GENTE DE CIUTAT VELLA

Teresa Roca: «Algunos vecinos se van llorando del Raval»

Teresa Roca vive por y para el Raval. Aquí se ha casado, trabajado, jubilado y volcado en mejorar la calidad de vida del vecindario. Dice que quiere morirse en este rincón cosmopolita y bullicioso de la ciudad, a veces dejado de la mano de Dios o de Alá.

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TERESA PÉREZ
BARCELONA

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Teresa Roca (Móra d'Ebre, 1944) comenzó a trabajar a los 14 años en el local de billares y futbolines que tenía su padre en la calle de la Cera, la calle en la que conoció al que hoy es su marido, en la que sigue viviendo y por la que pelea ante una Administración a veces sorda. Después de toda la vida detrás de un mostrador, en épocas en la que los comerciantes vivían en el altillo de la tienda, por fin le ha llegado la jubilación. Ahora, en lo que ella llama su segunda vida laboral, preside la Associació de Comerciants i Veïns del carrer de la Cera y trabaja en otras entidades.

-Defienda la imagen de su barrio.

-Ha tenido un cambio espectacular. Antes el Raval era prostitución y drogas, lo peor de Barcelona estaba aquí. Cuando vinimos a vivir a la calle de la Cera me acuerdo que mi padre me decía: «De la calle de la Reina Amàlia no pases». A partir de ahí era otro mundo. El Raval me gusta porque está lleno de vida y es cosmopolita, con ciudadanos de todo el mundo. Solo en cultos religiosos se practican 17 diferentes y los colegios han adaptado los menús a las costumbres gastronómicas de otros países. Yo siempre digo que me moriré en el barrio. Le veo muchas ventajas: es plano, está bien comunicado y tiene todos los teatros del mundo. Hay vecinos que se ha trasladado a vivir a otro barrio y se han ido llorando. La Rambla del Raval ha sido la rambla de la desesperación y del lloro porque la gente afectada y desalojada por el PERI no quería irse.

-¿Qué acontecimientos han dañado al Raval?

-A mí todavía me saca de quicio la frase:Els pobres nens del Raval. En los años 60 la estructura familiar estaba, en muchos casos, muy degradada con el padre en la cárcel y la madre dedicada a la prostitución. También la inseguridad, la pobreza y el incivismo han castigado al Raval. Por ejemplo, por la mañana se ve limpieza, pero a medida que transcurre el día se ensucia porque los ciudadanos no usan las papeleras y dejan basura en cualquier sitio.

-Y ahora, ¿qué queda por hacer?

-Evitar que haya tantas persianas bajadas. Por la noche todo está abierto, pero no de día porque muchos artistas trabajan con la persiana bajada y algunos comercios no han tenido más remedio que cerrar. Para darle más vitalidad al barrio, desde la asociación proponemos que cada persiana tenga un dibujo con la actividad que se hace en el interior, sea comercio o taller artesano. Así, renovaremos la imagen del Raval. El comercio tiene que cambiar, los botiguersno pueden vivir de nostalgia.

-¿Algo más a corregir?

-Necesitamos más zonas verdes. Somos conscientes de que no hay suelo, pero son vitales, es una vieja reivindicación. Este es el precio que ha pagado el Raval para poder esponjarlo. Ahora luchamos por mantener y mejorar la calidad de vida de los vecinos, que los recortes de la Administración repercutan los menos posible en sus vidas.

-¿La crisis podría resucitar la antigua campaña Aquí hi ha gana de la década de los 80?

-Con la crisis detectamos un aumento de entidades que se dedican al reparto de alimentos y también hemos comprobado que los autóctonos del Raval se han sumado a las solicitudes de ayuda porque tienen dificultades para llegar a fin de mes. Antes de la crisis no lo hacían. La ayuda alimentaria les permite destinar el salario a pagar alquiler, hipoteca y los suministros. Los extranjeros, sin embargo, siempre han reclamado esta solidaridad aunque no todos porque, por ejemplo, los paquistanís regentan colmados y tienen asegurada la comida.

-¿Qué más ha traído al Raval la precaria situación de la economía?

-Desde hace un año, los gitanos han vuelto a vivir al Raval. Estas familias abandonaron el barrio hace años y ahora los hijos y nietos han vuelto a ocupar las casas en las que vivían sus padres porque no pueden abonar la hipoteca de las casas que habían comprado.

-¿El turismo es un alivio para la zona o, por el contrario, provoca conflictos con el vecindario?

-No hay que ir contra el turismo porque mientras hay que aprovecharlo. Varias entidades hemos pedido a la Administración que el bus turístico tenga una parada en la Rambla del Raval, así los turistas pueden comer en sus restaurantes y comprar en sus comercios. Y eso siempre es positivo.