GENTE DEL EIXAMPLE

Milagros Solé: «El abandono de los mayores es un drama»

VOLUNTARIA DE AMICS DE LA GENT GRAN

La vida de los mayores es cada vez más larga y no siempre con calidad de vida. Milagros Solé denuncia la escandalosa soledad y desamparo de muchos ancianos, que solo mitiga la labor de los voluntarios.

Voluntariado 8Milagros Solé, en la terraza de su edificio.

Voluntariado 8Milagros Solé, en la terraza de su edificio.

TERESA PÉREZ
BARCELONA

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Milagros Solé (Barcelona, 1945) ha vivido dos vidas. La primera, la laboral, concluyó con una jubilación anticipada que le pilló a contrapié. La segunda, la actual, empezó cuando esta vecina del Eixample logró llenar y dar sentido a las horas libres que le dejó la jubilación. Colabora desde hace más de una década con la asociación Amics de la Gent Gran, aportando afecto a ancianos que viven solos.

-¿Cómo es la vejez en una ciudad como Barcelona?

-Complicada, es una ciudad inmensa y desproporcionada para la gente mayor y ha desaparecido la vida de barrio que es la que les permitía sentirse arropados.

-Ahora el entorno es más hostil.

-Simplemente no existe. Nadie se entera de quién vive en tu escalera. En algunos barrios como el Raval, hay ancianos que se han quedado solos en toda la escalera, el resto son gente que viene y se va.

-Y así aumenta la sensación de desamparo.

-La soledad es la peor enfermedad que padece la gente mayor. Tenemos casos dramáticos como el de una persona que tenía la televisión encendida 24 horas al día para oír una voz humana. ¿Hay algo más inhumano que eso?

-¿No les apoya la familia?

-Hay de todo. Desde la asociación pedimos a los hijos que no dejen solos a sus padres. Algunos tienen cuatro hijos y prácticamente ninguno de ellos dedica un día al año para ir a verlos. Y tiene que ser el del supermercado el que les lleva la comida. También hay casos de hijos que no se pueden ocupar de sus padres porque llevan una vida superagobiada por el trabajo. El abandono de los mayores es un drama.

-Resulta muy duro que se tenga que hacer una petición de este tipo.

-Si no fuera por el trabajo de los voluntarios, muchos ancianos pasarían semanas sin salir a la calle y sin hablar con nadie. También hacemos seguimiento telefónico para saber cómo están y evitar eso tan triste de que una persona lleve días muerta en su casa y nadie se entere. Una vez a la semana hacemos eso que llamamos acompañamiento a domicilio y estamos con los ancianos unas dos horas, aunque ellos siempre intentan alargarlas y distraernos para que nos quedemos más rato con ellos.

-¿Qué más hacen para amortiguar la soledad de los ancianos?

-Les acompañamos al médico y a hacer gestiones que no pueden hacer solos cuando su familia no puede ir con ellos. Hacemos reuniones en casa tipo tupperware, pero en lugar de vender cosas, conversamos. También llevamos a los mayores de colonias en Catalunya (Vic, Calaf y Begues) y en Francia, donde nos dejan una casa. Si no fuera por estas colonias, de las que hacemos cuatro grupos, muchas personas no irían a ningún sitio.

-Estando tan solos, ¿por qué son tan reacios a ir a una residencia?

-Les cuesta mucho ir. Ellas argumentan que en su casa hacen lo que quieren, pero no es así. ¿Cómo pueden hacer lo que quieren si no están en condiciones de poder hacer nada? Hemos de cambiar el chip y tener claro que ir a una residencia no es un abandono.

-Vivimos tiempos de recortes sociales ¿El voluntariado está supliendo el trabajo que debería estar haciendo el Estado?

-Por suerte, en estos momentos aumenta el número de voluntarios. En la asociación hemos pasado, en poco tiempo, de 200 a 700 voluntarios. La gente está respondiendo muy bien y en esta época de crisis se vuelca en ayudar a los demás. Nos hemos concienciado de la necesidad de echar una mano.