UNA historia de CIUTAT VELLA... la Puerta de Mar

Un pedazo del pasado romano de Barcelona

La ampliación del Pati Llimona ha liberado 17 metros de muralla y unas termas públicas

Hallazgos. Una de las torres que franqueaban la Puerta de Mar.

Hallazgos. Una de las torres que franqueaban la Puerta de Mar. / periodico

PILAR GARCÍA
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las termas eran en tiempos de los romanos lugar de encuentro de marineros, viajantes y comerciantes, en el que, además de relajarse y entregarse al placer, hacían negocios. El frigidarium, la sala de baños fríos, cerraba el circuito tras haber pasado por el apodyterium (vestuario), el tepidarium (estancia con agua templada) y el caldarium (la de agua caliente), además de los espacios para gimnasia y masajes. El edificio de Regomir, 7-9, levantado en el siglo XIX sobre el antiguo palacio Gualbes (siglo XIV), escondía restos, adosados a la muralla, de uno de los dos conjuntos termales públicos que flanqueaban la puerta, por el lado de mar, de entrada a Barcino. Ese acceso a la Barcelona romana -el más importante-- ha quedado al descubierto con las obras de ampliación del Pati Llimona, que han recuperado 17 metros más de muralla.

La intervención en el centro cívico del Gòtic ha mostrado también el frigidarium, con su piscina escalonada, y restos de alguna otra sala de aquellos baños, construidos entre mediados del siglo I y principios del II d.C. con una superficie original de 1.500 metros cuadrados. Tales dimensiones anotan la importancia del tráfico portuario y el comercio. La puerta decumana oriental o Puerta de Mar, que era la más importante de las cuatro que había, era la vía de entrada a la ciudad de las mercancías que llegaban del Mediterráneo.

La proximidad del mar -solo unos 150 metros lo separaban de la muralla que rodeaba la ciudad-- hace pensar que quizás en alguna de las estancias los romanos se bañaran en agua salada. El hecho de que hubiera dos termas apunta, como era habitual en otros lugares del imperio, a que «una era para hombres y otra para mujeres», explica la responsable del Plan de Arqueología Urbana del Ayuntamiento de Barcelona, Carme Miró. Otro hallazgo en las excavaciones da pistas de quiénes acudían a los baños que han aflorado en el Pati Llimona: los numerosos alfileres de hueso (acus crinalis) hallados en la piscina, con los que las mujeres se sujetaban los recogidos en la segunda mitad del siglo II d.C.

El director del Museu d'Història de Barcelona (MUHBA), Joan Roca, destaca la apuesta de la ciudad, desde el siglo XX, «por incorporar al espacio urbano, como monumentos, elementos de Barcino que habían quedado dentro de las casas». Frente a la función «más perimetral y de símbolo de la ciudad que defensiva» de la primera muralla, que puede verse desde dentro del Pati Llimona, Roca subraya el papel clave de la exterior, con 76 imponentes torres adosadas (los trabajos también han dejado a la vista una de las dos circulares que guardaban la Puerta de Mar). «Era una muralla muy potente para una ciudad pequeña que aseguró su continuidad durante un milenio», explica. «Ahora ha quedado claro, además -añade- que se empezó a plantear ya a finales del siglo III y no en el IV, como se creía».

El espacio integrado al Pati Llimona ofrece al visitante, resalta el director del MUHBA, «un recorrido de 2.000 años», que explica la transformación de la muralla a lo largo de los siglos y el modo de vida. Miró señala que «al lado de la Puerta de Mar se encontraron monedas que demuestran que había que pagar para entrar en la ciudad y hacer uso de sus servicios». La próxima intervención será en la calle de Sotstinent Navarro y la plaza de Traginers. Cuarenta metros más de muralla que esperan silenciosos salir a la luz para descubrir otro pedazo del pasado romano de Barcelona.