME ESCALES
BARCELONA

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Si las calles del Turó de la Peira pudieran contar todo lo que Sergi Mas y suequipo A de juegos de infancia y adolescencia llegaron a perpetrar en el barrio, cobrarían derechos de autor del actor dePolònia(TV-3). «La escuela era la calle»,dice.«Cada semana, entrábamos en una tienda que se llamaba Fotocine Fuentes y pedíamos un disco que no existía. ¿Tenéis el último de los Marmedos?, decía yo. Me suena, –contestaba el de la tienda– te lo traigo la semana que viene. La semana siguiente nos decía que había preguntado, pero que no lo tenía. Y pedíamos otro».

En el colegio donde estudió, el Safa, no quedó profesor sin doblaje de la factoría Mas.«Me apasionaba sacarles los tics a todos»,recuerda.«Como todos los profesde todas las escuelas del mundo, además, cada uno tenía su mote. Teníamos El Púas, porque tenía el pelo de punta; El Boti,de botijo...».

¡Neumático va!

Suerte que el humor y los codos no estaban reñidos.«Aquello, con un muy deficiente no lo hubiese podido hacer. Yo tenía unas notas correctas, no brillantes, pero de no sufrir».No sufría, no.«Tirábamos a rodar un neumático de coche desde lo alto de la calle y, si atropellaba a una yaya, lo que alguna vez pasó, nos pirábamos corriendo»,confiesa Sergi Mas.«Hacíamos muchas gamberradas hasta el límite de la no denuncia»,dice.

En aquellas calles tranquilas, con nombre de montañas, como Cadí y Aneto, mientras las ancianas que no habían sido atropelladas por neumáticos sin coche se sentaban a tomar el fresco en las aceras, Mas y su pandilla lo hacían en el portal del 42 de la calle de Cadí.«Jugábamos a adivinar el color del sujetador de las tías que iban pasando. Derecha, verdes. Izquierda, negros».

A su buzón, llegaban cartas de radio Moscú.«Bajaba las escaleras de cuatro en cuatro para recoger el sobre con sello de Lenin. Siempre había una carta en castellano, el resto era en ruso», cuenta quien a los 8 años mantenía aquella peculiar correspondencia.

El sereno, las bombas fétidas –que Mas tiraba en las tiendas–, los primeros besos («subías a su casa y descubrías que era como la de todas, decoradas con florituras», dice) y las excursiones por el barrio le han dejado un buen sabor a pasado.«Subíamos a la montaña del Turó a hacernos patatas asadas en un minifuego que preparábamos con dos palos. El aceite nos lo daban en cualquier tienda»,cuenta Sergi Mas, que lamenta la inflexión que supuso el derrumbe de un edificio por aluminosis, el 11 de noviembre de 1990.«La psicosis se apoderó del barrio y muchos se fueron».Apenas le quedan conocidos, como la estanquera que sellaba sus quinielas. El resto permanecen en su memoria.