ACTIVIDAD TERAPÉUTICA DE UNA ENTIDAD DEL BARRIO

Pesebres solidarios

La fundación Aspasim produce al año 400 belenes artesanales elaborados por jóvenes y adultos con discapacidad psíquica severa

Centro de la fundación 8 Montse Ayola, auxiliar de la entidad, ayuda a una alumna a preparar un belén.

Centro de la fundación 8 Montse Ayola, auxiliar de la entidad, ayuda a una alumna a preparar un belén.

DAVID PLACER
BARCELONA

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Pocos compradores de la feria de Navidad de Santa Llúcia se podrían imaginar que los pesebres que vende la fundación Aspasim cada año frente a la Catedral de Barcelona los realizan personas que sufren una discapacidad psíquica severa. Solo se dan cuenta cuando ven que sus propios productores, los usuarios discapacitados de la fundación, acuden allí a exhibir y vender sus productos. Y es en la feria también donde los jóvenes y adultos atendidos por la fundación concluyen su trabajo realizado todo el año.

Unas 70 personas que sufren altos grados de discapacidad se reparten entre los centros ocupacionales de la fundación para realizar actividades terapéuticas que les permiten integrarse en la sociedad. Y en diciembre dan salida a los 400 pesebres que producen cada año.

«Ese es el momento en el que descubren que todas las actividades tenían una razón de ser. Desde ir a buscar al bosque las maderas para los pesebres hasta ultimar la preparación final», explica Efrèn Carbonell, director de Aspasim.

Hace 20 años la entidad, que cuenta con varias sedes repartidas por la ciudad, intentaba concebir una actividad formativa para sus usuarios y que tuviera una utilidad para el resto de la sociedad.

Entonces el actual director técnico de la fundación, José Martínez, pensó en comenzar a producir los pesebres, elaborados siempre bajo la supervisión de los monitores. Y hasta ahora ningún producto se ha quedado sin vender. «Todo lo contrario», explica Carbonell. «Si pudiéramos elaborar 400 más, los venderíamos porque tienen un precio competitivo y una muy buena calidad», agrega.

La fundación busca ahora la fórmula para poder fabricar también las figuras del pesebre, aunque de momento no ha hallado un método de producción en el que puedan participar sus usuarios, todos con una discapacidad superior al 65%.

Montse Ayola, auxiliar técnica de la entidad, explica que las tareas se reparten según el grado de afectación. «Algunos pueden hacer casi una pieza completa pero otros solo pueden ejecutar acciones muy simples como expandir la arena por la superficie», explica.

Otras actividades

En uno de los centros de la fundación Aspasim, en la calle de Canet, 24, en Sarrià, una decena de usuarios trabajaban la semana pasada en la producción de los últimos pesebres y exhibían en una estantería a pie de calle algunas muestras. Allí, un par de jóvenes, con dificultades para hablar, colocaban silicona para terminar de armar un pozo de madera de gran tamaño.

La construcción de pesebres representa solo el 30% de las actividades de los usuarios de la fundación, ya que también hacen tareas de confección y trabajan los huertos ecológicos para el autoconsumo. Su mayor recompensa es el día que les entregan el sobre con una gratificación, el último con 10 euros. Y aunque no son conscientes del valor del dinero ni sepan escribir, todos quieren firmar. Aunque sea una raya. Todos quieren certificar su recompensa.