excomerciante y vecino activo de santa caterina

Manel Crespo «Hay que dar toques al político para tener cosas»

Miembro activo de la Associació de Veïns i Comerciants de Santa Caterina, Manel Crespo es, a sus 75 años, de los que vive y piensa en su barrio, un rincón urbano que sufrió, y ahora renace, a la sombra de su mercado.

En su calle 8 Manel Crespo, en Flor de Lliri, detrás de Santa Caterina.

En su calle 8 Manel Crespo, en Flor de Lliri, detrás de Santa Caterina.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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Manel Crespo Mateu (Barcelona, 1938) muestra orgulloso la placa que le entregó el Ayuntamiento de Barcelona hace un año por su dedicación al barrio de Santa Caterina. Y no es para menos. Crespo nació, estudió y trabajó siempre en esta zona de Ciutat Vella, en el entorno del mercado de tejado multicolor. Junto a otros vecinos ha conseguido un bus de barri para llevar a los ancianos al médico, entre otras mejoras.

-En Santa Caterina han pasado unos años muy duros.

-Durante nueve años se construyó el aparcamiento subterráneo y luego la reforma del mercado duró seis años, con todo cerrado. Eso fue la ruina del barrio.

-Pero el sacrificio ha compensado.

-Ahora tenemos cultura, comercio y vida. Pero hubo un momento en el que la gente no quería vivir en Santa Caterina. Yo nunca me fui porque sabía que las cosas cambiarían. Con el amor y la actitud de mucha gente hemos conseguido un mercado que es una maravilla mundial. El problema es que muchos vecinos no tienen poder adquisitivo para comprar en él, porque es un mercado de primera para bolsillos de tercera.

-Un ejemplo.

-En el Àrea de Guissona puedes comprar seis salchichas por dos euros, pero en el mercado son más caras. Más de la mitad de los vecinos cobran pensiones de 500 euros y, si pagan un alquiler, ya no les queda para comprar comida. Aquí el supermercado Dia hace un servicio social.

-Sí que hay turistas en el mercado.

-Sí, pero llegan en grupo, se fotografían y se van. No consumen nada. Bueno, algunos compran un zumo y ya está. Si hasta vienen con la botella de agua. Se nota que la crisis es europea, mundial. La gente quiere vivir, hacer cosas, pero no hay liquidez. Ahora se mira el jabugo a distancia. Aunque también creo que esta crisis es la de siempre. Con mi padre ya la teníamos y nos preguntábamos si comeríamos en Navidad. Aunque los bares siguen estando llenos y la gente no va todavía desnuda por la calle.

-Usted es un vecino reivindicativo. ¿Qué cosas ha conseguido?

-Yo colaboro con la Coordinadora d'Usuaris de la Sanitat. Los mayores del barrio tenían problemas para ir al médico. Hablé con el concejal Xavier Casas y le conté que los vecinos tenían que ir a visitarse a Perecamps y al ambulatorio de Manso y de Rec Comtal. Al final conseguimos que nos pusieran el bus de barri 110 que hace ese recorrido desde hace dos años. En Rec Comtal no teníamos especialista y ahora hay de todo, hasta oftalmólogo y cardiólogo. Y es el único de Barcelona que también abre los sábados de 9 a 17 horas.

-El político les hizo caso.

-Las cosas no vienen solas. Cuando se lo explicas al político, se lo apunta y te dice 'Ya haremos algo'. Pero hay que darle toques y, a base de insistir, lo consigues. También influye el trabajo de las entidades del barrio.

-Santa Caterina es un barrio de gente mayor. ¿Dónde están los niños?

-A mí me encantan los niños y creo que son lo más maravilloso que tenemos. Aquí se hizo un parque en el Pou de la Figuereta, que llamaban el Forat de la Vergonya, pero pocos niños van porque acuden personas de otras culturas, adultos que a veces se gritan por problemas entre los niños. Pero no critico a los de fuera. Soy muy respetuoso. También hay españoles que déjalos estar. Los niños acuden más a las actividades y los patios de los colegios del barrio La Salle y Cervantes.

-¿Las calles están limpias?

-Ahora se limpian más que antes, pero ese no es el problema. Lo que pasa es que hay gente que no colabora para mantenerlas bien.